Reescribiendo la historia

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El rubio despertó en un espacio que rápidamente se percató era árido, rocoso y sumamente helado. No había forma de tener noción alguna de tiempo pues una intensa neblina rodeaba todo cuanto alcanzaba a ver sin importar la dirección que tomaran sus ojos. Con desconfianza y temor de perderse aún más, si es que acaso había sido dejado en un punto estratégico por sus compañeros, Kar-el comenzó a caminar en línea recta en un intento por ganar temperatura y encontrar algo o alguien. 

El páramo donde estaba claramente era desértico, no oía nada salvo sus pasos, respiración y el rápido latir de su corazón. Pensando en ello se percató que si bien iba con sus prendas habituales, no cargaba su espada ni bolso. Se tanteó las prendas en un intento por dar con sus planes alternativos, pero se encontró totalmente despojado de la daga y otros elementos. 

Anduvo durante mucho tiempo, gritó, corrió, agitó sus brazos en incontables ocasiones en un intento por llamar la atención sin recibir respuesta alguna. No sabía ni tenía forma de saber cuánto llevaba ahí, pero el hambre, sed y cansancio comenzaban a agobiarlo y absolutamente nada había cambiado en su entorno. Ni una piedra más grande o una sombra, ni siquiera la ilusión de una, parecía como si no se desplazara en lo absoluto. 

Se sentó con las piernas cruzadas y se abrazó así mismo temiendo que la sospecha del descenso en la temperatura fuese real. Sus dientes castañearon durante un tiempo, su cuerpo imitó el movimiento y poco a poco, casi sin notarlo, inició el proceso de quedarse dormido, sus párpados cayeron lentamente, ya no sentía gran parte de su cuerpo, el aire que atravesaba su nariz era cada vez menor y el que expulsaba a través de su boca era apenas una línea fina comparada con el vaho inicial. Apenas quedaba consciencia en su mente racional cuando un fuerte destello morado se produjo delante de su puesto y una mujer brincó del interior corriendo en su dirección. Con grandes zancadas alcanzó al rubio y zarandeándolo en su puesto, obtuvo una lenta y taciturna reacción.  

-Vamos príncipe, no echarás por la borda nuestro esfuerzos. - Exclamó la mujer desarmando la postura del adolescente y ayudándolo a ponerse de pie. 

Una voz profundamente grave retumbó de la nada, iracunda se hizo notar con una interjección -¡Tu no deberías estar aquí!.- 

-¡Y él tampoco!.- Respondió de vuelta la mujer quien había apoyado todo el peso del príncipe sobre su lado izquierdo y extendiendo su mano derecha, musitó unas palabras en dirección a la luz. 

-No me arrebatarás a los que me han prometido, ¡su alma me pertenece!- Una sombra sin márgenes claros se materializó, luciendo una forma humana cubierta con largas capas oscuras y flotantes. Zantana apenas tuvo tiempo de apuntar en su dirección y detener su rápido avance con grandes esfuerzos. 

-No está muerto, condenado o maldito para vagar en la zona fantasma. Él es luz de esperanza, no puedes involucrarte con eso.- Pronunció a regañadientes con un hechizo camuflado en sus palabras y una solemnidad que hizo detener la sombra. 

La confusión en el enemigo bastó para que empujase con brusquedad al adolescente a través del umbral de luz y ella misma lo atravesara desvaneciéndolo en el proceso.




Apenas las puertas se abrieron, una masa de personas curiosas entre consejeros, altos funcionarios, guardias y las damas de Lena se encontraban aguardando en el corredor afuera del salón del trono. El rey apenas tuvo que carraspear para lograr que se despejara el pasillo, pero supo de inmediato que sus visitantes habían despertado un excesivo interés, en el peor de los casos, se había corrido el rumor sobre su estado foráneo, en el mejor, dada su semejanza con los humanos aún no lo descubrían, y solo estaban intrigados por el noble tan importante y aparentemente desconocido que había conseguido audiencia inmediata.

(+18) El secreto de Kar-el, príncipe de Krypton.Where stories live. Discover now