XIV

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Emma;

Gustavo ahora era un cuervo, hace mucho que no veía las alas, pero me gustaría verlo como humano, Ángel, demonio, ni la más puta idea de que es ahora. Ahora mi papá estaba estacionado el auto, y Gustavo estaba escondido en mi pieza para poder sorprender a mi padre.

A los pocos minutos ya le estaba presentando a Gus-cuervo a mi papá. Y mi viejo se la pasó haciéndome chistes con lo obsesionada que estaba con Cerati, provocando que me sonrrojara al ver la cara de pervertido de Gustavo, bueno, la cara no, se le notaba en lo ojos.

—Bueno, ¿Quién te leva a vos chiquita?

—Me lleva Galo.

—Bien, ehh. . .

Galo tocó la bocina y al segundo ya me encontraba afuera con Gustavo en el hombro. Traía la mochila de Gus y la mía, aunque no podría transformarse hasta que llegáramos a casa. Tardamos una media hora en llegar esta vez. En cuanto llegamos Gustavo fue cargando su mochila con las patas hasta su pieza y se cambió, me quedé charlando con Galo.

Gustavo bajó desprolijo y con los botones de la camisa abiertos.—Chau, chau, chau. —Dijo Gustavo intentando sacar a mi amigo de la casa.

—Eh Eh, en primera, ¿porque tenes la camisa desabrochada si hace más frío que en la concha de tu madre.

—Para que sea más fácil de sacarmela. Chau. —Dijo mientras lo empujaba afuera.

—¿Enserio lo vas a hacer?

—No. Sólo marco territorio. —Dijo el mientras se abrochaba la camisa.

—¿Cómo un perro?

—Ehh. . .

—¿Podes sacar tus alas?

—Claro, todo por vos. —Me guiño el ojo.

El volvio a quitarse la camisa para poder sacarlas con más comodidad, parecía tener cara de satisfacción al sacarlas.

—Uff, no sabés lo que me hace doler la espalda tenerlas guardadas todo este tiempo seguido. . .

—Eso supongo.

—Si, se me contracturaron las alas.

—¿Te gustaría un masaje?

—Me encantaría nena.

—Bueno, acostate, yo te ayudo.

Gustavo se acostó boca abajo y yo fui masajeando con mis manos sus alas con cuidado. Gustavo soltaba un par de gemidos al masajear las zonas más afectadas. Estuve mas o menos media hora haciendole masajes a Gustavo, ya se había dormido y estaba roncando como mi papá a las cuatro de la mañana.

—Te amo nena. . .

—Yo también Gustavo.

Me fui a buscar un par de Ferrero Rocher que quedaron de nuestra cita el otro día, para comerlos, obviamente.

—¿Querés?

—Gracias. . . —Gustavo se dio la vuelta y abrió la boca y yo le tiré uno en la boca. Terminó de comer y me dijo: —Hacés excelentes masajes nena. Tendríamos que volver a hacerlo.

Cristales De Amor Amarillo - Gustavo Cerati Y Tú Where stories live. Discover now