XXIII: I know now, this is who I really am

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―Sí que creciste. Eres alto, más alto que tu padre ―aseguró, esforzándose por agarrar la copa de su lado y tomar un poco del suave vino―. Y siempre supe que tu rostro era muy parecido al de Tane, pero parece que estoy viendo su versión masculina...

―Realmente me quedaré sin apetito si sigues diciendo esas cosas horrorosas ―interrumpió Dazai, con una sonrisa tensa que logró pasar por una tranquila y despreocupada, sin tomar nada de lo dispuesto en la mesa.

Hana no lo obligó a comer. Bebió un poco más y preguntó lo obvio.

―¿Tanto detestas a tus padres?

Dazai no pudo contener una risa ácida y rota. ¿Detestar? No, no los detestaba. Detestar a alguien era muy simple, muy pequeño, algo que podía olvidar con un poco de alcohol y un par de libros filosóficos.

Les temía. Le repugnaban. Los odiaba. Y tal vez siempre lo hizo, pensó. Tal vez, desde que tuvo la capacidad para mirar más allá de la obligación de un "buen hijo", incluso si quería complacerlos, también los odiaba profundamente. ¿Por qué nunca pudo ser suficiente para ellos? ¿Por qué no solo pudieron deshacerse de él cuando tuvieron oportunidad y no obligarlo a vivir bajo insulsas expectativas y promesas? ¿Por qué decidieron romperlo en el momento en que pensaba que al fin había encontrado un poco de felicidad y un futuro al que aferrarse? ¿Por qué no solo podían aceptar, o bien ignorar, que se había enamorado de otro chico?

Porque vivían de una apariencia enfermiza, se recordó a sí mismo con ira. Apretando los puños bajo la mesa, ignoraba la mirada paciente y silenciosa de la mujer que había compartido, en muchos momentos, los mismos pensamientos que corrían por su cabeza.

Solo vivían por una imagen falsa. Solo para aparentar que aún conservaban un poco de la "gloria" que perdieron la noche que lo engendraron. Y todo era culpa de ellos, pensó Dazai, frustrado, dolido y desesperado. Su culpa, su culpa, su culpa. Desde su insomnio, hasta el "amor" que llegó a desarrollar por Odasaku. Era su culpa, su culpa que decidiera salir de Yokohama, dejando a Chuuya atrás. Era su culpa que llegara a Kyoto y cayera en la misma promesa de ser amado con la cual lo manipularon desde niño...

No, no. No podía quitarse la responsabilidad de sobre los hombros, reflexionó. Relajando los puños, sintiéndose resignado.

Ellos fueron el gatillante de muchas cosas, pero él también tomó malas e infantiles decisiones. Y si ahora tenía dos cicatrices verticales en ambos brazos, era nada más porque él mismo decidió tomar una navaja y trazarlas. Sí, lo rompieron, pero él terminó de destrozarse a sí mismo.

Pensar en ellos, en todo lo vivido, le hacía doler la cabeza. El olor de la comida que se elevaba desde el plato frente a él, aumentó sus náuseas. No podría manejarlas por mucho tiempo, casi sentía el vómito a mitad de la garganta; bloqueando su tráquea, impidiéndole respirar. Quería marcharse, olvidarse de ellos, de su tía, de la familia, y respirar un poco de aire fresco. Sentía que se estaba ahogando con el aroma de la comida que no se desvanecía ni siquiera al estar en el exterior. El perfume que sentía desde Hana era nauseabundo, creaba una mezcla asquerosa con el aroma de la comida y toda maldita esencia que sentía provenir de los comensales en las mesas aledañas.

Ah, quería a Chuuya. El olor de Chuuya era agradable, pensó. Simple, un poco dulce y a la vez ácido, pero sencillo, respirable; y no hacía, usualmente, preguntas estúpidas que lo empujaban a casi un ataque de pánico.

―Si estás aquí, supongo que sabes el tipo de trato que tengo hoy en día con mis padres ―comentó Dazai. Sin sonrisa, sin tener la energía para fingir estar bien. Ni siquiera estaba seguro de cómo logró recuperar la voz―. Y ese trato es inexistente. Así que, por favor, si estás aquí para decirme dónde y cuándo será el funeral de mi padre, ahórratelo. No iré, no me interesa.

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now