Capítulo Uno:

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Durante el tercer ataque, Nico cayó.

Estaba mirando la niebla con los ojos entornados desde el trinquete del barco, preguntándose cómo era posible que costase tanto volar a través de una ridícula cordillera, cuando las alarmas del barco sonaron.

-¡Todo a babor! -gritó.

De nuevo al timón, Leo tiró de la rueda. El Argo II viró a la izquierda, y sus remos aéreos hendieron las nubes como hileras de cuchillos. Hazel había cometido el error de mirar por encima de la barandilla. Una oscura figura esférica se lanzó hacia ella. « ¿Por qué la luna viene a por nosotros?» , pensó. A continuación lanzó un grito y cayó sobre la cubierta. La enorme roca pasó tan cerca por encima de ella que le apartó el pelo de la cara.

¡CRAC!

El trinquete se desplomó; la vela, los palos y Nico cayeron en la cubierta. El canto rodado, aproximadamente del tamaño de una ranchera, se alejó en la niebla como si tuviera asuntos importantes que atender en otra parte.

-¡Nico!-gritó Hazel.

Hazel se acercó a él con dificultad mientras Leo estabilizaba el barco.

-Estoy bien -murmuró Nico, retirando los pliegues de lona de sus piernas.

Hazel le ayudó a levantarse, y se dirigieron a popa tambaleándose.

-¡Estúpidos dioses de las rocas! -gritó Leo desde el timón-. ¡Es la tercera vez que tengo que reparar el mástil! ¿Os creéis que crecen en los árboles?

Nico frunció el entrecejo.

-Los mástiles vienen de los árboles.

-¡Esa no es la cuestión!

Leo levantó uno de los controles, confeccionado a partir de un mando de Nintendo Wii, y lo giró. Una trampilla se abrió en la cubierta a escasa distancia y de ella salió un cañón de bronce celestial. A Nico y Hazel les dio el tiempo justo a taparse los oídos antes de que disparara al cielo una docena de esferas metálicas seguidas de un reguero de fuego verde. A las esferas les salieron pinchos en el aire, como las hélices de un helicóptero, y se alejaron en la niebla dando vueltas.

Un momento más tarde, una serie de explosiones crepitaron a través de las montañas, seguidas del rugido de indignación de los dioses de las montañas.

-¡Ja! -gritó Leo.

Lamentablemente, dedujo Nico a juzgar por sus dos últimos enfrentamientos, el arma más reciente de Leo no había hecho más que molestar a los numina. Otro canto rodado pasó silbando por los aires por el costado de estribor.

-¡Sácanos de aquí! -gritó Nico.

Leo murmuró unos comentarios poco halagadores sobre los numina, pero giró el timón. Los motores zumbaron. Las jarcias mágicas se tensaron, chasqueando, y el barco viró a babor. El Argo II ganó velocidad y se retiró hacia el noroeste, como habían estado haciendo durante los últimos dos días.

La niebla se despejó. Debajo de ellos, la luz del sol de la mañana iluminaba la campiña italiana: colinas verdes y onduladas y campos dorados.

Nico pensó en el Campamento Mestizo, aun que no quisiera hacerlo. Los recuerdos le invadieron, el primer momento en el que los vio a los ojos, dos pares de ojos verdes dándole seguridad. Prometiendo qué todo estaría bien. Después de irse solo pensaba en Bianca, su hermana mayor, pero había momentos en que aquellos héroes le regresaban a la memoria. Pero el recuerdo más vivido qué tenía en su mente repitiendose una y otra vez, era aquella noche en el lago cuando la luna brillaba y el perfume de su cabello llenaba el aire. El calor de su cuerpo alejaba el frio de la noche. Y esas palabras que lo congelaron. Recuerda la mirada de Andy, brillaba gracias a la luna. Pero no supo contestar, su hermano y su ahora novia salieron del lago llevándolo lejos y después de eso, se arrepintió no hablarlo con ella. Cuando le comento que Will Solace la había invitado a salir y ella lo acepto no pudo más que felicitarla.

Los Hermanos Jackson: La casa de HadesWhere stories live. Discover now