𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶

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"𝙲𝚊𝚖𝚋𝚒𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚙𝚛𝚘𝚝𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚑𝚘𝚌𝚔𝚎𝚢 𝚙𝚘𝚛 𝚕𝚘𝚜 𝚟𝚎𝚜𝚝𝚒𝚍𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚎𝚗𝚝𝚎𝚓𝚞𝚎𝚕𝚊𝚜"

"𝙲𝚊𝚖𝚋𝚒𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚙𝚛𝚘𝚝𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚑𝚘𝚌𝚔𝚎𝚢 𝚙𝚘𝚛 𝚕𝚘𝚜 𝚟𝚎𝚜𝚝𝚒𝚍𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚎𝚗𝚝𝚎𝚓𝚞𝚎𝚕𝚊𝚜"

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CONNELL HOLLANDER

Nunca me ha gustado el despacho del director.

Solo lo pisé una maldita vez y, con esa vez, me había quedado claro que jamás volvería a poner un pie en esta sala. Por aquel entonces había otro entrenador. Una al que echaron después de que la vez que pisé esta habitación. Ahora no quedaba ningún elemento de aquella época, pero los recuerdos seguían aflorando en mi cabeza cuando había algo que me hacía volver a ese momento en concreto.

El entrenador Reynolds estaba echándonos la bronca, sabía que no estaba echando cuenta, pero no me llamó la atención. También sabía que Nicole me estaba matando con sus ojos azules por dejarla sola ante la charla. Intenté mantener la calma, centrarme en lo que estaba pasando entre aquellas cuatro paredes. Pero todo estaba siendo muy complicado para mí. Sobre todo, cuando mi mirada se posó en un rincón en concreto.

En ese rincón.

Un escalofrío me recorrió la columna cuando una imagen se posó en mi cerebro. Casi me entran ganas de llorar, pero había aprendido con el tiempo que no tenía ningún derecho a llorar por culpa de aquellos capullos que se hacían llamar mis amigos. Aparté la mirada y le respondí al entrenador con una promesa por parte de Nicole y mía, después de que esta me diera un golpe muy mal disimulado. La respuesta me salió automática y, cuando vi la sonrisa satisfecha de mi entrenador, volví a desconectar de aquella conversación que empezaba a ser repetitiva.

La rubia de los pelos rizados me miraba con una mezcla entre la curiosidad y la preocupación al ver mi estado de ánimo y mi postura tensa sobre la silla. Nadie sabía nada de lo que pasaba en mi cabeza. La gente pensaba que por ser el capitán del equipo, la futura superestrella de la National Hockey League, mi vida no estaba llena de problemas. Que todo me salía a pedir de boca y que solo tenía que tocar una campanita para que todo el mundo estuviera a mis pies. Pero nada más lejos que eso, todavía tenía momentos de bajón cuando me acordaba de todo lo que me pasó cuando era más pequeño. Todavía me costaba sobrellevar que la gente comentara sobre mí lo que quisiera, solo por el simple hecho de llevar la etiqueta de capitán. Que la gente asimilara cosas de mí solo por haber oído de una reputación que ellos mismos se habían encargado de crear a mi costa. Sin conocerme.

No le devolví la mirada. No quería que me viese flaquear. Que conociera ese rincón oscuro en el que tanto me atemorizaba estar. Nicole era una de las pocas personas que se atrevía a decirme las verdades a la cara, importandole bastante poco que fuera el hermano de su mejor amiga o el capitán del equipo de hockey. No, para ella solo era Connell Hollander, un chico con el que se topó una vez en los vestuarios y con el que ha tenido que convivir durante unos cuantos años de su vida aunque fuera de manera indirecta. Yo la consideraba de las pocas personas de las que me podía fiar. Y no porque estuviera coladito de ella hasta los huesos, no. Sino por el hecho de nunca haberme visto como una persona superior. Ella me consideraba igual que ella. No una persona idolatrada, como muchos de mis compañeros de universidad y resto de universidades me consideraban. Así que, que supiera esa parte de mí a pecho descubierto, me aterrorizaba. Porque no quería volver a sufrir. Yo no quería enseñarle a la gente partes de mí que estaban muy escondidas.

SALVANDO MR SKI LOUNGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora