capítulo veintiséis

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—Tighnari, recuérdame que luego tengo que darte algo —Cyno alzó la sábana que estaba sujetando con sus manos y la colocó en el tendedero.

Era una mañana pacífica, fresca y agradable. Mientras ambos tendían la ropa, Nilou y Collei estaban terminando de limpiar todo el polvo que había acumulado en la casa. La pelirroja había aprovechado la situación para poner música de AURORA en el altavoz que el padre de su mejor amiga les había dado, evitando así que el silencio fuese dominante.

—Eso si yo me acuerdo —Tighnari le entregó un par de pinzas. El peliblanco sonrió y las aceptó.

—Sé que te acordarás.

Ambos siguieron trabajando en silencio. Habían pasado casi toda la mañana juntos, conversando tranquilamente sobre cualquier tema que surgiera.

Había pasado ya una semana desde que habían llegado a este lugar. Su experiencia estaba siendo bastante agradable, por no decir que este viaje estaba resultando muy útil para reforzar y crear nuevos lazos.

—Tienes una memoria muy buena —lo halagó Cyno. El contrario alzó las comisuras de sus labios a modo de sonrisa y lanzó una sábana para colocarla encima de la cuerda.

—Tampoco es la gran cosa. Simplemente tengo buena capacidad para memorizar información de forma rápida —sujetó la cuerda por encima de la manta para forzarla a bajar y colocó un par de pinzas sobre la tela.

—Pero es genial. ¿Cómo eres capaz de aprenderte una matrícula en menos de diez segundos y seguir acordándote después? No parece natural —al pasar junto a él, sus manos rozaron sin querer. Y aunque el corazón de Cyno fue alterado, fue capaz de mantener la calma y actuar con naturalidad.

—Y me lo dice el que pinta.

—Ya... Aunque eso solo se consigue mediante la práctica. En un principio, incluso los monigotes me salían mal. ¡El torso parecía el pene! —Tighnari soltó una carcajada antes de lanzarle un par de calcetines. Cyno los interceptó en el aire y dio un salto para agarrar la cuerda en la que él estaba tendiendo.

—A mí me sigue pasando.

—No te preocupes, que a mí también.

Las conversaciones fluían con tal naturalidad que Cyno se sentía tal y como en casa. La música de fondo hacía el ambiente más tranquilo, más cotidiano.

—Esto me recuerda a mi infancia. Es agradable —mencionó el joven de mechas verdes—. Siempre he detestado las tareas del hogar. Pero de alguna forma, eran una forma de conectar con mi familia.

—Porque es el único momento en el que os juntáis para hacer exactamente lo mismo y os deja el tiempo necesario para hablar. Deseas acabar de una vez, pero temes que las conversaciones tan agradables que estabas teniendo desaparezcan —concordó Cyno. Como alguien que se había criado en una familia ajetreada, comprendía perfectamente a Tighnari.

—Eso mismo estaba pensando —el mayor sonrió—. Creo que nadie disfruta al hacer las tareas del hogar, pero siempre viene bien un respiro. Si lo haces solo, simplemente estás tomándote un descanso del mundo y tienes tiempo para pensar. Si lo haces con alguien, permites que las conversaciones que se pierden cada día por la carencia de tiempo fluyan.

Cyno le ofreció la última manta a Tighnari y lo contempló con una sonrisa en su rostro. Su amigo le sonrió de vuelta e introdujo sus manos bajo la manta, deteniéndose un momento antes de quitársela.

—¿Por qué me miras así? —Tighnari alzó una ceja con diversión y tendió la sábana. Cyno cruzó los brazos por encima del pecho y ladeó su cabeza.

—Adivina.

—¿Tengo algo en la cara? —el joven tocó su rostro, en busca de alguna anormalidad.

—En absoluto —negó Cyno.

El verde de mi primavera ♡ CynonariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora