PREFACIO

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Evaluando todos los acontecimientos desde una perspectiva más madura, he concluido que, tal vez, invadir el instituto durante la noche con el propósito de prepararles bromas ridículas a los profesores no fue nuestra idea más brillante.

Sin embargo, nadie puede culparnos, jamás hubiésemos podido preveer que algo así podría llegar a suceder.

Porque, ¿cómo demonios íbamos siquiera a imaginar que una estúpida travesura adolescente repercutiría de este modo en nuestras vidas? ¿O que las consecuencias escalarían hasta el punto de marcarnos durante el resto de nuestro maldito paso por este condenado mundo?

Y no, no hablo del estúpido trastorno por estrés postraumático en el que mi terapeuta insiste a menudo, tampoco de los horrorosos y desgarradores gritos que despiertan a mis vecinos durante las raras ocasiones en las que logro conciliar el sueño, mucho menos de la insignificante cicatriz que adorna mi rostro, al costado de mi ojo derecho. Me refiero a la vida de esos chicos, mis amigos, aquellos que no lograron escapar de esa retorcida pesadilla.

Vale, basta de retórica sin sentido, es el momento de contaros lo que realmente ocurrió, o al menos intentarlo, desde mi punto de vista, claro está.

Fue una experiencia horrible, admito que no me agrada la idea de revivirla, mas, hicimos un acuerdo y cumplir mi parte, es lo justo.

Eso sí, quedan advertidos, este no es un cuento de hadas con un "felices por siempre". De hecho, no hay ningún tipo de final feliz en esta historia.

Pero bueno, ha llegado la hora. Es momento de dar el siguiente paso, ¿están listos?

Si tu respuesta es sí: ¡felicidades!

Eres oficialmente bienvenido/a al infierno.

¡Disfruta tu estadía!

Welcome to HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora