Capítulo 8

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Un Nuevo Mundo.

Otro verano llegó, otra compañía me arrebató

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Otro verano llegó, otra compañía me arrebató.

Quetzal había pasado casi toda la vida conmigo, a mi lado. Pero los caballos no tienen tantos años como los humanos. Que injusto. Injusto porque me lo quitó en verano, en el día de mi cumpleaños donde solo anhelaba pasar la tarde con el jugando, practicando y maniobrando.

Quetzal fue mi único amigo por muchos años.

— Simón—me llamó mi padre desde la puerta de las caballerizas—. Simón, ya tienen que llevárselo.

— Claro.

Me mordí el labio y lo acaricié por última vez, sin llorar, porque yo era un macho. Me levanté y me aparté de él. Acepté que la vida me lo había quitado, lo tenía que hacer.

Una cosa que comencé a valorar de mi padre era su influencia y poder adquisitivo.

Estábamos en su gran y antaña oficina. El olor a madera fina inundaba mis fosas nasales, un ambiente de paz, donde se hablaban cosas serias, cosas del futuro, cosas del dinero.

— Tu viaje esta programado para este fin de semana. Pasaporte, dinero, estadía, colegiatura, todo está listo. Solo ten listo tu equipaje para el domingo.

Mi padre era bueno estructurando planes, a ello se debía su éxito, su mentalidad de poder. Siempre ha estado en la cima.

Tomé la pila de documentos que me había deslizado sobre su escritorio de cedro y les di una revisada.

— Gracias, padre—alcé la vista y mi sombrero tomé —. No te voy a defraudar.

Él me sonrió.

¿Lo ven? Le caigo bien cuando uso el disfraz.

— Y yo seré el padre más orgulloso de Nayarit cuando eso pasé.

— Así será.

Ambos nos pusimos de pie y estrechamos las manos. Un gesto de hombres. Paula dijo que estaría aquí antes de mi partida, me dolía tanto que nos hubiésemos distanciado. Ya no era como cuando niños; ahora ella tenía dos hijos, a los cuales no les faltaba amor.

Sabes, la vejez no es cuestión de tiempo, es cuestión de vivencias y sentimientos. Recuerdo las lagrimas que mi madre rego por protegerme de mi padre cuando era pequeño. Fui alejado de su calor prematuramente, y creo que hoy en día le duele que sea así.

Me asomo por la puerta de su habitación, ella esta frente al espejo. Trenza su larga cabellera para luego recogerla en un chongo elegante. Se da cuenta que la miro y me sonríe a través del reflejo.

— Entra.

Me rio y le hago caso. Las expresiones de vida están dejando rastro. Llego detrás de ella y la envuelvo en un abrazo.

El Gran Varón ||R u s m e x||Where stories live. Discover now