IV: Bittersweet symphony

Start from the beginning
                                    

Al menos eso mantendría ocupada su cabeza.

Paul se giró hacia ella y le dijo algo, pero estaba tan distraída que, aunque lo escuchó, no acabó por entender qué estaba diciendo. Notó una llave en las manos del hijo mayor de su madre y luego Chuuya también miró hacia atrás, pero no le habló a ella, sino a Kyoka. Extendió su mano y su hija no dudó en soltar la suya para tomar aquella que su tío le ofrecía. Luego, Arthur también extendió la suya, y Kyoka utilizó su mano libre para también aferrarse a él y seguirlos al interior del local vacío.

Kouyou casi lo sintió como una traición, pero su hija se veía tan feliz junto a sus tíos, Chuuya sonreía tan sinceramente... Dolía, pero no podía molestarse con ellos.

―¿Kouyou? ―llamó Paul, esperándola junto a la puerta y manteniéndola abierta para ella―. ¿Qué haces ahí? Ven, entra. Después de todo, este será tú lugar.

Su lugar... No lo había pedido, ni siquiera quería aceptarlo, pero Kouyou se forzó a sonreír con un cordial agradecimiento, empujó hacia el fondo de su cabeza todas sus dudas y entró, siguiendo a Paul por el lugar y pensando que no debería estar ahí.

Dos semanas atrás, Paul la llamó. No solían hablar mucho entre ellos, ambos estaban bastante ocupados cada uno con su vida: él con sus asuntos en Francia, ella intentando mantener su boutique a flote, y aunque mantenían el contacto, Kouyou nunca logró sentir profundamente ese lazo familiar que Chuuya sí sentía con él.

Tal vez se debía a que, entre ella y Paul, había más diferencias que similitudes, mientras que Chuuya compartía características con ambos. Él y Paul se parecían mucho a su madre; ella y Chuuya heredaron el cabello rojizo de esa mujer, aunque Kouyou había pasado los últimos siete años oscureciendo el tono hasta un rojo cerezo para olvidarse de su parentesco con ella, pero más allá de eso, no había parecido.

Cualquiera podía notar que Chuuya era hermano de ambos, pero si solo miraban a Kouyou y Paul, nadie notaría que compartían la mitad de la sangre. Tal vez esa falta de similitudes impedía que se hicieran más cercanos, pensó la mujer. O tal vez era su idea del resentimiento que el hijo mayor de su madre guardaba por ella, por haber dejado al menor solo en Yokohama.

Está bien, "querido" hermano mayor, yo tampoco puedo perdonarme a mí misma por eso.

De todas formas, Paul la llamó y le habló sobre el viaje. Dijo que sería un regalo de cumpleaños atrasado para Chuuya, aunque el chico ya había recibido de ellos varios presentes el pasado veintinueve de abril, y uno de ellos podía verlo en forma del pendiente en su oreja izquierda; el cráneo de un carnero de plata que Arthur le envió desde Francia.

Kouyou también le envió su regalo desde Tokyo: una yukata que había confeccionado exclusivamente para él y con la cual esperaba verlo en algún momento, aunque solo recibió un gracias a través de un mensaje de texto. Intentó no decepcionarse, y cuando Paul le comentó que quería que ella y Kyoka los acompañaran a Kyoto para ver a Chuuya, aceptó sin pensarlo dos veces.

Quería poder hablar con su hermano pequeño cara a cara, tal vez disculparse por la última discusión que tuvieron, y darle la oportunidad a Kyoka de pasar tiempo con los tíos que no conocía. Cuando se lo comentó, la niña parecía bastante emocionado por ese viaje y no parecía muy molesta de ausentarse de clases por al menos una semana, así que pensó que todo iría bien.

Recogieron a Paul y Arthur cuando llegaron a Tokyo, y los alojaron en su hogar antes de que tuvieran que volar hacia Kyoto. Ese fin de semana fue bueno. Pudo hablar un poco más con el hijo mayor de su madre, pudo olvidarse de que Chuuya prefería más a aquel hombre de cabello negro que a ella, y Kyoka estaba feliz de tener mucha más familia, y ella también.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now