14. El pequeño Oryll

Start from the beginning
                                    

‒¿Se puede saber qué se os ha pasado por la cabeza al salir sin mí? ‒les preguntó, cuando entraron en el comedor. ‒¿Habéis visto lo que ha pasado? ¿Os habéis vuelto locos?

Silvan resopló, y a Daelie le sorprendió ver a Nevin tan enfadado. Normalmente parecía siempre tan despreocupado, que no se esperaba que pudiera estallar de esa manera.

‒Lo sentimos, pero es que queríamos seguir buscando a mi madre.

‒¿Y por qué no me avisasteis? Y no me vale eso de que yo me había ido antes de que os despertarais. Podríais haberme esperado.

A Silvan se le hinchó una vena en la sien, ya había tenido bastante.

‒¿No se te ha ocurrido pensar que quizá queremos hacer esto solos?

Se produjo un tenso silencio en la estancia y Daelie le dirigió una mirada de reproche a Silvan.

‒Pues ya has visto que no se os da bien orientaros por las calles de esta ciudad. ¿Cuántas horas llevabais buscando el camino de vuelta? ¿Tres?

‒En realidad, casi cuatro. ‒admitió Daelie. ‒Sabemos que llevas razón, pero como ayer no tuvimos ningún resultado, quisimos probar suerte. Y aunque casi nos cogen, ha valido la pena. ‒dijo dando un paso hasta él. ‒La he visto...

‒¿En persona? ‒exclamó más que preguntó el muchacho.

‒No, en un cartel enorme que hay en el Consejo. Y somos tan iguales bajo mi forma de elfo de fuego... ‒contestó Daelie, con un brillo de felicidad en los ojos. ‒Me ha impresionado tanto que he perdido las fuerzas. Pero ahora sé que no debemos rendirnos. Tengo su cara grabada a fuego en mi memoria, y nunca mejor dicho. ‒y tras una pausa, añadió. ‒ Repito, tienes toda la razón, necesitamos tu ayuda y no debimos salir solos. ¿Nos acompañas mañana a seguir buscando?

Silvan se llevó una mano a la frente a la vez que negaba con la cabeza.

Nevin sonrió y asintió.

‒Por supuesto.

Daelie también sonrió, aliviada. No quería que su nuevo amigo estuviera disgustado con ellos.

Pasaron tres semanas y no hubo suerte. Todas las noches, Daelie salía a mirar la luna, y normalmente, Nevin se encontraba allí con ella. Charlaban un rato de cosas sin importancia para tratar de olvidar el estrepitoso fracaso que estaban teniendo en su misión de encontrar a Faelsi. Pero no siempre funcionaba. De hecho, en una de esas noches como otra cualquiera, Daelie comenzó a llorar y el muchacho no supo bien qué hacer.

‒Todo es un desastre... ¿por qué nada me puede salir bien? ‒preguntó, entre sollozos.

Nevin sintió unas ganas enormes de abrazarla y reconfortarla, pero aunque ya hubiera más confianza entre ambos, no sabía cómo reaccionaría ella al establecer esa clase de contacto físico.

‒No digas eso, ya la encontraremos.

‒Silvan tiene razón, deberíamos volver a Edhelia.

Aquello alarmó al pýronum.

‒Ni se os ocurra. ¿Qué vais a hacer allí? ¿Quedaros de brazos cruzados? Ya te digo yo que tu madre no va a aparecer allí por arte de magia.

‒Pero no quiero que Silvan esté tanto tiempo lejos de su familia.

‒Él lo ha decidido así, ¿no?. Tú no le obligaste. Él te quiere y por eso te ha acompañado hasta aquí asumiendo tantos riesgos. Eso dice mucho de tu novio.

Ella le miró, secándose las lágrimas.

‒No es mi novio.

‒¿Ah no?

Río IncendiadoWhere stories live. Discover now