Guille

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Al llegar a casa ayudé a sacar las bolsas de víveres del auto.

—¿No hueles un olor pestilente? — chilló mi madre

—No

—¡Ve afuera y averigua que es!

Rodeé la casa y vi un cobertizo en la parte trasera.

Abrí la puerta cuidadosamente, de pronto escuché un relinchar, ¡Había un caballo enorme de color marrón! y al mirar alrededor también encontré un cerdo. ¿Pero cómo puede haber animales? ¿Serán de mi abuelo? Estaba con muchas interrogantes en mi cabeza.

—Disculpe. ¿Quién es usted y que hace aquí? —escuche una voz detrás de mi espalda

Al girarme vi a un niño regordete y bajito, de unos doce años o más.

—Perdona, pero te hago la misma pregunta, ¿quién eres?

—Esto es propiedad privada—menciono el niño

—Si lo sé, es la cabaña de mi abuelo.

—¿No me digas que el señor Antonio era tu abuelo?

—Si, y no respondiste a mi pregunta.

—Soy Guillermo, pero todos me llaman Guille, estoy aquí para alimentar a los animales—mencionó levantado con sus manos un cubo lleno de comida.

—¿Dime una cosa estos son los animales de mi abuelo?— pregunté

—Sí, los que quedan

—¿Te pidió él que los cuides?

—Si, vendió todos los animales, pero dejo solo estos, en una de sus cartas menciona que me los deja para su cuidado. Dice que si no llega nadie a reclamarlos puedo quedármelos.

—Y por qué no te lo llevaste.

—Me los iba a llevar por supuesto, pero mi padre compró vacas y en la granja no hay lugar. Y pensaba tenerlos aquí, pero tu llegaste.

—¿Me lo tienes que dar entonces?

—Claro, aunque no quiera hacerlo, pensaba que nadie de sus familiares vendría—menciono resignado.

—Guille te los voy a dar, sé que contigo estarán mejor y en buenas manos, pero mientras me quede por aquí, yo podría cuidarlo por ti.

—¡Lo dices enserio!

—sí

—Estupendo

Agarró el cubo que traía y lo echó en un comedero que tenía forma de canoa, luego agarró una pila de heno y se lo dio al caballo.

—¿Por dónde vives? —pregunté

—Por la colina que está cerca al pueblo.

—¿Pero qué es esto? —exclamó mi madre.

—¡Que hacen estos animales aquí ¡Qué horror!

—Y quién eres tú—mencionó dirigiéndose a Guille.

—Es el que cuida de los animales.

—¡Pues llévatelos! —exclamó dirigiéndose hacia Guille

—Son del abuelo mamá.

—¡Qué! ¿no ha vendido todos sus animales?

—Al parecer no—respondí

—Pues te las doy, si eres tú, quien los ha cuidado.

—Señora con gusto, pero no puedo llevármelos. —dijo Guille

—Mamá deja que se queden hoy, ya mañana se los lleva.

Guille me miró confundido, y en eso le guiñe el ojo, porque tenía un plan en mente.

—¡Bueno, si no queda de otra, pero mañana temprano me lo desapareces! — indicó mi madre saliendo a grandes zancadas del lugar.

—Yo no puedo llevármelos no hay lugar en la granja.

— Ya lo sé, mi madre se va mañana en la tarde a la ciudad, dictará clases en una universidad, y no se aparecerá hasta el sábado, y si es que viene también.

—Mmm bueno eso tiene sentido, pero ¿tú no iras con ella?

—No me quedare por aquí.

—Bueno entonces vendré mañana para sacar al caballo y al cerdo

—Está bien ¿sabes cómo se llaman?

—El caballo se llama Indomable y el otro es Pigui.

—Que nombres tan graciosos —dije sonriendo.

—Ni me lo digas se los puso tu abuelo.

—Buenos adiós, espera... cuál es tu nombre—preguntó Guille

— Ada.

—Bueno adiós, Ada.

—Adiós Guille

Me acerqué hacia los animales—Así que te llamas Pigui —le acaricié la cabeza y este lanzó un gruñido.

—Me gustaría poder cabalgarte Indomable, pero no sé cómo hacerlo. Me alegra que estén aquí chicos, tal vez ya no me sienta tan sola—Dije evocando una sonrisa con mis labios.

En la cena mamá no paraba farfullar sobre los animales. Yo simplemente la ignore, porque comenzar con ella una discusión era de nunca acabar.

NevadaWhere stories live. Discover now