𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝒁

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"𝚅𝚎𝚜𝚝𝚒𝚍𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚎𝚗𝚝𝚎𝚓𝚞𝚎𝚕𝚊𝚜 𝚢 𝚟𝚘𝚕𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜"

"𝚅𝚎𝚜𝚝𝚒𝚍𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚎𝚗𝚝𝚎𝚓𝚞𝚎𝚕𝚊𝚜 𝚢 𝚟𝚘𝚕𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜"

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NICOLE MAYBANK

Aquella mañana me había levantado más feliz que otros días. No había sido ningún problema levantarme temprano, coger las cosas e irme derechita a la universidad sin quejarme por el camino de lo cansada que estaba, de lo que me dolían los brazos por la clase de hockey de ayer y de lo largo que se me iba hacer hoy el día hasta que me tocase la hora de entrenar. No. Había sido todo como si madrugar no fuese un problema, como si no odiara ir a las clases para escuchar a los profesores leer las diapositivas de hace veinte años o tener que aguantar la larga espera que el autobús que me llevaba a casa tenía después de los entrenamientos.

Aquella mañana había sido consciente de que algo muy divertido iba a ocurrir y fue la primera vez que se me pasó por la cabeza el pensamiento de querer acabar el entrenamiento para poder darles esas clases a los chicos de hockey. Bueno, en realidad, querer darle el uniforme especial a una persona en concreto.

Cuando le conté a Martina que es lo que le tenía preparado a su hermano en una llamada hace un par de días, casi es ella la que se encarga de hacer el resto del trabajo. Todos los que conocíamos a Martina sabíamos que una de sus hobbies favoritos era molestar a su hermano, así que, en cuanto le dije que es lo que había pensado a raíz de la clase de hockey que habíamos el mismo día que la llame, casi atraviesa la pantalla del portátil para darme las gracias por haber pensado en ella para hacer aquello.

—¡No puedo creer que toda esa maldad la tengas metida en ese cuerpecito, reina del hielo! —el mote hizo que un escalofrío recorriera mi columna vertebral. No tenía ningún problema con él, pero sí que es verdad que venía a mi cabeza una persona en particular que sabía cómo y cuándo usarlo.

—Tampoco es para tanto —intenté excusarme. Lo mires por donde lo mires, la idea era una completa gilipollez.

—Vas a darle unas mallas rosa chillón al mismísimo capitán del equipo de hockey, si eso no es suficiente para ti... —no pude contener la sonrisa al escuchar lo que había dicho mi mejor amiga. Vale, puede que la idea fuera una auténtica gilipollez y que, desde fuera, la reacción era la más infantil que alguien de mi edad podía hacer, pero sentía una corriente totalmente distinta cuando se trataba de hacer enfadar al capitán del equipo de hockey y que entre nosotros se instalara una guerrita divertida e inocente

—No me puedo creer que toda esta maldad esté dentro de este cuerpecito —repetí con una sonrisa orgullosa, mientras me señalaba. Martina soltó una carcajada escandalosa y tiró de mí para que pusiéramos en marcha nuestro plan.





Martina y yo nos dedicamos una mirada cómplice cuando Connell cambió su cara en cuanto oyó mis palabras. Ninguno de los chicos se había percatado de que el capitán del equipo de hockey no los seguía hasta que vieron que no estaba con ellos en la salida de la pista. Entonces, todos se quedaron mirando con curiosidad en nuestra dirección. Gael, que permanecía a unos metros de distancia de Connell, intercaló la mirada entre su mejor amigo y nosotras.

SALVANDO MR SKI LOUNGEWhere stories live. Discover now