Ella pareció sorprendida por mi petición. Los demás presentes nos observaban con expectación.

—Acepto.

(...)

—¿Estás loca Allie? Nunca podremos ganar contra ellos dos.
—No seas pesimista Nate, todo va a estar bien.
—Soy realista, no pesimista.
—Confía en mí por esta vez.
—¿Sabes jugar siquiera?

Llevaba algún tiempo practicando todas las tardes cada vez que necesitaba liberar presión. Aunque tenía que admitir que no pude evitar recordar cuando Hendery me había enseñado.

—Sí.
—Alice, tengo miedo de lo que ella pueda hacerte, de que te dañe.
—No te preocupes por eso.

Nate me tomó de las manos y me miró firmemente a los ojos hasta que mi corazón casi se detuvo.

—Es imposible que no me preocupe por lo que te pueda pasar, todo esto ha sido mi culpa, si no te hubiera golpeado con el balón en primer lugar nunca me habría enamorado de ti.

Rompí el contacto visual con nerviosismo hasta que pude responder.

—No ha sido tu culpa, nada de esto es tu culpa, puede que estuviéramos destinados a conocernos en algún momento. Si lo miras por ese lado entonces yo tampoco debí estar a esa hora sentada en aquel banco, pero ahí estaba, mirándote, siempre te he observado, desde que te conocí en la clase avanzada de inglés.
—¿Entonces yo también te gusto?
—Sería una estúpida si lo negara.
—Debo admitir que nunca había sentido tantas ganas de besarte como ahora.

Él agarró mi rostro con sus manos y se acercó con lentitud, podía oler un fuerte aroma a menta muy cerca de mi nariz que chocó con la suya. Cerré los ojos con lentitud y lancé un corto suspiro cuando por fin nuestros labios se tocaron. Me habían besado antes, él me había besado antes, pero nunca lo sentí como en ese instante. Mis piernas se transformaron en gelatina cuando tuve la necesidad de aferrarme a sus hombros con fuerza. Sus labios eran frescos, pero no dulces, parecían las piezas de un rompecabezas construido para que ambos lo armáramos.

—Creo que tenemos clase— interrumpí dándome tiempo para respirar.

Nate me miró extrañado, pero aún así asintió.

—Nos vemos Allie.

Volvió a besarme, esta vez, con más brevedad.

(...)

—Alice, quiero que sepas que, pase lo que pase a partir de ahora, siempre serás mi heroína del corazón.

Nate y yo nos encontrábamos frente a Hendery y Estephany, él tomó mi mano y esperamos pacientemente lo que la otra chica estaba a punto de decir.

—Esto será rápido, no hay reglas, el primero en encestar cinco veces gana el juego completo. Ningún movimiento es considerado trampa.
—¡Me niego a jugar bajo estas condiciones!— gritó Nate con indignación.

Los cuatro estábamos solos en la misma cancha donde me habían pasado ya muchas cosas.

—Nate, está bien.

Lo miré con toda la confianza que pude reunir en los ojos a pesar de que en el fondo estaba realmente asustada.

Estephany corría hacia nosotros con el balón en actitud ofensiva mientras Hendery solo se había parado a mirar. Nate intentó bloquearla y yo también, pero no tenía mucha experiencia jugando en equipo así que ella consiguió colarse por un espacio y hacer la primera canasta. Nate lucía enojado y yo también lo estaba, no podíamos darnos el lujo de perder bajo ninguna circunstancia.

Recordé cada lección de Hendery, todas las horas que había pasado en ese mismo lugar, sola junto a una pelota. No podía permitir que los golpes y el sacrificio de Nate fueran en vano. Era mi deber hacer algo para ganar.

Perfecto accidenteWhere stories live. Discover now