Capítulo 2: Créeme que no te arrepentirás

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-Anna, lamento mucho pedírtelo de nuevo... ¿Me podrías apoyar con servicio de mesera? Te prometo que será la última vez que te lo pida, linda.- escuché que me pedía con ternura Alexander, a lo que decidí no presentar negativa. -Eres la mejor, muchas gracias.- asentí con pesadez, intentando disimular la mala situación que se vendría cuando escuché nuevamente que me llamaban. -Anna, te buscan. En la entrada hay un chico que pregunta por ti.- dijo Bastian, el cadenero principal. Le sonreí y asentí con la mirada. Al estar ya vestida con mi diminuto uniforme, lo menos que quería era exponerme a la luz del sol. Salí tímida y me topé nada más y nada menos que con pelinegro, ahora denominado Julián Amador. -Buenas noches Anna. Estás más linda que de costumbre, chiquilla.- me sonrió fraternal y me dio un beso en el dorso de la mano. -Quería preguntarte algo antes de entrar al bar... ¿estás disponible para que pasemos a un lugar más privado? Me gustaría platicar contigo.- Ajá, ahí está la trampa. Me busca, me hace sentir especial y todo para al final pedirme que venda mi cuerpo por la módica cantidad de $200.00 por hora. -Lo ssisiento señor Amador, pero no estoy disponible. Sólo trabajo como mesera.- dije, intentando mantener la cordura y no temblar ante la propuesta. -Pequeñita, no quiero tener nada más que una plática contigo... ¿me concederías ese honor? Te prometo que sólo hablaremos.- me sonrió. Miré un segundo a Bastian, quien estaba muy interesado en la conversación que manteníamos el señor Amador y yo. -¿Puedo hablar contigo un segundo?- asintió y se giró adentro del local conmigo. -¿Qué hago Bastian? ¿Crees que solo quiera hablar? ¿O crees que estoy abriendo la puerta a algo más? Necesito tu ayuda... Eres alguien en quien confío.- le dije, a lo que el pelirrojo me sonrió. -Creo que si quiere platicar contigo... Realmente sé cuando alguien viene aquí únicamente a buscar un polvo y a él... Bueno, el sabe tu nombre, te ha sonreído como nunca he visto a nadie sonreír aquí. Creo que deberías darle una oportunidad... En cualquier caso, sabes que puedes gritarme y con gusto lo sacaré jalándolo directamente de las orejas, Annita.- me sonrió. -Gracias, sé que puedo contar contigo... Pues bueno, veamos que pasa.-

Regresé a la entrada y con amabilidad le confirmé al señor Amador que lo vería en el reservado #8, el cual era el más limpio de todo el lugar, a las 10:00 pm. -No te arrepentirás, pequeñita. Créeme cuando te digo que sólo quiero lo mejor para ti.- me sonrió y entró al lugar luego de pagar su obligada cuota. Al pasar a mi lado, dejó una tierna caricia en mi mejilla y caminó hasta el fondo, en la mesa #13, donde lo había atendido ayer. Con pesadez, revisé el reloj. 9:15. Faltan 45 minutos para saber si el señor Amador sí quiere platicar conmigo o buscará algo más. Piénsalo, lo peor que puede pasar es que Bastian te ayude a sacarlo de aquí si algo sale mal... Lo mejor que podría pasar es salir con más paga de la que habitualmente salgo de aquí. Asentí para mi misma y continué preparando los cocteles de bienvenida ante la atenta mirada del señor Amador, quien me veía con tranquilidad desde su mesa al otro lado del bar. Sentir su mirada era algo diferente a lo experimentado ayer... Ayer las miradas de los hombres me parecían sucias, con malas intenciones, con malas jugadas. Hoy, sentirlo a él, verme, entregarme a mi trabajo y saber que sus ojos estaban puestos en mi no era algo incómodo, por alguna razón. Apúrate, que queda poco para que comiences a trabajar. Seguí preparando las bebidas hasta que dieron las 9:55. -Ahora es la hora de la verdad, Anna.- dije en voz baja, sólo para mi. Caminé hasta la mesa #13 y le tendí la mano al pelinegro, quien la tomó con ternura y lo ayudé a encontrar el reservado #8. Es el momento de la verdad. 

-Ahora sí, señor Amador.- tragué saliva y me perdí por un instante en sus protectores ojos negros. -¿Qué quiere hablar?- me miró con intensidad y me sonrió fraternalmente. -Primero, siéntate, chiquilla. Veo que caminar con esos tacones no es lo más fácil del mundo para ti y no quiero que te canses.- me sonrió y palmeo el asiento a su lado derecho, el cual agradecí por lo bajo: caminar con tacones no es mi actividad favorita. -Lo escucho.- dije tajante, intentando averiguar sus verdaderas intenciones. -Anna, ¿qué haces trabajando aquí? Háblame de ti, pequeñita.- me sonrió y tomó mi mano por encima de la mesa. -Pppupues creo que mi vida privada no sería mucho de su interés... Trabajo aquí por necesidad.- dije bajo, disimulando el mal rato que pasaba trabajando ahí. -¿Por qué crees que no sería de mi interés?- lo miré asustada, acobardada ante la idea de que supiera mi vida. -Cccreo que alguien como usted no entendería lo que vive una persona como yo- ¿Por qué carajos le dijiste eso? ¿Sabes el problema en el que puedes estar al decirle algo así a un desconocido? ¿Y si está armado? Tragué saliva y agaché la mirada. -Anna, tienes una bella sonrisa, no la escondas agachando tus bonitos ojos.- ¿Bonitos ojos? ¿Bella sonrisa? -Creo que eres una jovencita espectacular, con muchas historias y verdades que contar. ¿Qué dices si me cuentas primero por qué necesidad estás trabajando aquí?- me sonrió y dejó una bonita caricia en mi mejilla. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas ante el contacto humano. -Tengo muchas ddededeudas, señor Amador.- dije casi en un sollozo. -Llámame Julián, por favor. ¿Deudas? Pero si apenas eres una jovencita... No tienes más de 20 años... ¿por qué tienes deudas?- preguntó con firmeza. -Señor, tengo 16.- confesé casi en un susurro. -Oh por Dios... ¿tus padres saben que estás aquí?- escuchar eso fue la catarsis que no sabía que necesitaba. 

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Luego de una rápida huida al baño donde lloré como nunca la muerte de mis padres, regresé al reservado y pedí una disculpa al pelinegro, quien respondió con ternura y bonitas palabras. -Mis padres no lo saben porque están...- la voz se me cortó de nuevo. -No hace falta que lo digas, peque. Entiendo por donde va el asunto.- dejó una caricia en mi mejilla y sonrió comprensivo. -¿Desde cuándo trabajas aquí?- respiré hondo. -Desde hace 2 años... Pasé un tiempo en el servicio de adopciones y en diferentes espacios de trabajo social... Tiene 2 años que busqué suerte por mi cuenta.- Confesé por primera vez en voz alta. -De acuerdo... ¿Tu jefe sabe que eres menor de edad?- Oh no... Acabo de afectar seriamente a Alexander con mis confesiones. ¡Tonta! ¿Qué pensé que hacía al abrir mi corazón con un desconocido? -Sisisi lo sabe... Pero por favor, no le diga a la policía... Alexander es el único que ha buscado ayudarme desde que me "independicé" y lo último que quiero es generarle un problema a ese buen hombre.- Sentí las lágrimas escurrir por mis mejillas. -De acuerdo, no le voy a decir a nadie... Pero tienes que prometerme que vas a dejar de trabajar aquí, pequeñita.- ¿Dejar de trabajar aquí? ¿Y como pagaría mis cuentas? -Lollo siento señor Amador, pero esta es mi única fuente de ingreso segura... Si no le molesta, regresaré a trabajar.- dije y tomé mi charola para regresar a servir mesas. Antes de salir, su fuerte mano tomó mi brazo con delicadeza. -Pequeña, siéntate un segundo Anna, te lo pido.- 

Como si de un imán se tratara, tomé asiento nuevamente a su lado. ¿Pero qué haces? Ya tienes que volver a cubrir el turno de Vanessa... Alexander se molestará si no terminas el trabajo. Pero, a pesar de la lucha interna de mis voces, no podía despegar la mirada del pelinegro. -Te quiero proponer algo, Anna. Algo que nunca te han propuesto...- tragó saliva y me miró con ternura. -¿Te gustaría ser mi bebé?- pasó un segundo hasta que mi cerebro logró retener la antes mencionada pregunta. -¿Cómo dijo?- pregunté asombrada, intentando ver si mi cerebro no me había traicionado. -Pregunté si te gustaría ser mi bebé, Anna.- sentía mi corazón latir a más de 1000 pulsaciones por minuto. La sangre corría en mis venas a una velocidad extraordinaria. El mundo se había paralizado ante la pregunta hecha por el pelinegro. -¿Pppero cocomo una bebé?- busqué rápidamente una salida, a lo que sus ojos sirvieron nuevamente como el más luminoso de los faros, que me atraía directamente hacia él. -No una bebé cualquiera, Anna. Serías mi bebé. Si te sientas conmigo por esta noche, podemos discutir los pormenores. Obviamente pagaré el tiempo contigo para que no tengas problemas con Alexander, ¿Te parece?- Sin saber si se trataba de la incógnita de la propuesta, el alivio de saber que Alexander no tendría problemas por tenerla como trabajadora en su bar o por saber que hoy me iría a casa con más dinero del que podía imaginar en mucho tiempo, asentí levemente. -Perfecto, pequeñita. Créeme que no te arrepentirás.- me sonrió y me miró antes de comenzar a hablar.

La pequeñita de papáWhere stories live. Discover now