capítulo veinte

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La primera noche fue tranquila. El aire era fresco y apacible, permitiendo a las personas acomodarse en el exterior de sus hogares sin ser abrasadas por el insoportable calor característico del verano.

—He dibujado a Tighnari mientras estaba en la silla colgante. Espero que no se haya dado cuenta, porque me ha mirado unas cuantas veces —Cyno echó su cuerpo hacia delante hasta alcanzar la comida para picar que habían dejado sobre la mesa—. Siento que soy muy descarado con estas cosas. Me ha pillado, fijo.

—Pues ya no puedes hacer nada. Si te ha pillado, te aguantas —la respuesta de Collei fue clara y concisa. Era un tema al que no hacía falta darle muchas vueltas, y si no detenían a Cyno a tiempo, entrarían en un extraño bucle que no se detendría hasta la aparición del motivo de la conversación (es decir, Tighnari)—. Aprovechas y se lo regalas.

—No, qué vergüenza. Mejor lo quemo.

—Para eso me lo das a mí. Te ha quedado muy bonito —Nilou contemplaba con atención las sucias páginas del cuaderno de Cyno. La gran mayoría eran dibujos de personas, aunque de vez en cuando algún que otro zorro aparecía en las esquinas. A pesar de no ser colorido, había una gran cantidad de verde en algunas páginas específicas.

—¿Cómo no iba a serlo? Tighnari es bonito.

—¿Podrías dejar de expresar tu profundo amor por mi hermano delante de mí? Gracias.

—No.

Un frío céfiro trajo consigo la dócil voz de Tighnari. Su risa fue como una melodía que acarició los sentimientos de Cyno, logrando provocar un escalofrío que lo sumergió por un instante en el inmenso océano de un amor incierto. Tal vez no conocía a este joven lo suficiente como para poder decir con seguridad que estaba enamorado, pero algo en su interior le decía que esta persona iba a tomar con sus propias manos el tejido que construía su vida e iba a restaurarla por completo.

Tal vez era un presentimiento muy arriesgado, y sin embargo... Quería aferrarse a él todo lo que pudiera.

—Voy a echarle una mano con la cena. No me echéis de menos —Cyno se puso de pie de un salto y se marchó junto a las negativas respuestas de sus mejores amigas.

Una gélida corriente de viento hizo temblar a Tighnari en cuanto la cristalera fue abierta. Cyno se disculpó y la cerró de inmediato, preguntándose cómo podía una noche de verano ser tan fría.

—¿Necesitas algo? —preguntó el joven al ver al mejor amigo de su hermana entrar en la cocina. Sus manos estaban mojadas tras haber estado lavando distintas verduras, así que las estaba secando con un paño.

—¿Necesitas tú ayuda? —quiso saber Cyno. El calor procedente de la vitrocerámica lo ayudó calentar su cuerpo, venciendo al ligero temblor que el frío exterior había provocado en su cuerpo.

—Ah... ¿Has venido por eso? No te preocupes, no es necesario. Siempre cocino solo —intentó negarse a aceptar su ayuda, pero al final se detuvo algunos instantes antes de volver a hablar—. Aunque si realmente quieres, puedes cortar las verduras por mí. Soy muy torpe, así que suelo hacerme heridas indeseadas en las manos.

—Entonces, deja que lo haga yo. No te arriesgues a hacerte una herida nueva —al tomar el cuchillo que Tighnari le extendió, pudo sentir la fría piel de su mano contra la propia. Su corazón saltó de la alegría y pintó su rostro de un tono arrebol, queriendo expresar (en su mudez) lo que un simple roce le hacía sentir.

—Tampoco te preocupes por eso. Son pequeñeces —Tighnari ni siquiera notó lo que su descuido causó. Simplemente se dio la vuelta y siguió a lo suyo. Cyno caminó hacia su lado y comenzó a cortar las verduras con cuidado, teniendo que controlar sus emociones cada vez que sus brazos rozaban accidentalmente.

El verde de mi primavera ♡ CynonariWhere stories live. Discover now