Dentro de la habitación, siento su mirada oscura clavada en mí.
Al verlo de cerca me resulta muy atractivo.

— ¿Cómo te llamas preciosidad?

— ¿Cómo sabe mi idioma? — Pregunto por qué tiene algo de acento, pero se entiende perfectamente lo que habla.

— Soy un hombre de negocios y me muevo por medio mundo. Necesito hablar varios idiomas para poder cerrar los acuerdos y en respuesta a tú pregunta... Te escuché antes hablar con la Madame.

— Ah. Me llamo Anika. Mucho gusto guapetón...— Uhm, aún no me podía creer que fuera a pasar una noche con un hombre joven y guapo. Siempre me tocaban viejos o algún chico joven de vez en cuando, tan solo querían probar cosas nuevas referente al sexo o desvirgarse.

Continúo seduciendo al moreno que tengo ante mí, pasando mis manos por sus fuerte y bien tallado cuerpo atlético.
Debo de admitir que mi cliente me enciende, tanto que no tardo en ponerme de rodillas para seguir con la tarea.
De pronto, sus manos hacen que me levante a lo que me quedo mirándolo algo confunsa.

— Ve despacio, no tengo prisa. — Sus ojos negros destellan un brillo hipnótico.

— Yo sí. En una hora debo salir de esta habitación. — Respondo evitando su mirada.

— No temas. He pagado por estar toda la noche contigo. Por lo que tomemos nuestro tiempo.
Ven, voy a servirte una copa.

— ¿Porqué eres tan amable conmigo?  No comprendo porqué quiere tomarse tantas molestias si sabe que yo estoy aquí para complacerlo.

El moreno me da la espalda, bajo su camisa blanca veo como se tensan los músculos de su espalda.
De pronto siento miedo, conozco bien esa reacción en los hombres. Y más cuando se trata de asquerosos ricos los cuales derrochan su dinero sin importarles nada salvo salir victoriosos.

— Quiero saber una cosa. ¿Cómo una chica tan bella como tú ha terminado siendo una...dama de compañía?

— Por dinero. — Respondo encogiéndome de hombros, cuestionando me qué le importa mi vida si tan sólo somos dos desconocidos que va hacer conmigo lo que se le pegue la gana y jamás volveremos a vernos.

— Espero que seas sincera. Si es por dinero, yo puedo darte mucho.

— ¿Acaso importa porqué estoy ejerciendo la prostitución?

— A mi sí me interesa.

— ¿Eres policía, un espía...?

— Deja de devolver la pregunta y responde. ¿Porqué...?

— Si lo quieres saber te lo diré. Hace cuatro años me dejé convencer por una agencia de modelos haciéndome promesas que nunca se cumplieron. Estaba pasando por una mala racha en mi casa y aunque no deseaba ser modelo accedí cuando mi amiga me lo propuso. Una noche fuimos raptadas, nos quitaron nuestra documentación, nos montaron en un furgón negro sin ventanas atrás, y desde entonces mi vida cambió. Yo no estoy en este infierno por gusto.

— ¿Porque no has pedido ayuda?

— Porque me toman por loca, porque simplemente soy una puta que no tiene derecho ni a respirar sin pedir permiso.

— Y si yo te ofrezco mi ayuda. ¿La aceptarías?

— Por supuesto que no. Yo solo estoy aquí para satisfacerlo, después me iré y ya no volveremos a vernos. Esa es la realidad, ya dejé hace mucho tiempo de creer en promesas incumplidas.

— Ven, dame tú mano y siéntate a mi lado. Confía en mí.

Miré sus ojos negros como la noche, tenía una mirada que me recordaba alguien, al único hombre que amé y el cual confíe y recé para que se cumpliera el milagro de que viniera a rescatarme.
Esa era yo anteriormente.
Ahora ya no estoy dispuesta a que me enreden con mentiras adornadas con frases de un poeta.
Alcé mi barbilla exponiéndome a cualquier peligro.
Podría ser fuerte, valiente... Pero no tenía la fuerza suficiente como para derribar a un hombre de un metro ochenta aproximadamente.
Después de todo, yo era como un cervatillo, el cual su cazador lo espera para apresarlo.

— ¿Acaso no confías en mí?

— No le conozco como para tener que creer en sus palabras. Disculpe, pero la hora se ha pasado. Debo de marcharme. — Al voltearme para marcharme, su mano sujeta firmemente mi brazo.
En otro momento hubiera sentido pánico, y sin embargo su tacto solo provocó en mi una explosiva diversión.
Me solté dispuesta para marcharme, no iba a perder el tiempo. Pero entonces me quedé quieta cuando lo escuché disculparse.

— Lo siento mucho por todo lo que has tenido sufrir.

— No soy digna de lástima. Y usted no me ha echo nada como para tener que disculparse. Esta es la vida que me ha tocado vivir sin haberla elegido. Al menos yo he tenido la suerte de estar viva, no como mi amiga Marga, la cual murió.

Veo que el guapo hombre, desvía sus ojos hacia el suelo poniendo cara de preocupación. Toma asiento echando un trago de su bebida.
Me gustaría acercarme y decirle que pocos hombres hay como él.
Mi tiempo se ha agotado, debo de ganar dinero, poder dormir a mis clientes para seguir robándoles dinero si quiero escapar.

— Debo irme. ¿Quiere que follemos?

— No, vete. Pero quiero decirte que he tratado de ayudarte. No entiendo porqué no aceptas mi ayuda. Es como...

— Ya le he dicho que no le conozco, quizás lo haya visto anteriormente, pero no le recuerdo. Veo muchas caras diariamente, me resulta muy difícil poder identificarle.

— ¿Entonces no sabes quién soy? — Niego con mi cabeza.

— Sé sincera y mírame. — Hago lo que me pide. Lo miro con detenimiento, sintiendo nervios dentro de mí. Abro mi boca, pero tengo miedo de hacer o decir algo que no sea apropiado por miedo a que me torture.

Niego con la cabeza en silencio esperando con algo de pánico que aquel hombre haga lo que quiera conmigo.
Para mí sorpresa, se muestra cariñoso conmigo.
Sus dedos recorren ligeramente mi rostro dibujando pequeños círculos bajando por mi cuello consiguiendo que sienta un escalofrío recorrer mi espalda.
Al abrir los ojos, me encuentro con unos ojos negros los cuales me recuerdan a Salim.
Volví a bajar mis párpados dejando asomar la nostalgia en forma de una pequeña gota al recordar su nombre, pues de él físicamente poco me acuerdo ya.

— Dime qué aún no me recuerdas.

— Intento hacer memoria, vagamente puedo llegar a saber quién eres.

— Entonces ¿porqué lloras?

— Porque acabo de recordar  alguien a quien amé y jamás supe de él.

— Mírame por favor. — Hago lo que me dice de nuevo, contemplando su rostro, perdiéndome en sus luceros oscuros.— Al menos me hace feliz de que nunca te olvidaste de mí. No sabes lo dichoso que me haces al tenerte de nuevo a mi lado. Y esta vez no dejaré que nadie te aparte de mi lado.

— Entonces...eres...Salim...— Al pronunciar su nombre mi corazón empezó a latir intensamente.

— Veruska, soy yo. Salim. — No podía creerme que el estuviera enfrente mía, no podía ni imaginar que mi mayor sueño por fin se hubiera echo realidad.
Lo besé dejando libre miles de emociones juntas.

— Veruska, mi amada Veruska por fin te encontré. — Al sentir el abrazo de Salim supe que estaba protegida y al mismo tiempo enfadada por haber tardado tanto tiempo en encontrarme.
Como si me quemase su contacto me separé de él escondiendo mis sentimientos.

— Me alegro de haberte visto Salim, pero pienso que es demasiado tarde para salir corriendo contigo.
Has tardado cuatro años en encontrarme.

— Veruska, lo siento  mucho. Te prometo que me ha resultado muy difícil dar con tú paradero.

— Salim te agradezco tú ayuda, pero no la necesito. Me he visto en demasiadas circunstancias desagradables, tanto que aún le doy las gracias a Dios por mantenerme con vida, como para lanzarme a tus brazos haciendo que todo lo que he vivido quedará en el olvido.
Lo siento mucho Salim, pero si quieres ayudarme a salir de este infierno te lo agradezco, pero no obtendrás nada de mí. Ya no soy aquella chica de diecinueve años que conociste.

Apreté mandíbula y mis manos haciéndolas un puño, para no mostrarme débil ante Salim.
Me dolía decirle todo aquello, sin embargo era lo que sentía en mi interior.
En mi cuerpo hay escrito tanta crueldad que me resulta muy difícil deshacerme de las cicatrices que me han dejado marcada para el resto de mi vida.

Forzada Para Complacer Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum