El patito feo y el príncipe [Jamie Flatters]

3: Ególatra.

—¿Crees que soy una ególatra?

Es la primera cosa que le pregunto a Brianna en el almuerzo. Ella me mira con curiosidad, confundida con mi pregunta. Yo intento concentrar mi atención en el emparedado de jamón que compré en la cafetería. La verdad es que evito comer en la escuela, y en público más que nada, pero me he estado tan nerviosa desde esta mañana, después de encontrarme con Jamie. Y como mucho cuando estoy nerviosa.

¿Ególatra?

¿Yo?

¿Jojo Hernández?

Tengo el autoestima por los suelos, literalmente me he dado por vencida con mi situación: soy fea y moriré sola.

Como mi madre.

Excepto que ella era hermosa.

—Ya decía yo que algo sucedía contigo.—me sonríe divertida.—Pero no... no creo que "ególatra" sea un término con el cual te describiría...

Suspiro con alivio.

—Gracias a Dios.

—Tiendes a ser muy pasivo-agresiva.—confiesa.—Hiciste que dejara de usar labial rosa porque, según tú humilde opinión, está pasado de moda.

—Pero eso se supone que hacen las amigas, ¿No?—ella niega, tomando una cucharada de su lonchera con frutas.—Te dicen la verdad cuando nadie más lo hace.

—Heriste mis sentimientos, Jojo.—su expresión no va de acuerdo con lo que acaba de decir. No deja de sonreír.—Las amigas te dicen la verdad, y tratan de no heir tus sentimientos en el proceso.

—Odio esto de la amistad.—me quejo. Sigo sin considerar a Brianna mi amiga, pero ya iba siendo hora de que yo me deshagora con ella.—No entiendo por qué la gente se molesta en hacer amigos, no sirven para n-

Me detengo en seco al ver que ella ríe.

Rompe a carcajadas.

En toda mi asquerosa cara.

Y yo caigo en cuenta de lo absolutamente idiota que sueno.

Como una completa ególatra.

—Eres muy antipática cuando te lo propones.—alcanza a decir una vez que puede dejar de reírse de mi.—Algo me dice que no miraste My little Pony de chiquita.

—¿My little-qué?

Brianna entrecierra los ojos.

—Dime que no eres de esas que veían lucha libre con su padre.—me pregunta, esperanzada por una respuesta negativa.

—No...—le digo, cuidadosa de mis palabras.—solía arruinar las muñecas de mis hermanas, ya sabes, les cortaba el pelo, les sacaba la cabeza, las hacía híbridos con otros juguetes...