9 (II) | Los tríos no solo sirven para distraerse [+18]

471 25 34
                                    

Advertencia de contenido: Hay penes y se les da un uso prolongado.


La música suena con demasiada fuerza. Tanta que ahoga mis pensamientos y me deja en el aquí y el ahora, en este momento, con las luces de neón impactando sobre mi piel y los bajos resonando en mi caja torácica. No hay espacio para nada más que moverme al ritmo de la música, con el pelo azotándome el rostro y otros cuerpos moviéndose al mismo ritmo que el mío.

Una gota de sudor me resbala por la espalda mientras reviso la discoteca en busca de la distracción definitiva, esa que te deja la mente en blanco y las piernas temblando. No tardo en dar con mi objetivo porque, para ser sincera, ya lo había visto antes.

Hay dos chicos sentados en una zona VIP, con una botella de champán entre los dos que ha quedado completamente ignorada en cuanto han visto que por fin me he dado cuenta de que llevaban un buen rato comiéndome con la mirada. Dejando la vergüenza a un lado, les sonrío y sigo bailando, aunque esta vez los movimientos son más calculados, más lentos. Me muevo al rimo de la canción, deslizando las manos por mi cuerpo a sabiendas de que ambos están mirándome. No lo voy a negar: es irónico que mi vida se resuma en pasar desapercibida cuando disfruto tantísimo de ser el centro de atención.

Cuando la canción termina, ellos me hacen una seña para que me acerque y yo contengo una sonrisa triunfante.

Camino hacia su reservado y ellos hacen un hueco entre los dos, pero en el último momento decido sentarme frente a ellos, donde puedo evaluarlos mejor. No me voy a ir con el primer idiota que pase, por muy guapo que sea.

Y, al ser dos, no puedo jugármela demasiado. Algo que aprendes cuando estás las veinticuatro horas del día en modo supervivencia es que confiar es la forma más rápida de morir.

El de la izquierda lleva el pelo negro peinado hacia atrás con varios mechones sueltos y los ojos dorados más llamativos que he visto nunca. No parece de por aquí, a juzgar por sus rasgos. Tiene la mandíbula cuadrada y los tatuajes le sobresalen por el cuello de la camisa, aunque me detengo más en sus manos que en el resto del cuerpo. Son fuertes, anchas, suficientes para satisfacerme.

Creo que lo primero en lo que me fijo de un hombre es en que sus manos sean lo suficientemente anchas para rodearme el cuello. Fetiches de perturbada.

El otro tiene la piel café, el pelo corto y los ojos azules. Definitivamente, estos dos se llevan el premio a las miradas más bonitas con las que tengo la intención de pasar la noche.

Me inclino hacia adelante, retándolos con la mirada. El moreno me dedica una sonrisa ladeada y hace exactamente lo mismo.

—No te habíamos visto nunca por aquí —empieza el de los ojos dorados.

—Eso es porque no habéis mirado suficiente. Vengo muy a menudo.

Mentira. Es la primera vez que vengo. No suelo repetir en el mismo sitio demasiadas veces para evitar que me reconozcan. Y, si lo hago, dejo que pase bastante tiempo entre una visita y otra, solo por si acaso.

El otro me sirve una copa de champán y me la tiende. La dejo frente a mí, pero no tengo intención de tocarla. Es una de las pocas reglas que cumplo a rajatabla porque detesto la sensación de perder el control sobre mi propio cuerpo. Una vez, Halcón nos emborrachó a todos y nos jodió bien jodidos para demostrarnos lo vulnerables que nos volvíamos por culpa de la bebida. Desde entonces, no he tocado una gota de alcohol. No puedo decir lo mismo del resto, básicamente porque no tengo ni idea de dónde están o qué están haciendo ahora.

Casi mejor, porque la idea de volver a ver a Catorce me arranca un escalofrío. Es mi puto Némesis.

—Si hubieras venido, nos habríamos dado cuenta en seguida. Quiero decir, habría que estar completamente ciego para no verte —dice el de los ojos azules.

Fantasma [+18] - Dark romance seriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora