Yo no soy tu objetivo

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Descubrí un sobre debajo de mi puerta una mañana, por segunda vez. Lo que encontré me dejó con una sonrisa boba en el rostro:

Allie tú eres como la chancla de mi mamá, te veo venir y se me acelera el corazón.

Otro deseo cumplido. Una carta de verdad, o algo parecido. La guardé en la mesita de noche y salí al exterior con ánimos renovados.

Hasta que, embelesada en la música que escuchaba no ví el pie de Estephany colocarse justo en mi camino. Caí hacia delante haciéndome daño en la mandíbula. Como siempre todos empezaron a reír. Me sentía más humillada que cuando ella misma me había golpeado. Al menos nadie me había visto y tuve la oportunidad de mentir sobre los golpes, aunque la excusa fuera también una caída. No tenía ganas de desear ayuda siquiera. Así que intenté levantarme del suelo pero por alguna razón mis piernas se debilitaron y no lo conseguí.

Así como mi ángel guardián (y ya no dudaba que lo fuera) Hendery apareció dedicándome la media sonrisa más perfecta. Sus ojos me transmitían toda la paz que se pudiera encontrar en el universo entero. Nunca lo había visto de ese modo. Al ofrecerme ayuda para levantarme su voz me pareció aún más dulce. No entendí a qué se debía todo aquello.

Me tomó de la mano levantándome y no me soltó ante la mirada atónita de los demás. Hendery era como una curita que sanaba mi corazón siempre que lo necesitaba. No quería perder su amistad.

-No sé cómo haces para aparecer siempre en el momento exacto.

Es que Hendery tenía que ser mi ángel guardián. Con sus rizos rubios y sus rasgos angulosos.

-Si lo desearas podría ser incluso más preciso, pero tu objetivo no soy yo.

Percibí un atisbo de tristeza en su voz pero se lo atribuí a mi imaginación. Imposible que Hendery sintiera algo por mí. Estaba segura de que si no fuera por esos deseos ni siquiera Nate me hubiera mirado jamás.

-Muchas gracias, por todo. Esas palabras no serán suficientes para lo que te debo...
-Hay cosas que no requieren agradecimiento, simplemente ocurren porque las mereces Allie.

¿Y qué había hecho yo para merecer lo que me sucedía? ¿Simplemente mirar a Nate o soñar?

Después de finalizar las clases Hendery me llevó hacia la cancha. La temperatura se volvía más baja cada día que pasaba así que decidí usar un abrigo más grueso.

-¿Qué hacemos aquí?
-Enseñarte a jugar basket.
-¿Crees que sea seguro? No quiero que mis espejuelos terminen rotos, pero sin ellos no puedo ver.
-Nada se romperá Allie, lo prometo.

Hendery volvió a sonreírme.

-Veamos, deberías ponerte aquí.

Me tomó por los hombros y casi me arrastró hacia el lugar que había señalado.

-Ey, más te vale que esto funcione porque no tengo ganas de perder mi tiempo.
-Si pones esa furia en la pelota serás la mejor de la escuela Allie.

Por una razón inexplicable me daba demasiada ternura que Hendery me llamara Allie.

-Así es como te mueves con la pelota y así... La encestas...

Hablaba mientras se movía y yo me quedaba sin entender nada.

-¿Podrías ir más lento?

Hendery se colocó detrás de mí poniendo sus manos debajo de las mías. Podía sentir su respiración detrás de mi hombro.

-Así es como debes colocar las manos. Y luego... La lanzas así...

Estaba tan nerviosa que era imposible que lograra concentrarme.

Perfecto accidenteWhere stories live. Discover now