Secreto y deseo

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—¿Estás bien?

Mis pestañas se movieron de arriba hacia abajo con rapidez hasta que logré enfocar lo mejor que pude.

—Tus gafas están rotas, pero no te preocupes, ya encontraremos la solución.

La voz de Nate era inconfundible. Me sorprendió que alguien como él se sintiera preocupado por mí. Pensé que era el tipo de chico que solo tenía ojos para las porristas y cosas así.

—Fue mi culpa. Lo siento mucho.
—¿Todo bien Durant?

Una segunda voz entró en la conversación pero los rostros no eran lo mío en ese preciso instante.

—Necesito que me ayudes a llevarla hasta la enfermería para comprobar si está bien.

Estoy segura de que uno de los dos me tendió su mano pero después de intentos en vano tocando el aire me agarraron del brazo y me condujeron lentamente hasta donde estaba la enfermera.

—¿Qué ha pasado?
—Se ha golpeado con la pelota de basket.
—Acuestese aquí señorita.

Obedecí.

La cabeza no dejaba de darme vueltas hasta que al rato pude abrir los ojos nuevamente.

Había una persona leyendo una revista al lado de la camilla en una de las sillas de espera.

—¿Hola?

Estaba confundida pero suponía que si había logrado despertar la cosa no había sido tan grave como parecía.

—¡Qué bueno que has despertado!

Achiné los ojos lo más que pude hasta distinguir que efectivamente era Nate.

—¿Acaso tienes algún par extra de espejuelos?

Siendo un internado siempre había que cargar con un plan B.

—¿Hay alguna forma de que puedas guiarme hasta mi cuarto?

Gracias a Dios era individual así que no habría necesidad de causar alborotos.
Así lo hizo él hasta que logré encontrar mi otro par en la gaveta de la mesa de noche.

—Nuevamente lo siento...
—Alice, Alice Sellers.

Le tendí la mano con seriedad.

—Mucho gusto Alice, sí que tienes fuerza.

Y sin más desapareció. No podía creer que de verdad había hablado con Nate.

Me parecía una ilusión después de haberme pasado meses mirándolo desde la lejanía esperando un milagro que nunca sucedería.

Esa noche le escribí un poema. Me sentía muy inspirada y era raro a la vez. Pensé en sus ojos negros llenos de brillo y en su hermosa sonrisa. Quizás sonaba estúpido pero mi parte favorita de todo su rostro era su sonrisa. Lástima que todos en la escuela sabíamos que Nate tenía novia. Si alguien descubría alguna vez que el poema lo había hecho yo probablemente moriría a manos de Estephany ya que no tenía ni un solo aliado.

La poesía era lo único que lograba desahogarme de las cosas que me sucedían y aproveché que se acercaba el día de San Valentín para colocar la carta en un buzón.

Toda mi vida había deseado recibir alguna carta aunque fuera en broma, siempre que iban a buscar la correspondencia me quedaba esperando algo que nunca llegaba y me decepcionaba cada año.

Escribí con mi propia caligrafía el nombre de Nate y transcribí lo que había hecho. Pedí que nadie supiera que había sido yo la atrevida y simplemente confié.

Grave error.

Cada día que pasaba sentía que me obsesionada más con McHale.

Simplemente no podía apartar la vista de él en todo el condenado recreo. Se estaba convirtiendo en una tortura verlo de la mano con Estephany delante de todos. Cómo podía ser que alguien como él estuviera con ella.

—Si pudiera estar en su lugar...

En mi mente Nate era perfecto, todo lo contrario a Estephany, me parecía orgullosa por su modo de actuar y al parecer él era el único que no se daba cuenta. Me dolía un montón sentirme tan sola. Quizás no era mi modo más usual de actuar pero de súbito recordé a Hendery Lamont, fue él quien me llevó a la enfermería junto a Nate, estaba cerca y decidí hablar con él. La vergüenza me comía por dentro pero sentía una fuerza misteriosa más potente que yo que me obligaba a acercarme a él.

Ya me había fijado antes. De frente ancha, cabello castaño claro y rizado (¿Cuál era mi problema con los rizos?) De lejos parecía bastante sociable a diferencia de mí, pero aún así decidí arriesgarme. No se despegaba de un abrigo negro a pesar de que estábamos en pleno verano, ni siquiera se movían las hojas.

—Gracias por lo de ayer.

Fue lo mejor que logré.

—¿Te sientes mejor Allie?

Quedé paralizada al escucharlo llamarme así. Al darse cuenta de mi reacción Hendery sonrió.

—Sí, gracias.

¿Por qué Hendery y Nate tenían que estar en el mismo internado que yo? ¿Qué había hecho para merecer tanta belleza frente a mis ojos?

Hacía tiempo atrás había chequeado la cuenta de Hendery y descubrí que tenía novia, pero un buen día todas las fotos desaparecieron y nunca más regresaron, así que supuse que habían terminado.

—¿Has hecho una carta para Nate?
—¿Qué?

Nuevamente la sorpresa me ganó y no pude formular algo más inteligente.

—Te he visto.

¿Cómo era posible? Había sido extremadamente cuidadosa.

—Imposible.

Murmuré.

Sus voluptuosos labios mostraron una sonrisa hipnotizante.

—No se supone que diga esto, pero deberías tener cuidado con las cosas que deseas.

¿Acaso Hendery era un genio de la lámpara y yo no lo sabía? Porque no encontraba otra explicación lógica.

—Si Nate se enamora de ti, habrá consecuencias Alice.

La voz de Estephany causó estruendo en el patio. Se encontraba discutiendo con Nate frente a todos. No podía escuchar con claridad lo que estaba sucediendo pero todo parecía indicar que estaban terminando.

Intenté dirigir mis ojos hacia Hendery pero se había ido hacia la cancha seguramente.

—¡Te he dicho que no podemos terminar!
—¡Podemos Estephany, porque es lo que de verdad quiero!

Aquello parecía un show de la película más disparatada. Y pensar que hacía unos segundos estaban tomados de la mano...

Perfecto accidenteWhere stories live. Discover now