IV: Bittersweet symphony

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Por un momento, pensó que podría unir su familia a aquella que no conocía. Pensó que podría olvidarse de todo lo que sucedió mal en el pasado y formar ese lazo familiar que nunca sintió durante su niñez en Yokohama. Pensó que así, Chuuya volvería a llamarla "ane-san" y a escribir poemas para ella.

Pero estaba equivocada. Y no creyó que doliera tanto ver que su hermano pequeño corrió hacia los brazos de Paul y Arthur antes que hacia los suyos, pero esa era una espina que ella misma había clavado tanto en su pecho como en el del otro. Sin embargo, Chuuya parecía haberse quitado esa astilla, o tal vez simplemente aprendió a ignorar la molestia, al igual que ella.

Pero seguía ahí. Y cada vez que presenciaba esos momentos y esa lejanía, volvía a arder.

Forzó una sonrisa, dejó que Kyoka corriera a abrazar a Chuuya como siempre lo hacía cada vez que lo veía, y se mantuvo tranquila. No dolía la mirada apagada, casi indiferente, que Chuuya le dirigía. No, no dolía, se repitió, y se obligó a creer esa mentira.

Aquel empleado de Rimbaud, Adam, los guio fuera del aeropuerto y luego se llevó sus maletas y al perro hacia el hotel en el cual se hospedarían. Kouyou había querido buscar su propio alojamiento para ella y Kyoka, pero Rimbaud se lo impidió y, aunque no quería, tuvo que aceptar que el hombre pagara su estadía. Bien, al menos Kyoka parecía feliz de poder ver más seguido a sus tíos y ante la expectativa de pasear a aquel perro tal como Paul se lo prometió.

Luego de que Adam se marchara, Rimbaud mencionó que no habían almorzado y Chuuya, que no se había alejado ni un paso de él, los llevó hacia un restaurante que pensó que les gustaría. Y estaba en lo correcto. El local era agradable, la comida deliciosa y la vista hermosa, pero Kouyou no pudo disfrutarlo plenamente.

Incluso si estaban sentados en la misma mesa, Chuuya solo hablaba con Paul y Rimbaud, a veces en japonés, a veces en francés. Preguntaba sobre la salud del pelinegro, los vecinos que dejó atrás, los locales que extrañaba visitar, o sobre la última canción que escuchó en la radio o aquella en la cual estaba trabajando con su banda. Recordó un parque cerca de casa en el cual le gustaba pasear, y mencionó el tono marrón rojizo que las hojas adquirían al llegar el otoño.

Extrañaba ese color, mencionó, pero por alguna razón, ya no tanto. Tal vez se debía a que había otra cosa marrón rojizo que podía observar, y Kouyou pensó brevemente en aquel hombre con ojos de ese color, aquel que escuchó a Chuuya cantar en ese pasado concierto de Navidad.

Ese hombre... era él, ¿no? Esa otra persona que Chuuya sí aceptó volver a dejar entrar en su vida.

Qué suerte la suya. Qué agridulce sentimiento.

En algún momento, Chuuya dejó de distraerse con la plática de Rimbaud y Paul, y recordó que Kouyou también estaba ahí. Kouyou volvió a sonreír con esa falsa cordialidad e intentó no expresar lo excluida que se sentía. al menos, hacían partícipe a Kyoka de la conversación, y de todas formas no tenía ánimo para hablar, solo quería saber de una vez que más harían en Kyoto durante esa semana, pero si cada día sería de esa forma, entonces no quería quedarse por mucho tiempo más.

Sin embargo, esa visita no era solo para ver a la "familia", sino que había otras intenciones que le ocultaron tanto a ella como a Chuuya. A mitad de aquel incómodo almuerzo, Rimbaud sonrió, pero esta vez, esa sonrisa se dirigió a ella.

Kouyou no sabía cómo sentirse ante ese gesto. El recelo infantil que sentía hacia él seguía ahí, pero mientras más escuchaba sus intenciones, mientras extendía una mano que recibía demasiado tarde, no sabía qué pensar. Paul ya lo sabía, claramente. Chuuya estaba tan confundido como sorprendido, y Kyoka emocionada e ilusionada.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now