15. «Tomando el Control»

124 148 0
                                    

De buenas a primeras ni siquiera sé con certeza cómo reaccionar ante la noticia. Por algunos instantes, siento que estoy orbitando en la obscuridad de una galaxia desconocida, rodeada de indiferencia y enajenamiento; durante otros, el impacto se torna tan físicamente doloroso que lo percibo como si hubiera recibido un gancho al estómago cortesía de un boxeador profesional de peso completo.

Hace unos días hubiese estallado, pletórica de felicidad e histéricamente agradecida, si alguien hubiese mandado al tártaro al desgraciado de mi tío. Totalmente dispuesta a besarle los pies al responsable por entregarme mi boleto de salida del infierno en el que he vivido con él durante tantos años.

Me inclino y abrazo a Damian mientras mi exhausto cerebro continúa procesando cada explosiva emoción que me asalta.

—Yo... no sé cómo agradecerte.

Mas, he mentido.

No me siento eternamente en deuda con él por su “acto caritativo”. En realidad, estoy furiosa. Iracunda, para ser más exacta.

Y es que han ocurrido tantas cosas desde la última vez que vi la luz del Sol, que ya ni siquiera soy la misma chica de hace veinticuatro horas, aquella que pensó que invadir su escuela para desquitarse del profesor que la había acosado durante meses gastándole una broma pesada sería divertido.

—Quedándote a mi lado, será más que suficiente.

Ya que, si bien es verdad que ayer hubiera creído ingenuamente en el altruismo de mi antiguo mejor amigo, hoy no lo haré.

Sé que no estoy ni remotamente cerca de escapar de este infierno y que tal vez, mi descenso a través de las sombras apenas ha comenzado.

La problemática esencial acá, es que Damian no se deshizo de Lawrence para hacerme libre, solo se limitó a actuar escuchando la voz de su egoísmo disfrazado de virtud (no la de ningún espíritu bondadoso o encarnación de la generosidad) con el propósito de encadenarme a él. Como si mi función, en mi propia vida, se redujera al de ser un maldito objeto coleccionable en disputa dentro de una transacción comercial cubierta de sangre.

Lo que nos lleva a un nuevo conflicto porque: ¡estoy harta de vivir acorralada por los hombres a mi alrededor!

Todos crueles, vanidosos, egocéntricos, con algún estúpido sentido de superioridad, desfilando por su misógina pasarela machista como presuntuosas aves de granja y creyendo tener derecho a apropiarse con cada porción de mí solo por ser portadores de un pene, bolsa escrotal y testículos a juego. Como si su aparato reproductor no pudiera ser fácilmente reemplazado por alguna hortaliza o un banco de esperma.

Lawrence, Hunter, Malcom, Damian, incluso Michael y cada condenado e inmundo cliente que ha pisado Temptations y puesto sus asquerosos ojos sobre mi cuerpo con lujuria pertenecen a la misma especie.

Y yo fui idiota. Real y reverendamente idiota. Necesitándolos, buscando apoyo en ellos, sirviéndoles como un maniquí sin opinión.

Mi vida es... patética. Un gran porcentaje, culpa suya; el resto, culpa mía.

Y he llegado a un punto en el que ya no puedo más. Las cosas deben cambiar urgentemente, y para iniciar, yo tengo que dar el primer paso.

—Y así será.

Los dos sonreímos ante mi comentario por razones distintas: él, porque cree tenerme a su merced; y yo, porque sé que no lo estoy.

Pretendo una sonrisa amable mientras resguardo mis maquinaciones en el cajón correcto dentro de mi cabeza, ese que tiene tallado un cartel gigante en el que se lee: “Estrictamente bajo llave” y busco un nuevo tópico hacia el que dirigir la plática.

Welcome to HellWhere stories live. Discover now