08. "Un Erróneo Despertar"

117 123 2
                                    

Nuevamente me levanto desorientada, sin embargo, en esta ocasión, no demoro en aterrizar forzosamente sobre la que es mi horrible realidad desde hace algunas horas.

“Creo que ya empiezo a cogerle el truco a esto de recuperar el sentido tras un desmayo”, concluyo con amargura. “Un minuto, se suponía que no volvería a pasar.”

De inmediato intento moverme, así descubro que esta vez sí estoy atada de pies y manos y sentada en una silla. Siento un ligero ardor en mis muñecas al contacto con la soga cuando hago un infructífero intento por liberarme.

Rápidamente unas voces discutiendo acaloradamente a mi alrededor captan mi atención. Por sus tesituras, sé que se trata de un chico y una chica. Y créanme, soy capaz de reconocerlo a la perfección ya que están peleando a gritos, tan alto que mis tímpanos martillean en una queja conjunta, rogando porque se detengan.

—Las cosas no debían pasar de esta manera. Ella tendría que estar junto al resto, enfrentándose a sus peores miedos en los desafíos mortales que diseñamos específicamente para ellos.

—¡Ingirió arsénico! ¡Eso también estaba fuera del plan!

—¿Y por qué no la dejaste morir? Eventualmente iba a ocurrir, ¡daba igual si no lo habíamos planeado de esa forma!

¿La buena noticia? Parece que el arsénico no es tan letal. ¿La mala? ¡Joder, mi cabeza me está matando!

—¡Porque no se me pegó la jodida gana!

—Agh —me arrepiento casi instantáneamente, mas no puedo contener el ronco gemido de dolor que escapa de mi garganta cuando él grita lo último tan cerca de mi posición.

Incluso si tiene la máscara de por medio, mis oídos retumban y mis sienes palpitan a causa del estridente sonido. Tengo la sensación de que mi pobre cerebro podría derretirse y convertirse en papilla de un momento a otro como no regulen el volumen de su estúpida disputa.

—Genial, ya despertó.

Estoy demasiado enfocada en intentar disminuir mi sufrimiento para prestarle atención a quien sea que haya dicho eso.

—¡Lila! Tranquila, estás bien, estás bien. Todo está bien —Él (ya saben, el que está como una cabra) intenta tocar mi rostro, aunque, no se lo permito. —No voy a hacerte daño, no tienes que temer. Estás a salvo.

Algo en las motas doradas de sus ojos castaños me resulta exasperadamente familiar, y me fastidia enormemente no poder identificar qué es exactamente aquello que me transmite tanta calidez. Especialmente, cuando lo hallo en los ojos del loco que me ha secuestrado.

Tengo mil y una ofensas atragantadas, que no alcanzan a ser expulsadas de mi boca. Quizás porque la ingesta de arsénico ha dañado temporalmente las conexiones entre mi cerebro y mis habilidades de habla o quizás porque reconocer a la princesita Willows como la contraparte del conflicto termina por descolocarme.

—Blair, ¿qué haces aquí? ¿Qué hago yo aquí? No debí haber despertado —lo último es más un pensamiento dicho accidentalmente en voz alta. Es tanta la bruma en mi cabeza que ni siquiera logro organizar lógicamente mis ideas.

—Fue lo mismo que le dije, lamentablemente, parece que todos los hombres desarrollan algún tipo de apego hacia ti.

No sé si es debido a mi procesamiento de información ultra ralentizado, pero no estoy entendiendo nada de nada y no puedo dejar de hacer preguntas al respecto.

—Eso quiere decir que tú estás con él. ¿Eres su cómplice? —incluso sumar 2+2 es una operación difícil para mí en este instante así que no me juzguen.

—¿Qué comes que adivinas?

La maldita sonrisa sarcástica que aparece en su cara me enferma hasta el punto en que siento la bilis escalando por mi faringe y un sabor ácido recorriéndome la boca.

—¡Maldita hija de perra! Sabía que eras una hipócrita de mierda.

Mi voz suena como el alarido del algún pajarraco carroñero y mis cuerdas vocales parecen residir en el infierno porque todo mi aparato vocal me arde hasta los cojones. No obstante, no me arrepiento ni por un segundo. No podría contenerme de decirle sus verdades a la cara, aunque me estuviera muriendo.

—Oh, ¿también vas a sacarme la lengua como en el jardín de niños? ¡Eres súper tierna!

Lágrimas de impotencia se acumulan en mis ojos y unos gruesos guantes de cuero negros las secan con una delicadeza tan hipnótica que percibo los vellos de mi cuello erizándose al mínimo roce.

—Blair, ¡déjala en paz! —la contundencia en su voz grave me provoca otra terrible punzada en la cabeza. —Se está recuperando de una intoxicación aguda.

—Ese es el tema, no debería estarse recuperando —reclama ella, tan o incluso más venenosa que el arsénico, por supuesto.

—¡Que te marches, he dicho!

La palurda insidiosa demuestra reconocer perfectamente el terreno peligroso en el que se mueve, sobre todo, prueba saber cuándo es momento de retroceder. Por lo tanto, sin más que agregar, cumple la orden y nos deja solos.

—Tranquila, todo va a estar bien.

Sus palabras solo me enfurecen y siento unas ganas tremendas de darle un fuerte rodillazo en su zona más íntima para apartarlo de mi cuerpo, sin embargo, nuevamente, no logro expresar mi ira porque otra impactante revelación me golpea sin previo aviso.

“Creo que ya sé por qué me parece tan familiar…”

—¿Da-Damian?

Su tacto abandona mi rostro de manera estrambótica, como si mi piel fuera de lava y lo hubiera quemado. Su alejamiento es tan repentino que me aturde; él da tres pasos hacia atrás y adopta una postura distante después de escucharme. Retira la máscara con pesadez y juro que mi cerebro está a nada de hacer cortocircuito.

Es obvio que ha crecido en los últimos años, pero, en esencia, continúa siendo el mismo. “Al menos físicamente porque no lo recordaba tan mal de la azotea, ¿eh?”

Conserva su sedoso cabello castaño y tez bronceada, no obstante, sus ojos se ven mucho más apagados. Ya no tienen esa pizca de aquello que yo solía llamar “ensueño” y que los hacían tan diferentes a los de su hermano.

—Veo que me reconoces a pesar del disfraz.

“Definitivamente no debí haber despertado.”

Welcome to HellWhere stories live. Discover now