01 : No hablo con extraños

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—¿Ha sido una mala noche?

—No ha sido una muy buena.

El cantinero me sonríe mientras rellena por enésima vez mi caballito de tequila, apiadándose de mí y ayudándome a ahogar las penas en un alcohol que, a lo mejor, no solucionará nada, pero al menos adormecerá los estúpidos problemas que arruinan mi vida.

—Ésta es la última, —menciona dejando la botella sobre la barra, después de haberme servido—, si es que quieres conservar las llaves de tu auto.

—Ni siquiera tengo uno —respondo resignada—, así que, no dejes que me dé sed en lo que resta de la noche.

Niega con una mezcla de preocupación y diversión al descubrir mi objetivo y mantiene cerca la botella de tequila, obedeciendo mis órdenes. Sin embargo, cuando extiende un paño para limpiar los restos de humedad que hay en la barra, su atención se ve atraída por una imponente mujer que llega y ocupa un lugar, tan solo dos asientos al lado mío. Su mirada luce perdida y su expresión tan desconcertada, se encarga de remarcar esas líneas de expresión que la hacen lucir algunos años mayor.

El timbre de mi celular me saca del ligero trance en el que la desconocida me ha metido, el cual no me molesto en disimular para nada.

—Mónica, por fin respondes —la voz de Sergio resuena en mi oído apenas acerco mi celular—. ¿Dónde estás?

Me tomo un segundo antes de responderle, intentando aclarar mi garganta para no denotar los estragos del alcohol en cada palabra.

—Estoy en el único lugar en donde puedo poner en pausa mis lamentos.

El tono tan cínico con el que emito mi respuesta hace que la desconocida de al lado voltee a verme, con un amago de sonrisa en su rostro, pero, al notar que también la estoy viendo, desvía la mirada y murmura algo, que no alcanzo a comprender, dirigiéndose al cantinero.

—¿Cuánto has bebido? —pregunta Sergio, preocupado, desde el otro lado de la línea.

—No lo suficiente para tener que estar soportando esta conversación —respondo fastidiada y bebo de un solo golpe mi trago, sintiendo cómo mi esófago me reclama por tanta agresividad.

—Las cosas no se solucionan así, Mónica —advierte con el tono autoritario de siempre.

Eso lo sé. Lo tengo claro, pero no le daré el gusto de tener la razón.

—Lo dice quien no tiene preocupaciones —me burlo.

Sergio siempre ha gozado de los bienes familiares; todo lo que me negaron a mí, al no seguir los pasos de la familia, se lo duplicaron a él, al ser el único hijo reconocido por mis padres.

—No empieces a divagar, porque si quisieras, tú tampoco las tendrías...

—Te juro que no necesito el mismo discurso motivacional de siempre —respondo frenando sus palabras.

Estoy harta de que, con cada oportunidad que tiene, me presuma su vida perfecta.

—¿Qué fue lo que pasó? —cambia de tema retomando el motivo de su llamada— Te despidieron, ¿no es así?

Pongo los ojos en blanco a pesar de que él no puede verme y suspiro mientras cubro mi rostro con una mano intentando aminorar la frustración.

No deseo recordar lo sucedido. Me he atormentado lo suficiente como para volverme a hundir en la miseria de mis errores.

—¿Ahora me vigilas?

—Te dije que era mejor renunciar, fue estúpido que pasaras por todo eso.

—Dejémoslo así —lo interrumpo—. Te aviso más tarde cómo estoy, si es que lo recuerdo.

RelámpagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora