¿Ailán? ¿Asdán? ¿Akael?

Se detuvo, atemorizada de que él la juzgara. Pero el cazador estaba demasiado ebrio, sus mejillas sonrojadas y sus pasos vacilantes, como para preocuparse siquiera por su naturaleza. Él también se detuvo y rio como si esa misma mañana no hubiera pedido su cabeza. Nikka solo podía desear que los guardias también estuvieran allí por su seguridad.

—¡Eres la niña búho! —exclamó él—. ¿Es cierto que puedes ver los recuerdos de otro? ¡Nunca peleé con un búho, son tan débiles! ¡Qué poder tan inútil en combate! ¡Pero podría ser bueno para las tácticas! ¿Puedes mostrarme?

Nikka dudó. ¿La mataría si decidía que era una amenaza? Las palabras de Rajnik todavía estaban frescas en su mente: cuanto más usara el poder, más cerca estaría de su maldición. Pero no había encontrado nada al respecto, solo las creencias de una chica del desierto.

—Eh... no sé si lo tengo permitido, —Nikka miró a los guardias en busca de una respuesta, pero estaban tan parlanchines como siempre—. No debería...

—Ah, no te preocupes. Mi autoridad está sobre ellos, —el cazador rio—. Y el Comandante dijo que podemos hacer lo que queramos contigo para juzgarte. Así que muéstrame cómo funciona.

—Yo... no lo sé, —Nikka cerró la mano.

—¡Vamos!

—No parece apropiado.

—Oh, por favor. Déjame ver para poder votar por ti y no en contra.

Nikka dudó. ¿Acaso se trataba de un truco? ¿Qué tanto estaba en juego? Miró una última vez a sus guardias solo para aclarar que era por orden del cazador antes de retirar su vendaje. Vacilante, aceptó la mano del joven. No fue más que un simple roce, pero fue suficiente.

La luz la cegó. El pasillo desapareció y fue reemplazado por una pequeña cocina con una sola lámpara encendida y una mesa con cuatro sillas ocupadas. El alcohol ya estaba servido, cerveza para todos excepto por la copa de vino blanco de Lorcan. Y conocía a todos, porque ya no era Nikka sino Arel.

El día había sido demasiado largo, el entrenamiento demasiado duro después de años de descanso y el futuro demasiado desconocido para no querer pensar en ello. No estaban de guardia esa noche, por lo que podrían intentar beber y reír después de tanto tiempo sin verse.

—¿Puedo matar al Búho? Mery prometió casarse conmigo si mato una Vasija, —rogó Stan, un joven alto y rubio.

Era todo táctica y velocidad, un hábil espadachín sin confianza al momento de hablar con mujeres. Junto a él, Nexan rio. También era del norte y tenía un buen marcador de salvajes muertos. El desordenado cabello oscuro caía sobre su rostro, y su cuarta cerveza ya le había soltado la lengua.

—Lamento decepcionarte, hermano, pero no creo que lo dijera en serio, —respondió Nexan—. Seamos honestos. ¿Cuáles son tus posibilidades de matar una Vasija?

—¡Exacto! —señaló Stan—. ¡Esta es mi única oportunidad! Por favor, déjame hacerlo. Ni siquiera se trata de una cacería. No te interesaría una presa tan fácil. Y Lorcan ya ha matado una Vasija.

—Nikka es solo una chica inocente, —Lorcan bebió un sorbo de su copa—. No es un salvaje.

—Ahora, puede que no tenga tantos años como tú como cazador, pero sé lo que es un salvaje y una Vasija, —Arel tropezó con sus palabras—. Y objeto más magia más curación rápida es igual a Vasija.

—Ella es humana.

—Entonces dime cómo tiene poderes ahora, —exigió Stan, Lorcan suspiró.

—No lo sé. Pero ella no merece una sentencia de muerte cuando está tan perdida como nosotros con esto.

Sand & StarsWhere stories live. Discover now