Karaoke 3/4

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Buenas noches... señorita —dijo el guardia mientras miraba a Ricitos— La estabamos buscando desde hace meses... o años, mejor dicho.

El guardia en jefe miraba con atención a la rubia; quién estaba sentada en una silla, cruzada de brazos y su ropa algo sucia, contando los rasguños que tenía en el rostro y brazos.

—¿Cree que no lo sé? —le respondió con obviedad— Siempre eh logrado escapar de todos ustedes, imbécil.

—Mucho cuidado con tus palabras, Ricitos de Oro —la regaño con su penetrante mirada sobre ella, que ni se inmutaba ante ello— ¿Que hacías en ese bar?

—Esta haciendo preguntas muy estúpidas —dijo— Ya que es más que obvio que estaba con mis amigos bebiendo un poco y pasándola bien. ¿Acaso es ilegal también?

—¡No te das cuenta que muchos pudieron morir! —golpea la mesa frente a la rubia— ¿¡No pensaste en las consecuencias!?

—Discúlpame un momento, yo no fui quien provocó a el Lobo para que atacará y se volviera un máquina asesina —le respondió— Su soldaditos se burlaron de él, así que ellos mismo firmaron su sentencia de muerte... que por desgracia no se logró.

Si, en definitiva luego de aquel alboroto en el bar. Se los llevaron a los 6, bueno a los 5, ya qué Perrito logro salir de el lugar. Era claro que de el miedo salió huyendo y corrió hacia casa de Sherk.

Mientras tanto, a Muerte lo tenían en un calabozo con una camisa de fuerza. Kitty, Gato y Bebé se encontraban afuera de la sala de interrogación dónde Ricitos estaba siendo interrogada por el guardia en jefe.

—¡Estás colmando mi paciente, Ricitos! —hablo con fustración mientras sobaba su cien.—

—Si, me han dicho que suelo hacerlo —se encoge de hombros— Ahora yo le tengo una pregunta, "jefe". ¿Donde estaba en la hora que ocurrió la pelea? ¿por qué no se presento a el lugar?

Eso sin dudas tomo desprevenido a el hombre, quién al principio la miro con una mueca de confusión que luego cambio a una de nervios.

Ahora cambiaban los papeles.

—Y-yo... ¡se supone que yo soy el oficial! —hablo de forma nerviosa sin saber que responder.—

—¡Responden Clinton! ¿dónde estabas a la hora de la pelea?

El guardía la miro con asombro, ¿cómo sabía ella su nombre?. No se lo había dicho en ningún momento.

—Y-yo...—solo agacho su mirada, tartamudear no me ayudaba mucho en la situación.—

—¡Se supone que es tu trabajo cuidar de todos y atrapar a los malos! ¿o no?

Le grito para luego subirse a la mesa, haciendo que el guardia retrocediera y cayera sentado en la silla que estaba detrás de él, mientras Ricitos se sentaba en la mesa.

—¡Dime muchacho!

—¡Esta bien, lo admito! —el solo grito, dándose por vencido— ¡A la hora de la pelea me encontraba jugando mi quinta partida de LoL en el día!

—¡Con que descuidaste tu trabajo por jugar League of Legends! —la rubia lo miro de forma seria— Tu madre estará muy decepcionada de ti, Clinto.

Y otra vez, el guardia no sabía cómo ni el porque Ricitos sabía cosas de él. Tomando en cuenta que vivía con su madre teniendo 30 años.

—¡Lo siento! pero el juego es demasiado adictivo —y asi, es como el empezó a derramar lágrimas.—

—Sabes que dirían todos de ti, Teodoro —hablo Ricitos fingiendo pena cuando por dentro se moría de risa— Pero se te puede perdonar está falta...

—¿En serio? ¿cómo? —el guardia miro a Ricitos, con una pequeña sonrisa.—

—Si, no le diré nada a nadie si haces 20 lagartijas.

—¿20 lagartijas? —la miro confundido.—

—Si, 20 lagartijas o le digo a todos —hablo con seriedad, aún teniendo la mirada de el hombre sobre ella— No me mires así. ¡Manos al suelo y haz 20!

—¡Si señora! —con un saludo militar se levantó de la silla y se dispuso a hacer lo que le dijo la rubia.—

Justo cuando iba a hacer la primera lagartija, entro el grupo de guardias que había capturado a los demás.

Cosa que alertó a Clinto, que se levantó de inmediato y acomodó su ropa, los guardias nada más lo miraban confundidos e incrédulos.

—¡Bue-bueno! eso fue todo, Ricitos de Oros. Quedas libre, tu y los demás —el hombre simplemente ignoró como pudo las miradas de sus hombres— Así que, andando muchachos. ¡Suelten a los prisiones!

—¡Si señor! —y así, el grupo salió de el cuarto, dejando solo a el hombre, aunque claro, uno de los guardias se quedó esperando para escoltar a Ricitos.—

—Disculpa las molestias —el hombre miro a Ricitos con cierta súplica, claro, quién no al saber que ella podría hablar y el perdería su trabajo.—

—No te preocupes, Clinton. Hasta luego.

Y así, Ricitos salió de la habitación con una sonrisa orgullosa en su rostro, mientras Gato, Kitty y Bebé la miraban sorprendidos.

En definitiva, ese día era de locos para ellos.

***

—¡Libre soy! —grito Muerte saliendo de el lugar, alargando la palabra "soy"— ¡Adiós perras! oh, estoy tan feliz de que me hayan sacado. Estaba apunto de acabar con esas perras.

El resto solo lo miraban expectantes, sin saben que hacer o decir al ver a el Shinigami así. Ya hasta pensaban que se habían vuelto locos al verlo así.

—Creo que la resaca me está haciendo delirar —dijo Gato, mirando como el lobo blanco sonreía, movía su mano como despedida y le sacaba el dedo de en medio a los guardias que se encontraban en la entrada.—

—Yo pienso igual...—estuvo de acuerdo Kitty, mientras Bebé asentía también estando de acuerdo.—

—Puff, ¿ahora me van a decir que también pensaron lo mismo cuando yo logré manipular a ese sujetó? —pregunto Ricitos algo incrédula.—

—La verdad sí —le respondieron los tres al unísono.—

Luego de ese momento, los cinco se fueron de ahí mientras hablaban de cualquier cosa en el camino. Y cómo era de esperarse, ese día de peda no terminaba ahí para ellos. Así que se fueron a otro bar para seguir tomando.

Pasándola bien perrón.

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No se que acabo de escribir pero no me arrepiento 👍

Espero que les haya gustado.

Adiós ❤️

La perfección del "Miau"حيث تعيش القصص. اكتشف الآن