Parte sin título 25

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Martes 18 de mayo

Otra noche que no tengo dónde pasarla. Salgo del malecón y camino por el barrio de calaveras, a lo lejos una mujer canta, es una mujer que se pierde en la noche dentro de los ojos de su amado, un amado que se ha ido. Puedo escucharla totalmente borracha, quisiera ir donde ella y tomarle la mano y pedirle un trago de su licor, uno amargo que me haga perder como ella, en la negrura y la acidez, la fantasía del desamor. Pero no, no tengo la fuerza ni la voluntad de entregarme para la colisión de mi propia perdición, me envuelvo de pronto en un bosque tupido, lejos ya, no puedo esperar que esta noche termine. Soy un extraño en medio de la floresta nocturna que se deforma con la densidad de mi paso, sigo con el oído la pista de la mujer que se deforma también de desolación, un gato brinca y suspirando se raja en medio de la noche un cristal que se ha roto para siempre, también lo siento, el pobre se ha asustado y salta de nuevo para huir. Cómo no huir del desastre.

Ahí, en medio de este lugar nocturno, se alza por encima de las cabezas de los hombres una jacaranda que florece apenas durante el día, pero de noche no, se ha ido también. Cómo quisiera que por solo unos malditos segundos esta conciencia se apagara. Bajo apenas la mirada y sube un caballo descomunal, llega al trote silencioso, es enorme y me ignora, tiembla y se echa, cada una de sus pisadas se marca como el bum bum de un tambor, respira, está cansado, se echa y cierra los ojos que se doraban con la luz nocturna, se apaga el bosque apretado de verdura. Bajo también a su nivel y el sueño nos arrebata la doliente conciencia. Mañana será otro día más, ¿para qué servirá?


Libro del naveganteWhere stories live. Discover now