Conociéndote

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Siente la cálida sensación a su costado, nota el movimiento en la cama, su suave y cómoda cama. Se gira y abre los ojos, descubriendo el brillante pelaje de Assa.

Suspira con un poco de desilusión, mientras sale de entre las sábanas, quería invitar a Arthur a su morada, pero después de lo ocurrido otra vez habían pasado unos días sin hablar. Merlín suponía que ambos necesitaban tiempo, pero ambos evitaban sentarse a la mesa a dialogar y sobre todo darle un nombre a su nueva relación.

Aquella mañana se habían despedido con un beso en la mejilla y una sonrisa, aunque la pelinegra seguía sintiéndose extraña al respecto. No entendía cómo ese joven se había ganado su confianza tan pronto, como para pedirle ayuda en temas personales, o como para querer pasar la noche con él. Era una situación que la hacía sobrepensar y por eso se había sentido vulnerable en ese momento, algo que no le gustaba para nada.

Quería ver a Arthur, pero no quería volver a usar la excusa de su perro, tampoco quería que él se sintiera mal de que sus encuentros fueran siempre de forma clandestina. Si de ella dependiera no le importaría salir en público con él, pero era consciente de las cámaras y los chismes que girarían al respecto, no sentía vergüenza, simplemente quería protegerlo y evitarle un mal momento.

-¿Otra vez te estás haciendo ilusiones?- se dice a si misma frente al espejo.

Él se lo había dicho, sino les había funcionado con otros ¿Por qué funcionaria está vez? Solo estaban probando algo y no sabían exactamente qué.

-Pero... ya te acostaste con él- agrega.

¿Eran una especie de amigos con derecho? ¿Eran amigos en primer lugar? Sabían unas cuantas cosas el uno del otro, pero a la vez ambos tenían una faceta que se esforzaban por no mostrar para sentirse protegidos.

No podía hablar de todo eso con nadie, así que debía seguir sus instintos y lo mejor que se le ocurre es invitarlo a su casa esta vez.

***

-¿Tienes una cita?- le pregunta Nanashi.

-¿Por qué lo dices?

-Por qué viste tu celular hace un rato, sonreíste y ahora estás pendiente del reloj en la pared.

-Vaya, ¿acaso eres investigador?

-Cuando tus pacientes no hablan, debes aprender a leer su lenguaje corporal, luego aprendes a analizar el de su dueños- dice bebiendo su café- Cuando les preguntas por cosas como: ¿qué si fueron a un lugar fuera de lo común antes de que su mascota enfermara? y vez que se ponen nerviosos, significa que tienen algo que ocultar. Y tú has evitado muchas preguntas últimamente.

-Es complicado.

-Creo saber por qué lo dices y sobre quien va este asunto, pero no quiero otra demanda, así que no preguntaré si no estás autorizado a decirlo.

Arthur lo ve unos segundos, trataba de no pensar mucho en el tema, salía... no más bien, se veía a escondidas con la hija de un político, una que pudo haberle suspendido su licencia médica, pero que ahora parecía verlo como su persona favorita en el mundo. No tenía mucho sentido, y no es que fuera tampoco la primera mujer adinerada que trataba de ponerle precio a pasar tiempo, el problema es que él había aceptado seguir ese juego.

Era diferente a su experiencia con Ginebra, Merlín no estaba fingiendo amarlo o nada por el estilo, seguramente solo buscaba un respiro de su vida prisionera en una jaula de oro, él lo sabía, y aún así había aceptado.

-¿Pasa algo? ¿Por qué cambiaste de semblante? 

-Nada, solo, recordé algo que debo hacer.

-Te metes en terreno peligroso- le advierte Nanashi mientras se levanta hacía el consultorio- Espero que recuerdes tu chaleco antibalas- agrega palmeando su espalda.

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