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No lograba calmarme tras la conversación con Koschei. Caminaba sin pausa de un extremo al otro de mi despacho bajo la preocupada mirada de Firenze. 

La sala era de considerables proporciones, como lo eran todas a decir verdad en aquel palacio y como el resto tampoco tenia cristales, los huecos en forma de arco ojival que hacían de ventanas no los necesitaban porque en la corte siempre había la temperatura exacta para existir plácidamente, una suerte de magia antigua se encargaba de que así fuera, adaptándose a cada individuo como si crease sobre ellos su propia atmósfera particular, Firenze lo llamaba "el manto". 

Yo estaba segura de que únicamente había compartido esta información porque yo me había interesado de forma directa en el asunto.

Me giré hacia él, parándome frente a la larga mesa tallada de seis patas curvadas, apretaba los labios como si le costara esfuerzo mantenerse en silencio y entre sus delicados brazos sostenía un inmenso libro que estrechaba contra su pecho, cuando le miré de aquel modo su paciencia se terminó.

—Mi señora, será mejor si toma algo para calmar sus nervios, no le servirá de nada seguir así.

—¡Ese pedazo de mierda! —grité y seguí gritando con los puños apretados, consciente de que parecía una niña en medio de una rabieta, pero no podía importarme menos si estábamos solos los dos.— Asquerosa basura, repugnante gusano, dicen que uno es lo que come así que no debería extrañarme que él sea todas esas cosas... ¡Aaaarg!

Me volví a girar de golpe, dando la vuelta al escritorio en un único movimiento y me senté, o más bien me dejé caer como un saco sobre mi silla solamente para darle el gusto a Firenze, sin dejar de mover la pierna frenéticamente fuera de su ángulo de visión. En cuanto intenté morderme las uñas el chistó por lo bajo y con una mirada reprobadora me indicó que iba a traer el calmante, dejó el libro sobre la mesa y se marcho mientras yo suspiraba derrotada.

En tanto que esperaba sola en esa excesiva sala me fijé en el libro que había quedado frente a mi, la encuadernación era de piel del mismo tono marrón caoba que la pesada mesa sobre la que reposaba expectante. Un detalle notable porque era poco usual, los escasos libros que existían en el reino se encuadernaban en tablillas de algún material vegetal o en la argamasa blanda que se podía crear a partir de estos, una especie de sustancia flexible que a fin de cuentas se asemejaba mucho a la piel animal.

La escritura estaba terminantemente prohibida en el Reino, sometida a la atávica creencia de que la palabra una vez se plasma sobre papel deforma el significado de lo escrito a tal punto que puede perderse todo parecido con la verdad de la que una vez surgió. Además también se sostenía el argumento de que era más fácil ejecutar el acto de mentir de esa manera, como ningún súbdito de sangre pura era capaz de hacer esto sin sufrir terribles consecuencias físicas, era lógico pensar que era una forma fácil de conseguir una ventaja sobre los demás a la hora de hacer tratos o manejar la opinión pública. Por todo esto los libros eran un objeto poco común y como pronto me di cuenta sólo estaban llenos de imágenes.

Estiré el brazo y alcancé el tomo, lo arrastré hacia mí y sentí una oleada de decepción al abrirlo. Era otro libro ilustrado más. La primera página me recibió con el conocido símbolo, la estrella de siete puntas que representaba a todos los habitantes del Reino y marcaba la pertenencia del tomo al mismo, rocé los bordes del emblema, la tinta tenía un cierto relieve que al tacto me producía una peculiar sensación de deja vú. Advertí que en esta ocasión los signos de cada clan aparecían sobre las puntas de la estrella, una grafía en desuso durante los siglos más recientes por lo que deduje se trataba de un ejemplar antiguo. Mi curiosidad comenzó a forjarse en ese momento y pasé a la siguiente página, al verla se apoderó de mí un intenso escalofrío que me recorrió todo el cuerpo y me dejó sin respiración por un segundo, la pintura parecía oscurecida por el paso del tiempo o la mala conservación pero aún se podía apreciar con detalle el rostro que me devolvía la mirada. Era una mujer humana con el cabello castaño rojizo recogido en dos trenzas flojas a ambos lados de la cara que rodeaban el contorno de sus orejas y se unían en la nuca  en un moño bajo. Sus labios finos contrastaban en seriedad con la patente jovialidad de sus ojos, estos me hicieron estremecer, porque daban la impresión de estar vivos y realmente atentos a mi, incluso siguiéndome con la mirada cargada del brillo de una aguda inteligencia.

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⏰ Last updated: Feb 16, 2023 ⏰

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Sombra y sueñoWhere stories live. Discover now