Rincón del ruiseñor

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Una luz no me dejaba dormir, era tan fuerte, que me fastidiaba los ojos. Abrí un par de ellos, vi que era la luz del sol que entraba por la ventana fulgurantemente.

—Pero que sueños raros tuve, yo perdida en el bosque y ese chico.

Había algo que no encajaba sobre mi sueño, porque vi encima de la mesita de la sala una linterna roja y cuando me dispuse a ponerme de pie, sentí un dolor como una punzada en las rodillas.

El supuesto sueño era todo real, ¡de verdad me había perdido!

Luego de levantarme, acompañé a mi madre al pueblo a realizar las compras de víveres y a tomar desayuno.

—¿No estas muy cubierta? — preguntó

Llevaba un vestido amarillo hasta el suelo ya que no quería que nadie viera mi pierna, lo había vendado con una tela azul que encontré por ahí.

—No, en realidad me gusta el vestido—respondí

El pequeño pueblecito estaba a diez minutos en auto, Griffin se encontraba en el centro de un valle. Los paisajes eran sorprendentes y bellos, los pastos verdes de las laderas de la montaña se parecían a pinturas salidas de un cuadro.

Muchos turistas venían a visitarlo por sus atractivos, o hacer deporte como caminatas, alpinismo, esquí etc.

La agricultura también era muy importante, había granjas donde criaban ganados como vacas, cabras etc. Se apreciaba bastante la leche y el queso. Y saben ¿por qué lo sé? me lo dijo mi abuelo en sus cartas, manteníamos correspondencia. Recuerdo que una vez llego un paquete a la casa, y adivinen que era "queso".

Para mi Grifin era el Edén. Siempre quise visitarlo, pero mi madre me lo impedía, y tenía el cuidado de Zack, pero ahora que estoy aquí, es mucho más de lo que imaginé.

Al llegar al pueblo observé las casas, eran rústicas con unos tejados rojos llamativos, las cabañas muy modernas con balcones. En la plaza, en el centro había una pileta y alrededor varios puestos de floristería, artesanías, etc. Preguntamos a una anciana donde había un restaurante.

Cuando llegamos al lugar vislumbramos las mesas blancas y circulares y encima de ellas había unos ramilletes de tulipanes, que llenaban de color el pequeño lugar.

El restaurante estaba vacío, no había ninguna persona, nos sentamos en una de las mesas, cerca de unas puertas francesas que dejaban ver las inmensas montañas.

—Ada acércate al mostrador y fíjate si hay alguien para que nos atiendan— mencionó mi madre, porque habíamos esperado como diez minutos y nadie había salido atendernos.

Me puse de pie y fui hacia el mostrador. Al llegar miré por todos lados ¡no había nadie!, de pronto oí algunos ruidos que venían detrás del mostrador. Me incliné para ver mejor, y sorpresivamente salió un chico con gafas, nos quedamos mirándonos uno al otro yo por el susto que me dio, y él no sé por qué. Llevaba unos audífonos, al verme se los sacó de prisa.

—Buenos días, en que la puedo ayudar

—Hemos llegado hace un rato, pero no había nadie que nos atienda— me queje

—Disculpa estaba con los audífonos.

—Bueno, me da dos jugos de naranja, pan con mermelada y otro con queso—Dije viendo la cartilla que estaba sobre el mostrador— Elegí el pan con mermelada porque mi madre odiaba el queso y no había nada más en la cartilla.

Me volteé para dirigirme a la mesa con mi madre, pero el chico me hablo: —¿Eres nueva por aquí no?

—¿Por qué lo dices? —pregunté

NevadaWhere stories live. Discover now