IV: Contradictory words

3.1K 281 567
                                    

Siendo el adolescente solitario que alguna vez fue, era normal que pasara una insana cantidad de horas navegando por internet, pero si no fuese por esa soledad, jamás hubiese conocido esa canción, ni mucho menos al guitarrista quien la compuso.

Dos años antes de mudarse a Kyoto y comenzar la universidad, sus madres adoptivas, Chiyo y Taeko Nakajima, se vieron obligadas a trasladarse de Tokyo a Yokohama a mitad de su año escolar. Atsushi dejó atrás a las pocas amistades que logró formar durante esos años, también a esa pequeña casa de amplio jardín a la cual tan apegado se sentía desde que llegó a ella con seis años.

El día de la mudanza, cuando todo ya estaba dentro de cajas, el camión de traslado en la entrada y él dentro del auto, sosteniendo a Byakko, su gato, entre sus brazos, no pudo evitar llorar un poco.

Se sintió avergonzado cuando sus madres notaron que el adolescente de 16 años lloraba, y ocultó su rostro contra el pelaje blanco de su mascota sobre su regazo. Sin embargo, Taeko intentó consolarlo, diciéndole que el nuevo lugar al que irían era mejor, que haría más amigos y que su nueva secundaria le gustaría mucho más. Atsushi sabía que no sucedería, no solamente porque llegaría a mitad del año escolar, cuando todos los grupos de amigos ya estaban formados, sino también porque era un hijo adoptivo y, aunque registraba como el hijo biológico de una de ellas en los papeles oficiales ―para evitar los prejuicios que se mantenían entre la sociedad japonesa por la falta de lazos sanguíneos―, se darían cuenta de que no había parentesco entre él y ellas. Incluso si Chiyo se había esforzado por mantener su cabello decolorado y platinado para parecerse más a él, las preguntas sobre su familia nunca se detuvieron.

Él sabía que los comentarios y los murmullos continuarían, ellas también. Sabían que seguirán siendo juzgadas no sólo por el hijo que decidieron adoptar, sino también por el estilo de vida que tanto intentaban mantener alejado de las miradas curiosas. Ojalá nadie hablara, ni actuaran con tanta amabilidad frente a sus caras, solo para después juzgarlas. Ojalá sus palabras no fueran contradictorias, pero ya estaban acostumbradas, y Atsushi también.

Pero eso no significa que no fuese difícil llegar a un nuevo lugar y volver a pasar por todo el mismo proceso otra vez; con vecinos nuevos que hablarían de ellos a sus espaldas, con compañeros de clase que le mirarían como a un bicho raro por el color de su cabello, y luego por la familia de la cual provenía. Al menos tenía los libros y la música.

El viaje a Yokohama no fue tan largo, solo casi 50 minutos. Durante todo el tiempo, sus madres mantuvieron la radio encendida, cambiando de vez en cuando la estación, escuchando aquellas que sabían gustaban a Atsushi más que otras, y mirando al adolescente por el espejo retrovisor. En el asiento trasero, con Byakko dormido en su regazo y ronroneando suavemente, el albino se mantuvo en silencio, leyendo un libro y sin querer hacerse ilusiones sobre su nueva vida en la ciudad portuaria.

Al final, sucedió como lo había previsto. La casa nueva era cómoda, un poco más grande que aquella que dejaron en Tokyo y estaba en un buen barrio; no muy ostentoso, pero tampoco precario. Tenía más espacio en su habitación, a Byakko parecía gustarle la nueva torre que compraron para él, pero el jardín era pequeño; vacío, no tenía suficiente césped ni plantas, ni a él ni a su gato les gustaba salir al exterior. Además, el otoño aún no terminaba y Atsushi no podía salir a tomar el sol sin estornudar.

Su alergia realmente llamó la atención en su nueva secundaria, sus estornudos siempre interrumpían la clase y él, avergonzado, se disculpaba e ignoraba la mirada que sus nuevos compañeros le envían. De igual forma, nadie le hablaba. Los grupos ya estaban formados y almorzaba cada día solo, con un libro a la derecha y con su teléfono reproduciendo distinta música a la izquierda.

Ir a la escuela era una tortura, caminar de regreso a casa también. Los vecinos siempre le observaban salir y volver a su hogar; cuchicheaban sobre él y sus madres. Rápidamente se dieron cuenta de que no era el hijo biológico de ninguna de las dos mujeres y de la relación entre ellas. Y hablaron mucho más.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now