No era que los cazadores mayores no existieran. Era solo que nadie sobrevivía a partir de cierta edad debido al riesgo de su profesión. Y Nikka no estaba segura de si eso les daba suficiente sabiduría y conocimiento para decidir sobre su futuro o no.

—Un salvaje es un salvaje —dijo Stan y le dedicó una triste sonrisa—. Lo siento, pero no se debe confiar en su naturaleza. Es un no para mí. Muerte.

—Sigue siendo un no para mí —Nexan le guiñó un ojo a su amigo—. Muerte también.

No era justo. Ambos cazadores rieron y Nikka se preguntó si cambiaría algo el gritar que lo hacían solo para que Stan pudiera tener sexo. ¿Ayudaría compartir su intimidad? ¿O solo lo empeoraría?

—Oh, hermanos, debieron haber hablado con ella —era el turno de Arel y el cazador sonrió a sus amigos—. Luce demasiado inocente para matarnos a todos. Y ha sido una buena chica, quedándose aquí y todo eso. Así que voto porque viva.

Ella articuló un silencioso agradecimiento para él. El joven se encogió de hombros. Podría ser solo su trabajo, pero era su vida lo que estaban decidiendo. Encontrar al menos algo de amabilidad allí, saber que no eran solo vengadores sedientos de sangre, era tener un poco de esperanza.

Uno por uno, todos los cazadores votaron. Cada sentencia de muerte era un puñal en su corazón, cada vida un débil destello de esperanza. Algunos confiaron en el juicio de su Comandante, otros simplemente fueron misericordiosos. A la mayoría no le importó, solo vieron al potencial monstruo que fueron entrenados para matar. Ninguno de ellos la llamó por su nombre.

Vasija. Búho. Salvaje. Nunca una de esas palabras había llegado a sus oídos antes, aun así, era todo lo que la llamaban ahora. Los nombres que pertenecían al asesino de Cal también eran los de ella. Y estaba un voto abajo cuando la ronda casi había terminado. El corazón de Nikka se hundió un poco cuando vio la maliciosa sonrisa de Rajnik.

—Sigo creyendo en lo que vi —dijo Lorcan—. Nikka es humana y no merece ser castigada por su mala suerte. Mi voto es que viva.

Rajnik se cubrió la boca para ocultar su risa. Nikka tragó saliva. Los votos estaban parejos y la decisión final recaía en la cazadora cuya primera reacción había sido matarla. La misma a la que había enfurecido hacía dos noches al revivir recuerdos que Rajnik prefería olvidar.

—¿Y quieres que no sea dramática cuando me pones en esta posición de poder? —dijo mirando a su compañero—. Deberías haber aceptado la cena si querías convencerme anoche.

Estaba acabada. El fusil de Rajnik estaba en su espalda. Sería tan simple para la cazadora tomarlo y simplemente dispararle. Sola, en medio de la sala abierta, Nikka era una presa fácil y Rajnik lo sabía. Con su puntería perfecta, tardaría menos de un parpadeo.

Rajnik le sonrió, amable y alegre como si sus ojos no fueran amenazantes. Nikka se congeló. La cazadora se inclinó hacia adelante, tan cerca del borde que Nikka temió que pudiera caer desde las alturas.

—Puede que no seas una salvaje, pero un búho es un búho. Me dejas en una situación difícil aquí, pájaro —dijo—. No sé qué te sucedió, pero no es natural. Y si haces algo que no debes, mi compañero va a pagar porque ser quien no te mató cuando debía y en cambio traerte aquí. ¿Crees que le confiaría su vida a alguien como tú?

—No —la voz de Nikka tembló, Rajnik asintió.

—Hice un juramento de siempre protegerlo. No puedo dejar que lo condenes —continuó—. Y personalmente, eres del tipo que más odio. Los búhos son criaturas cobardes, entrometidas también. Se aprovechan de los débiles y juegan con sus mentes. No eres diferente.

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