Quince.

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Un mes luego de llegar a Corea, Pete seguía escuchando una y otra vez los mismos halagos por parte de la mayoría de personas que lo rodeaban, principalmente su tía Choi.

Desde que llegaste luces mejor Cada día estas más delgado Menos mal dejaste ese hábito de comer a todas horas, no era sano

Jamás respondían nada, solamente se limitaba a sonreír y hacer una reverencia en señal de agradecimiento.

Su alimentación sufrió un cambio drástico desde sus días de llegada.

Al principio, cuando había puesto su interés en Vegas y de alguna manera notó su fascinación por Porsche, intentó hacer ejercicio, entrenamientos duros e intentar adoptar la complexión física de Pachara para llegar a llamar su atención, pero su condición era un asco. Y aunque amaba la comida, no podía ingerir la suficiente cantidad de proteína, pues su sistema digestivo lo procesaba rápidamente, manteniendose en su cotidiano cuerpo delgado, quizás solo un poco más relleno en el área de los muslos, pero no tenia unos brazos fuertes ni espalda amplia.

Y ahora, luego de pensar que Tay era el nuevo tipo ideal de Vegas, de forma inconsciente adoptó su rutina alimenticia, excluyendo todos tipo de carbohidratos, harinas, grasas y basándose únicamente en carnes blancas en mínima cantidad, vegetales y frutas.

Al llegar sus mejillas ya tenían una ausencia considerable, pero ahora era más sencillo apreciar el perfil de sus huesos.

Con el paso de los meses su característico brillo se había agotado al grado de ser casi extinto.

No sonreía, no hablaba con nadie. Apenas y cruzaba miradas con la gente, volviéndose hosco y poco amable hasta el día que tropezó con alguien en los pasillos de la biblioteca.

Todavía podía recordar el pánico en la mirada ajena cuando Pete se agachó a tenderle la mano luego de haberle regado encima el batido de fresa que llevaba en una pequeña charola.

Había retrocedido mientras se cubría el rostro con ambas manos y le suplicaba perdón a cada instante.

Por un instante se vio a si mismo reflejado un año atrás.

── No pasa nada, los accidentes suceden.

Habló Pete con el tono más dulce que tenía, intentando sonreírle de la misma manera.

El chico salió de su escondite de a poco y le miró confundido.

── ¿N-no va a gr-gritarme?

Pete negó, reiterando la oferta para ayudarle a levantar, cosa que con un poco de esfuerzo hizo.

── No se ofenda, señor, pero pareciera que va a romperse en cualquier momento.

Murmuró el chico, y entonces pudo notar la forma en que la manga de su suéter resbalaba revelando un brazo tan delgado y pálido que le sorprendió.

No había reparado en su aspecto.

Cada día era tan monótono y sin sentido que, nada le importaba.

De pronto al sentirse tímido, bajó la tela y ayudó a recoger los libros y cosas regadas.

── Mi nombre es Kaojhao, puede llamarme Jao.

El chico de baja estatura limpió la palma de su mano contra la tela de su suéter y Pete la aceptó con gusto.

── Un placer, Jao. Mi nombre es Phongskorn, pero llámame Pete.

𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐥𝐨𝐯𝐞, 𝐕 ︙𝐕𝐞𝐠𝐚𝐬𝐏𝐞𝐭𝐞Where stories live. Discover now