Capítulo tres

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2022

Las gotas de sudor quedaron atrapadas entre las hebras finas de la toalla. Acabó el cardio matutino a una hora excelente, revisó su reloj digital comprobando las estadísticas y respiró hondo, con intenciones de calmar los latidos que repiqueteaban contra el pecho.

Un golpeteo en la puerta atrajo su atención y por ella apareció el ama de llaves—. Señor Byun, ¿prefiere el desayuno antes o luego de un baño?

—Comeré algo en la oficina, pide que preparen el coche y llama al chofer por mí —ordenó, apagando la máquina bajo su cuerpo—. Ah, y no olvides el pato para la cena, tendremos invitados esta noche.

El ama de llaves desapareció tras asentir, dejando a Baekhyun tan solo como siempre. Él, quitándose las gotas que recorrían su rostro, bajó de la bicicleta estática arrastrando los pies hasta el cuarto de baño del gimnasio personal. No agradecía nada más que los excéntricos gustos de su difunto padre quien había convertido la gran mansión en un lugar imposible de dejar.

Agradecía sí que éste estuviera muerto para poder disfrutar el lugar.

Mientras pensaba en lo bien que era no contar con el maldito de su padre, se embetunó el cuerpo con su loción avainillada preferida, frotando cada pedazo de su piel con esmero, borrando todo rastro de sudor. El agua continuó quemándole la piel durante un buen rato y, al mismo tiempo, una nube de vapor cubrió el espacioso cuarto de baño. Cerró los ojos esperando que todo fuese un sueño, con la ilusión de ser un hombre normal, con un trabajo mediocre y cuentas por pagar, pero no lo era, por elección o presión, él seguía siendo Byun Baekhyun.

En un abrir y cerrar de ojos adornaba los puños de su camisa con relucientes gemelos frente al gran espejo de su vestidor. No llegaban a ser las seis y estaba listo para el trabajo, había firmado autorizaciones burocráticas la tarde anterior y, en su agenda del día, tenía anotada una junta diplomática con su abogada media hora después del almuerzo.

Se despidió del personal de cocina con un asentimiento al atravesar el cuarto para buscar su batido proteico, las mucamas pasaron por su costado moviendo tandas de ropa de cama de un lado para otro y el ama de llaves lo despidió con una reverencia antes de que él se fuera por la puerta que llevaba hasta el garaje.

Acomodarse en el asiento trasero fue la tarea más fácil del día, aprovechó el tiempo para revisar los correos electrónicos para mantener su bandeja de entrada vacía. La mayoría eran correos informativos y saludos de cumpleaños por parte del equipo de Recursos Humanos, los odiaba, y el resto constaba de peticiones para reuniones que seguramente serían filtrados por secretaría. La ansiedad arraigada en él lo hizo fijarse en la hora al menos cinco veces durante el trayecto, tratando de controlar todo lo que tenía al alcance.

—Llegamos, señor —se encontró con los ojos de su chofer en el retrovisor mientras entraban al estacionamiento del rascacielos.

Sin esperar porque el chofer le abriera la puerta, Baekhyun salió del vehículo con su teléfono en mano, escondiendo la libre dentro del bolsillo de sus costosos pantalones de vestir—. Nos vemos a la hora de siempre, Sungchang.

Fue gentil al decirlo, pero también autoritario. El chofer se despidió con una reverencia y, cuando lo vio dentro del elevador, echó a andar el automóvil, desapareciendo por donde había llegado.

Baekhyun recibió con una sonrisa a los trabajadores que ingresaban al ascensor y, al momento de poner un pie en la penúltima planta, donde se encontraba su despacho, fue interceptado por su mejor amigo: Minseok, el eterno sin nada que hacer.

—¿Llegas aquí tan temprano por...?

Minseok bateó sus pestañas y se acomodó frente al imponente escritorio de vidrio que albergaba una montonera de papeles importantes—. Anoche me quedé pensando... Yunho no dejó de moverse en toda la noche y recordé que cancelaste nuestros lindos planes por un montón de niñatos como tú, ¿qué tal con eso?

Class of 2010Where stories live. Discover now