Capítulo 07 | Cercana lejanía

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Me enfundo en un delantal con dibujos de manzanas rojas, ella señala otra pila de verduras, así que me pongo con ello. Finjo que estoy concentrada en el vaivén del cuchillo que yo misma estoy provocando, pero igual soy demasiado consciente de sus pasos y del momento exacto en el que entran en la habitación.

Me siento atrapada, justo como ayer.

Hoy en la mañana, Tess me pidió que dejara de beber porque no me iba a traer nada bueno, yo le aseguré que lo intentaría; pero en estos momentos repletos de tensión, no soy capaz de mantener una voluntad de acero. Y mi estómago ruge, rogando por un poco de vino. Respiro profundo, recordando que no puedo caer de nuevo, que no soy como mi padre, no quiero serlo.

—Hola, cariño —murmura Dan, ella le responde de la misma forma cariñosa y gira la cabeza para que él le de un besito en los labios—. Traje algo para las gemelas, ¿podrías venir a revisarlo?

El movimiento de la cuchilla contigua se detiene en seco, mis labios se aplanan y aprieto más el mango de mi instrumento sin detener mi labor. Esto es ridículo, es como si estuviéramos en Hushington.

Me siento morir cuando la castaña deja lo que está haciendo para seguir a su marido. ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí?

—Genial —susurro para mí misma, sin despegar los ojos de la tabla para picar y vislumbrando los cuadritos de apio regados frente a mí. Comienzo a temblar, sé que está en alguna parte mirándome y eso me pone nerviosa. No quiero terminar sin dedos.

—Si agarras el cuchillo de esa forma, te vas a cortar, luna —susurra a mis espaldas.

—Ha hablado el genio en el arte de cortar verduras —respondo con sarcasmo, queriendo que se largue y deje de llamarme de ese modo.

—No, solo digo que... —Mis ojos se abren con horror cuando su pecho se pega a mi espalda y mi respiración falla cuando sus manos se colocan sobre las mías. Su aliento en mi nuca me deja inútil y estancada en la misma posición.

—¿Q-qué c-cres que hac-ces? —Toda mi serenidad se me resbala en segundos. Me olvido de lo que estaba haciendo y recuerdo que debo mantener a mis rodillas estables o me caeré. Debería apartarlo, pero muy en el fondo disfruto del contacto.

—Te muestro cómo cortar apios —murmura en mi oído con simpleza y yo cierro los párpados con fuerza, rogándole a la poca dignidad que me queda para que lo aleje.

Sus manos se mueven con las mías de forma lenta y un tanto rítmica. James jamás ha sido el tipo de chico que hace estas cosas que solo salen en películas, esto es lo más sensual que alguna vez hicimos y yo no puedo con ello. Es más de lo que puedo soportar.

Juntando todo el valor que puedo, me enderezo y me suelto de su agarre, él se echa hacia atrás al sentir mi rechazo. Yo vacío lo poco que hice en la cacerola encima de las hornillas y limpio mis manos en el delantal.

La rabia fluye por mi sistema, no le ha bastado todo lo que me ha hecho, sigue burlándose de mí. Lo enfrento con decisión y me planto frente a él, mirando directamente a sus ojos cafés. James hace lo mismo, me mira sin pestañear, esperando por lo que tengo que decirle.

—No vuelvas a tocarme, no vuelvas a dirigirme la palabra como si no hubieran pasado siete años desde que me cogiste y me dejaste tirada en la cama, no vuelvas a llamarme luna porque mi maldito nombre es Margaret —gruño, encolerizada con un timbre bajo.

—Me temo que no será posible porque vengo a recuperarte —suelta como si me preguntara la hora, incluso sus comisuras tiemblan. ¡Hijo de puta!

No me puedo controlar, mi palma se levanta y choca contra su mejilla, logrando que un intenso picor se instale en mi mano y deje una gran mancha roja en su piel. Su cabeza se queda quieta y cierra los ojos, me avergüenzo, pero me hace feliz que sienta un poco de dolor. No se puede comparar con lo que yo pasé, pero al menos tendrá que sobarse.

Begonia © ✔️ (TG #2)Where stories live. Discover now