Capítulo 1: Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita

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Al llegar, los cadeneros del lugar me saludaron amablemente y me permitieron entrar a los reservados donde me cambié a mi uniforme de trabajo: una diminuta falda y una camiseta con un pronunciado escote, combinados con unos sugerentes tacones de aguja. Tras ponerme un poco de sombras en los ojos y un brillante labial rojo, salí al bar donde comencé a preparar los cocteles de bienvenida que se daban al llegar al establecimiento. Gracias a mi par de años de práctica, finalicé rápidamente con la tarea y pude descansar un minuto, hasta que fue la hora de llegada de los clientes.

Atareada, comencé a llenar las copas y vasos de los clientes con los licores elegidos, así como entregándolos a las meseras quienes me ayudaban a repartirlos con ellos. Por un instante, permití que mis ojos soñaran con bonitas fantasías lejos del tugurio donde me encontraba, hasta que Alexander se acercó a mi sacándome de mi ensoñación. -¿Cómo está mi bartender favorita? ¿Hoy comiste?- me sonrió, acomodando un mechón de pelo tras mi oreja. -Si señor, comí y me siento bien.- me había vuelto buena mintiendo, pero no me parecía justo mentirle al chico que me había abierto las puertas del mundo laboral. -Muy bien linda. Tengo algo que proponerte... ¿Quieres?- me sonrió. Asentí. -Bueno, Vanessa no pudo venir por un problema familiar y no tengo mesera para la siguiente hora... Se que nuestro acuerdo incluye que no salgas del bar, más porque aún eres menor de edad y no queremos problemas con la policía... Pero necesito saber si me apoyas con esa labor en un rato. Te pagaría el doble de propinas, ¿te agrada?- Escuchar que la paga aumentaría sin lugar a dudas llamó mi atención y, al tratarse de una actividad de una sola vez ¿qué podía salir mal? -Claro que sí señor Alexander, cuente con ello.- me sonrió y me entregó una charola. -¡Dale, gracias linda!- dijo y se fue de vuelta a su oficina. 

Al iniciar mi turno como mesera, pude sentir una sensación que nunca había conocido: ser observada más de cerca como un pedazo de carne. Pasearme entre las mesas con una charola y mi diminuta falda no era la mejor idea pero pensar en un ingreso extra... Quizás con eso podría darme el lujo de pagar un mes una suscripción de cable o comprar comida más nutritiva. Con nerviosismo, caminé hasta una de las mesas de la esquina cargando un par de cocteles en mi charola cuando sentí la mano de un hombre tocar mi hombro, girándome para verlo. -¿Estás disponible para pasar un rato a solas, preciosa?- preguntó con un evidente olor a whisky en el aliento. -Lo siento señor, no estoy libre.- dije amistosa, intentando no molestar al hombre en cuestión. -De acuerdo preciosa... avísame si estás libre para que me digas cuánto vale tu hermosa compañía.- le dio un beso al dorso de mi mano y se alejó, no sin antes darle una mirada a mi trasero. Con las mejillas rojas y las lágrimas en mis ojos, caminé hasta la mesa y entregué las bebidas. 

Una vez que tuve la bandeja vacía, corrí lo más rápido que me permitían los tacones para encerrarme en el baño y llorar la experiencia que acababa de vivir. Justo antes de entrar al baño, un hombre de unos 30 años salió del WC contiguo y me sonrió al momento en que nuestros cuerpos ligeramente chocaron. -Discúlpame pequeña, no quise asustarte.- me dijo, ante el evidente susto que recibí al chocar con él. -Nnnoo se pppreocupe señor, fue mi cucuculpa por ser tan descuidada.- dije con la mirada baja, escondiéndome de sus amenazantes ojos negros. -No pequeña, perdóname. Debí tener más cuidado al abrir la puerta. ¿Estás bien?- ¿Por qué este hombre está siendo tan amable sin pedirme pasar a los reservados? ¿Acaso está bien de su cabeza? -Sisisi señor... Discúlpeme, debo regresar a trabajar.- dije y agaché la mirada aún más, girando sobre mi eje y dirigiéndome a la barra para recoger más bebidas con la respiración agitada. 

Luego de un par de horas, recibí una comanda para llevar una bebida llamada"Little Princess" a la mesa #13. Asentí al recibir la orden y caminé a la mencionada zona donde me encontré con el pelinegro del baño. Dios mío, lo que me faltaba. -Su bebida, señor.- dije, buscando no entablar contacto visual con el hombre. Intento fallido. -Gracias pequeñita... ¿estás bien? Te noto cansada, chiquilla.- dijo, tomando con gesto paternal mi mano entre la suya. -Sisisi señor... Debo regresa a trabajar.- dije nuevamente y corrí a la barra. Escondí un minuto mi cabeza entre mis manos e intenté que mis ojos viajaran a un espacio donde no me sintiera así... No sabía clasificar el sentimiento. ¿Nervios? ¿Miedo? ¿Necesidad? Sin saber el real sentimiento, continué sirviendo bebidas ante los ojos de hombres que buscaban desnudarme con la mirada. Y todo estaba tranquilo... O parecía tranquilo. 

A eso de las 3:00 am terminó mi trabajo y tomé con velocidad mi ropa para cambiarme. Durante el restante de la noche, no coincidí con el pelinegro y eso me hacía sentir tranquila, aunque sabía que estaba ahí. Luego de vestirme con unos pantalones negros y una camiseta rosa pastel, me despedí de las chicas, recogí mi paga del día en la entrada y salí por la puerta de servicio. -Disculpa, pequeñita.- escuché que alguien decía a mis espaldas. Me giré sobresaltada y me encontré con el pelinegro de ojos como la noche, quien me sonreía con desbordada ternura. -Bbbuenas nnnoches señor...- dije tímida, buscando una ruta para correr si las cosas se ponían feas. -Pequeña, no tengas miedo. Sólo quiero llevarte a casa, no quiero que a estas horas de la noche subas a un taxi o te pongas en riesgo.- ¿Por qué quiere llevarme a casa? ¿No es eso más sospechoso que subirme a un taxi?  -¿Qué dices?- insistió. -Lllo siento, nnono debo subirme a autos de ddesconocidos.- dije, intentando que la voz no se quebrara al hacerlo. -Créeme que lo último que quiero es lastimarte, sólo quiero tu bienestar.- Este sujeto no me conoce... ¿qué está pasando? -Gracias seseñor, pero caminaré a casa.- dije, lo más segura que pude. -No te presionaré a nada, pequeñita. Si hoy no quieres que te acompañe, lo entenderé.- Respiré hondo al escucharlo. -Sólo, quiero pedirte algo.- sonriente me miró y completó -Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita.- me guiñó fraternalmente el ojo y arrancó el motor. Al verlo alejarse, caminé en dirección contraria y pensé ¿Pequeñita? ¿Sólo quiere lo mejor para mi? Supongo que los efectos del alcohol pueden ser tantos que hay algunos que desean dar su dinero a causas perdidas, como yo. 

***

Llegué a casa agotada y sólo pude acostarme para dormir lo más posible antes de levantarme para vivir un nuevo día de trabajo. Sin embargo, al cerrar los ojos, no podía pensar en algo más que no fueran los profundos ojos del pelinegro y en como su mano -evidentemente más grande que la mía- se fusionaron al momento en que le entregaba el coctel. Ya duérmete, Anna. Mañana no puedes dormirte cuando estés trabajando. Sonreí con desgana y apagué la pequeña luz de noche que estaba a mi lado, intentando pensar en algo que no fueran las cuentas, las deudas, mis padres y los cobradores... Y menos aún en el pelinegro. 

La pequeñita de papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora