𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑼𝑵𝑶

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"𝙽𝚒𝚌𝚑𝚘𝚕𝚊𝚜 𝙼𝚊𝚢𝚋𝚊𝚗𝚔 𝙷𝚊𝚛𝚍𝚢"

"𝙽𝚒𝚌𝚑𝚘𝚕𝚊𝚜 𝙼𝚊𝚢𝚋𝚊𝚗𝚔 𝙷𝚊𝚛𝚍𝚢"

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CONNELL HOLLANDER

—¡No encuentro mi monedero! —exclama Nicole, sacando una vez más todas las cosas que llevaba en el bolso que ha traído al viaje.

La llamada del señor Maybank había cambiado completamente de dirección nuestro planes. Según la rubia de los cabellos rizados —y de lo que yo me había podido enterar porque cuando coge carrerilla al hablar no hay quien entienda lo que dice—, Siena se ha puesto de parto hace una hora y media y, aunque su padre le ha dicho en que no hay ningún tipo de problema y que puede estar tranquila, Nicole ha empezado a comportarse como si estuviéramos ante una alerta por tornado. Lleva quince minutos recorriendo la habitación medio desnuda, mientras coge todo lo que ella cree que es suyo y que debe estar cuanto antes metido en la maleta y diciendo que tenemos que darnos prisa en encontrar un billete de ferry lo más pronto posible.

Y yo..., bueno, yo estoy aquí, sentado en una de las sillas que tiene la habitación en la que estamos, con los pantalones a medio poner e intentando relajarme porque, a diferencia de ella, no he conseguido que se me baje la erección. No cuando sigue paseándose medio desnuda de un lado a otro y recordando constantemente todas las cosas que le hubiera gustado hacer si no le hubiera llamado su padre en un momento tan crucial para nuestra relación.

Y soy muy feliz, lo juro que lo soy, porque estoy seguro de que, en cuanto se le bajen los niveles de estrés que la tienen recorriendo la habitación como si se hubiera metido un chute de estasis, será consciente de todo lo que esta soltando por toda esa boquita y se pondrá coloradísima porque ella no es una persona que vaya hablando del sexo tan abiertamente como lo esta haciendo ahora mismo.

Aun así, no puedo parar de mirarla y de pensar en lo afortunado que soy por estar presenciando este momento. Aunque se haya pintado a Nicole muchas veces de inalcanzable, como lo han hecho conmigo, no es más que una chica de veintiún años a la que le apasiona el patinaje sobre hielo, el batido de chocolate y que lo vive todo al máximo porque así es ella. No puedo parar de pensar en lo afortunado que soy por haberla encontrado aquella tarde en el vestuario de chicos, aunque, siendo sinceros, me encontró ella a mí. Y ahora, estoy aquí sentado, viéndola corretear de un lado a otro y a punto de presenciar junto a ella uno de los momentos más importantes de su vida.

—¡Connell, por Dios! ¡¿Has encontrado los billetes?! —Nicole viene a mi como un toro embravecido y se para delante con los brazos cruzados y el pelo revuelto por estar toqueteándoselo todo el rato mientras recoge.

—¿Qué? —pregunto, totalmente ido de lo que estoy viviendo en esta habitación.

—Que si has encontrado algún billete para las próximas horas.

—¡Ah, sí! —sacudo la cabeza y me incorporo un poco para centrarme bien en la conversación que estamos teniendo—. Sale uno en media hora —informo, despreocupado. Los ojos de Nicole se abren con brusquedad y sus brazos caen inertes a los laterales de su cuerpo.

SALVANDO MR SKI LOUNGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora