Capítulo 24

487 41 10
                                    

No sé dónde estoy ni que están haciendo conmigo. Solo se que sufro mucho aún con las sedantes para el dolor. Incluso en la inconsciencia aún veo como todo se incendia, vuelvo a sentir el ardor y mi piel derritiéndose.

El dolor es como el veneno, comienza en mi pierna y sigue su camino hasta llegar a todo mi cuerpo. Ni siquiera puedo gritar, moverme o hacer algo. No tolero la ropa o que alguien roce mi piel.

El fuego a quemado todo dentro de mi, así que ya no siento nada, ni recuerdo que es lo qué pasó. Es como estar a la deriva en un barco, viendo hacia el cielo con el resplandeciente sol sobre ti. No te preocupas por nada. No existe nadie más que tú mismo.

Pero conforme el tiempo avanza, el mar donde estoy se agita y hace que todo mi barco se llene de agua, sin que pueda hacer nada. Sube y sube, tapando mi cuerpo, apagando mi piel roja. Entonces me doy cuenta de que sí, realmente estoy en agua.

Han comenzado a sacarme de mi mundo, bajando la dosis de la morfina, haciéndome más consciente. Pero no lo agradezco, porque comienzo a recordar que ha pasado, porque estoy aquí. Porque todo el tiempo existe ese olor a humo, a piel quemada.

Me mueven de un lado a otro, pequeñas nubes borrosas de color blanco van y vienen sobre mi. Tratando de salvar mi piel. Incluso los escucho hablar. Sobre lo afortunado que soy, que no me asfixié entre el humo, que no me consumí por completo.

¡Que suerte que no te hayas quemado tu bella cara!

Es lo que más repiten.

El recuento de los daños es el siguiente: El fuego comenzó en mis piernas; la parte más dañada, hasta llegar a mi brazo izquierdo, sino fuera por esa persona que me apagó, no estaría aquí. La cara, se ha salvado por la capucha y bufanda que traía puesta.

Mi piel está respondiendo al tratamiento así que al final me trasladan a una habitación y cubren mi cuerpo herido. La primera vez que de verdad abro los ojos y puedo distinguir lo qué hay a mi alrededor, llegan las primera visitas.

Plutchard y Haymitch, uno sonriente y el otro serio. El primero no para de decirme que está contento de que siga vivo, que a pesar de los contratiempos la guerra ha terminado, Coin lleva el control del país, y Snow está preso, esperando su juicio. Además, Plutchard me jura que si tenían un plan para rescatarnos, pero como anunciaron nuestra muerte varías veces, tenían que cambiar el plan de nuevo.

Katniss está viva, quemada igual que yo, no sé si puedo agradecer que estemos vivos. Esta es ahora nuestra realidad. Somos dos personas destrozadas. Sobre Peeta me dicen que esta desaparecido, creen que tuvo un episodio y huyó, lo están buscando.

—¿Qué pasa con Annie? —les pregunto.

Los dos se miran dudando en hablar.

—Ella murió junto con Prim.

Eso lo sé, vi como se volvieron antorchas humanas.

—Me refiero a si... —me cuesta decirlo—. Si harán un funeral... Quiero llevarla de vuelta a casa...

—Fueron... Ay, como decirlo... fueron bombas incendiarias, Finnick... —titubea Plutchard— No quedó nada.

Algo se rompe en mí. Ya no puedo escuchar nada más, se ha sobrepasado mi nivel de dolor. No puedo imaginar lo que deben haber sentido, además de Prim y Annie, habían niños, personas sin ninguna culpa y Snow los mató.

Mi odio hacia él estaba basado en lo que me había hecho y a mi familia. Eran razones suficientes. Pero ha lastimado a más personas, ¿cómo supo que me iba a destrozar más? Me quitó a las personas que me importaban, mató a Annie y una parte de Katniss murió con Prim...

Fortuito • Finnick Odair Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum