Capítulo 7

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Es ilusión, no es amor.

Cuando eres joven, cometes muchos errores

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Cuando eres joven, cometes muchos errores. Eso esta bien, no hay porque mortificarse. Siempre y cuando no dañes a exteriores y no te metas contigo mismo.

El punto es aprender.

Aunque implique dolor... o perder.

Cynthia me dijo que se había sentido mal el fin de semana. Últimamente vomitaba en casa, a veces venía a la escuela, a veces no. Me comencé a preocupar.

— Simón—me susurró antes de que la última clase comenzara. Me incliné a ella para escuchar mejor—. Necesito que me acompañes al pueblo por algo.

Hice una mueca.

— Claro.

Esos cincuenta minutos de matemáticas se me hicieron eternos. Pude pensar en muchas cosas, no llegue a la respuesta. No hasta la tarde. Nuestro paso era apresurado, el sol pegaba en el pueblo cálidamente, Elías no me había hablado durante toda la semana. Era jueves y casi me cagué cuando vi que nos dirigíamos a la farmacia.

Me tomó de las manos antes de entrar.

— Necesito que hagas algo muy valiente por mí.

No quise admitir ese pensamiento.

— ¿Quieres un paracetamol?

— No estúpido—apenas si se rió—. Una prueba de embarazo, necesito una prueba de embarazo.

Mi piel se enfrió por completo, seguro  empalidecí.

— Okey...

— ¿Sí?

— Si.

Me pasó unos billetes, los metí en mi bolsillo y entré; no sin antes colocarme un cubrebocas para que no me reconocieran (fuí estúpido). Fuimos hasta mi casa para que la prueba no fuera a dar a la basura de su casa. Espere pacientemente en mi cama a que Cyn saliera con los resultados en mano, pasaron veintidós minutos exactos. No salió con algo bueno, su rostro reflejaba todo lo malo.

— Simón—habló vacilante con el rostro pálido, casi helado—. Estoy embarazada.

“Un bastardo”, lo llamó ella, tendría a un bastardo. Ni si quiera le pregunté como sucedió, con quien se metió, me dedique a tratar su llanto. La fui a dejar a su hogar y volví algo tarde. ¿Cómo es que cambias tu destino tan fácil?

No lo entendí.

Cynthia faltó a clase dos semanas consecutivas. Era viernes, era mi día. Se sentía mal estar bien, quería visitar a mi única amiga, pero me dijo que llamaría. Respeté el espacio ajeno, no insistí. Pero dolió.

— ¡Simón! —otra vez Elías.

Yo iba a la mitad del camino, me sorprendió que me pudiese alcanzar tan rápido, y por mero respeto, me detuve a esperarlo. Corría agitado y sonriente hacia mí, había esmero en el acto.

El Gran Varón ||R u s m e x||Where stories live. Discover now