No sabía explicar porque sentía esa pequeña sensación de paz al lado de Nash, el alfa siempre hacía lo posible para hacerlo reír, de cualquier manera, al principio se resistía, incluso huía de él. No quería confundir al bebé, tampoco quería encariñarse de él, tenía miedo de que la paz que le hacía sentir se fuera, el mismo día que lo abandonará. No podía saber cuánto tiempo quedaba para eso, pero sentía que sería pronto.

-Te parece bien que está pequeña Reyna, me haya atacado con una flatulencia apestosa mientras la regañaba. – Nevan asintió – Entonces ¿Estás de acuerdo con ella?

-Reyna marca sus pautas, te está diciendo que descanses un poco. – Nash sonrió – No veo malas intenciones en sus ojos, a lo mejor está pensado en pollito o croquetas. No quería atacarte de esa forma.

-No estoy seguro de eso. – Nevan acarició la espalda de Travis, calmando su risa poco a poco – Reyna, sabe muy bien lo que quiere hacer, es una gatita manipuladora.

-Tú dejas que lo haga. – bromeo con una pequeña sonrisa – Reyna sabe que no lo dices enserio cuando la castigas sin pollito.

Tuvieron que pasar más de diez minutos para que Reyna decidiera que era mejor tomar el sol en otro lugar, Nash recogió deprisa las plaquitas para que ningún gato le volviera a hacer lo mismo, escondiéndolas en el bolsillo de su chaqueta. Nevan seguía tarareando, ahora la canción era otra, su letra era un poco triste, al omega le brillaban los ojos, mientras escribía el nombre de Travis en su plaquita.

-He pensado en poner sus huellas en ellas, por eso dejare un pequeño espació. – le explico al alfa con tranquilidad – Busque información y la pintura no es mala para ellos, aunque tendremos que limpiar su patita al terminar.

-Es muy buena idea, Nevan. – el omega se ruborizo – Será su firma ¿verdad? Travis. – se escuchó un pequeño maullido – También le gusta.

Nash intentaba acercarse con paciencia a Nevan, moviéndose despacio hacía él, sin que pudiera notarlo, el omega estaba muy concentrado decorando la plaquita, dibujo unos bigotes debajo del nombre, Travis tenía unos bigotes llamativos, era su seña. Al terminar, lo dejó secar al sol, alejado de los gatitos, podían estropearlo. Nash le dio otra plaquita, donde escribió el nombre de Dama, ella destacaba por una pequeña marca en forma de corazón cerca de su hocico, así que dibujo un pequeño corazón. Seguía el mismo procedimiento cada vez que terminaba. Nash le daba otra plaquita y escribía otro nombre, está vez era el turno de Blaki, él era tan blanco, que no sabía que poner para que destacará, miro detenidamente al gato para saber que dibujar.

-No sé qué dibujarle a Blaki. – confesó al no encontrar nada que llamara la atención de él – La plaquita ya es blanca, no puedo poner más blanco.

-Blaki tiene un colmillo más pequeño que otro. – se lo mostro con cuidado, ese gato no era fan del contacto – Creo que fue después con una pelea con Travis, su colmillo se rompió. El veterinario dice que está bien, no tenemos que preocuparnos, no le duele.

-No me había dado cuenta de eso. – Nash sonrió – Travis, eres malvado ¿lo sabes? No debes ser tan bruto jugando. – el gato lo ignoro – Es un juego, no una pelea de verdad, los dos coméis la misma cantidad de pollito y croquetas.

Para la plaquita de Reyna, Nevan no tuvo que pensar mucho, ella destacaba por muchas cosas, pero había una en especial que la hacía única, no solo su manera tierna de molestar a Nash cuando no le hacía caso, o de la manera casi exigente de pedir más comida. Reyna destacaba por sus ojos, el izquierdo era azul y el derecho naranja. Tenía heterocromia, en el izquierdo tenía un pequeño puntito naranja, era como si se lo hubiesen olvidado.

-Han quedado muy bonitos, Nevan. – Celia salía al jardín con una pequeña bandeja con dos zumos y varias magdalenas – Estoy pensado en pedirte que escribas mi nombre en una plaquita.

Hasta el final del caminoWhere stories live. Discover now