Indiferencia

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—Amor, ¿en qué piensas?

Kohaku se giró para mirar a su novia, a la vez que depositaba una flor en su oreja. El tacto suave y delicado del joven, hizo a la chica sentir el tan acostumbrado pinchazo del remordimiento. 

Su relación con Kohaku estaba sufriendo un mal momento y todo era por su culpa. Aunque claro, el castaño no parecía ser consciente de ese último detalle. 

—En lo bonito que se ve el cielo—mintió cruzando sus piernas en un gesto relajado. 

Habían decidido pasar el día al aire libre. Aquella era una de sus costumbres de fin de semana. 

Las actividades con Kohaku siempre eran así: tranquilas y apacibles. El muchacho gustaba de la naturaleza al igual que ella, y además, era muy tímido. 

Todavía no entendía cómo era que habían logrado adentrarse al grupo de los populares. Todo había empezado con su amiga Kagome, la cual un día los invitó a compartir con ellos la mesa a la hora del almuerzo. 

Desde ese momento, Rin quedó embelesada con la belleza del cuñado de la chica. Es decir, su novio también era guapo, pero no se comparaba en nada con aquel joven. 

Ella no sabía decir qué era lo que más le había gustado: si su mirada de muerte adornada de ese inusual dorado, o si esos labios carnosos que se retorcían con malicia de vez en cuando. Era simplemente encantador observarlo. 

Luego de coincidir esa primera vez a la hora del almuerzo, aquello se volvió una rutina. Rápidamente, pasaron a ser parte del grupo y en ese tiempo, pudo apreciar como Sesshomaru desfilaba con varias conquistas. 

El muchacho no buscaba a ninguna, ellas, por el contrario, venían siempre hacia él como polillas siendo atraídas hacia la luz. 

En su interior le daba envidia. Porque los comentarios en los pasillos sobre el mayor de los Taisho, siempre dejaban ver lo salvaje y frío que era en la cama. De alguna forma, quería también experimentarlo, pero apenas el pensamiento llegaba, lo desechaba. 

«Tienes novio, Rin» se decía. 

Aunque claro, la cordura pareció escapar de ella, en el momento en que se tomó un par de tragos en aquella fiesta. Debido a eso estaba sufriendo las consecuencias de su desliz.

Un sentimiento de malestar la invadía cada vez que lo veía con una nueva chica. Sentía rabia, porque desde que se habían acostado, parecía que para él nada había cambiado.  

«¿Simplemente había sido una más? ¿Siquiera le había gustado?», aquellas preguntas no dejaban de atormentarla. 

—Amor, en serio, siento que estás en otro lugar—la voz de Kohaku volvió a alzarse por encima de sus pensamientos. 

—Perdón, amor. 

«¡Basta, Rin!», se reprendió. Necesitaba dejar de pensar en ese albino insufrible. 

[...]

—¡Hey!—lo llamo cuando lo divisó en uno de los pasillos de la universidad. 

El muchacho la ignoró, siguiendo su camino, como si su voz fuese el insistente zumbido de un mosquito. 

—¡Te estoy hablando!—insistió, mirando de un lado a otro, para tratar de ver si alguien le estaba prestando atención a aquella escena. 

Finalmente, el albino se detuvo provocando que casi chocará con su espalda. 

—¿Qué quieres?—le preguntó rudo, como si verdaderamente lo estuviese molestando. 

—¿Qué crees que haces?—contraatacó ella, con un tono igual de demandante. 

Él apenas y elevó una ceja tratando de comprender de qué carajo estaba hablando ahora esa loca. 

—Estás demente—fue lo único que alcanzó a decir antes de girarse. 

—¡El demente eres tú!

Rin alzó la voz perdiendo los estribos como una desquiciada. ¿Qué se supone que estaba reclamando?

—Realmente debe hacértelo muy mal para que estés acosándome—la miró por el rabillo del ojo con aparente lástima. 

—¿Y tú quién te crees? Yo no soy una más en tu lista—soltó furiosa. 

Pero claramente lo era, ella misma se había agregado a aquel papel por voluntad propia. 

—¿Qué te pasa? ¿Acaso quieres que se entere tu noviecito?

Rin pareció pensárselo al darse cuenta de lo evidente que estaba siendo. 

—No—contesto con miedo. 

—¿Entonces? 

—Tenemos que hablar sobre lo que pasó—explicó su motivo—. No me siento cómoda con esto. 

—Tú misma lo dijiste, fue un error. Olvídalo. 

—Sí, pero…—"me molesta que hayas olvidado nuestro revolcón tan pronto. Al menos muestra un poco de interés, por favor" quiso decir. 

—Basta, no tengo tiempo para esto. 

La castaña se quedó echando chispas al verlo partir. Realmente a él no le importaba en lo más mínimo lo que habían tenido y eso la hacía sentir demasiado ilusa. Ella no veía las relaciones con esa indiferencia, era una conexión, algo que no le entregabas a cualquiera. 

—¡Ayer fue un día de locos!—vociferó su amiga Kagura en el auditorio.  

—¿Por qué? Cuenta, cuenta…—la alentó Kagome que era una fanática del cotilleo. 

—¡Lo volvimos a hacer!—chillo la ojos carmín, entusiasta. 

—¡Pero explícate, mujer!—se exasperó la pelinegra a su lado, provocándole una sonrisa instantánea. Desde que había visto al albino, se había sentido de muy mal humor, pero estar con sus amigas siempre le ayudaba.

—No se supone que se repitiera. Es decir, él no suele repetir con las chicas, pero… ¡Cielos, ayer me llamo! ¿Pueden creerlo? Ni siquiera sé cómo consiguió mi número. ¡Estoy tan feliz!

—¡¿Pero quién?!

—Sesshomaru—murmuró Kagura bajito, como si fuese un asunto confidencial. 

Rin sintió que la sangre se le congelaba. ¿Había dicho quién…?

—Oh, guao, es increíble. Es decir, por lo que dice Inuyasha, Sesshomaru es muy especial con esos temas. Seguramente le gustaste, amiga—no pudo evitar soltar lo último con extrema emoción. 

—¿Tú crees?—los ojos de Kagura brillaron con esperanza, parecía una chiquilla enamorada. 

—Estoy segura—fue la contundente respuesta de la pelinegra. 

Rin sintió que su humor pasaba de mal a peor. 

—Hey, Rin, ¿qué pasa?—sacudió su mano frente a ella. 

—¿Ah?—los ojos marrones de la chica se alzaron para encarar a aquel par de orbes escarlatas. 

—Pareces ida. ¿Ocurre algo? 

—No, no—negó rápidamente—. Por cierto, felicidades.

—Gracias. 

Kagura sonreía como si se hubiese ganado el premio gordo de la lotería, mientras ella se sumergía en su miseria viendo esa deslumbrante sonrisa. 

No debía sentirse así, en definitiva, no tenía por qué sentirse de esa manera. Rin decidió que aquello no tenía que afectar su vida, que el error debía quedarse solamente como eso, un error, no tenía ni debía repetirse. Sin embargo, pronto descubriría que tenía una fuerte debilidad por tropezarse con la misma piedra…

Error | SesshrinWhere stories live. Discover now