VIII

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"Juntos"

Aquel árbol que había crecido rodeado por pequeñas piedras ahora era tan grande que cubría una buena parte del valle con su sombra, incluso parte del lago. En las profundidades de este, Lapras nadaba sin muchos ánimos. Comiendo todo lo que el lago le ofreciese, y sin muchos pokémon con los que interactuar, realmente su vida era aburrida.

De vez en cuando se asomaba con recelo, ya que más de una vez habían llegado entrenadores a capturarlo, pero este siempre les daba una paliza, dado que solían ser entrenadores débiles con no más que su inicial o un Ratatta. Su vida podría ser aburrida, pero prefería la libertad a ser usado por humanos para los combates o demás cosas así.

Este parecía ser un día cualquiera más, hasta que escuchó un ruido proveniente de la superficie. Con curiosidad, se asomó ligeramente por el agua. Vio a dos figuras, dos humanos que caminaban por el pequeño valle. Dos entrenadores buscando atraparlo, seguramente.

Como ya era costumbre, se acercó con sigilo para poder observarlos más de cerca. Uno de ellos estaba observando el árbol con mucha atención, parecía haber algo en él que le interesaba. El otro observaba al primero, mientras se rascaba la cabeza. En eso, el primero pareció darse cuenta de la presencia del pokémon.

—¡Ahí está! ¡Te lo dije! —gritó emocionada. Se trataba de una mujer humana.

—¿Estás segura? Yo no recuerdo nada de un Lapras. —se rió. El otro era un hombre.

—¿Cómo es posible que no lo recuerdes? —preguntó mientras le daba un golpecito de broma.

—Ya sabes que soy olvidadizo. —volvió a reír.

A Lapras no le agradaba para nada este par, por lo que se acercó para intentar intimidarlos.

—¿Lo ves? Ahí está. —la mujer se emocionó al verlo, para confusión del pokémon.

—Pues no parece estar feliz de vernos, si es que de verdad nos conocíamos. —dijo el hombre preocupado por la expresión agresiva de Lapras.

—Ven —tomó la mano del hombre—. No nos hará nada. —empezó a acercarse al Lapras.

—Confiaré en ti. —se resignó el hombre, mientras estiraba su mano libre en dirección al pokémon. Pronto, la mujer lo imitó.

Lapras los veía con enojo, no entendía cuáles eran las intenciones de los humanos, pero no podían ser buenas. La forma en la que ambos extendían sus manos hacia él le era extraña, y al mismo tiempo familiar. Una vez los tuvo cerca, olfateó sus manos, en búsqueda de algún peligro. Lo que olió, lo dejó atónito.

Por un momento, juró poder ver de nuevo a aquellos niños con los que se divertía jugando hace ya muchos años. Al siguiente instante, los vio como lo que eran ahora. Él, usando una gorra que cubría su alborotado cabello, con el cuerpo de un adulto joven, pero conservando los mismos ojos junto con su espíritu. Ella, toda una señorita ya, con el cabello algo recortado pero no demasiado, y con los mismos ojos que reflejaban el cielo azul a la perfección. No lo pensó dos veces, y se lanzó a abrazarlos.

—¡Sí nos recuerda! ¿Ya viste? —exclamó Serena riendo muy feliz.

—¡Al parecer! —dijo Ash con dificultad, ya que era aplastado por la aleta del inmenso pokémon acuático.

Los estuvo abrazando y lamiendo por un rato, hasta que notó una tercera presencia en el lugar.

—Tranquilo amigo, parece que Serena tenía razón con lo de Lapras. —dijo riendo.

Se trataba de un pequeño pokémon amarillo, con mejillas rojas, y que miraba la escena confundido.

—¿Acaso dudabas de mí? —se hizo la ofendida, e hizo un puchero.

Éramos Niños EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora