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Por fin el día de la Reunión de los clanes llegó, me encontraba más ansiosa de lo que habría previsto y mientras las sirvientas me vestían y peinaban yo intentaba controlar el temblor de mis manos.

Para aquella ocasión Firenze me había aconsejado vestir de blanco con detalles de rocío, las gotas translúcidas, sólidas como perlas, parecían nacer del tejido blanco nacarado, colocadas en líneas que imitaban el recorrido natural del líquido cuando se desliza por una superficie vertical. Me giré frente al enorme espejo ovalado de mi recámara para observar el ajuste de la prenda por la parte de atrás, todos mis vestidos dejaban la espalda descubierta casi hasta las caderas y aquel no era una excepción. El conjunto de marcas negras que recorría de manera sinuosa mi espalda, hombros y brazos, eran en realidad una nueva parte de mi y necesitaba llevarlo al descubierto en caso de emergencia me dijo Firenze una vez. Porque en realidad aquellas marcas podían despegarse de mi piel y transformarse en alas de lepidóptero en un proceso lento, desagradable y ligeramente doloroso. Proceso que sumado a mi propio miedo a volar y a llamar demasiado la atención había provocado que ni siquiera hubiese aprendido a manejarlas aún. 

Pero a pesar de todo sentía una especie de cariño por ellas, cuando pasaba mis manos por encima no había mucha diferencia respecto a un tatuaje corriente, sólo notaba un leve abultamiento más grande lo normal,  y visualmente apenas resaltaban sobre el tono oscurecido y grisáceo de mi nueva piel. 

Me eché un paso hacia atrás, contemplando el resultado final del duro empeño que las sirvientas habían puesto en que todo estuviese perfecto. Para esta ocasión habían recogido mi cabello en una intrincada trenza de cinco cabos que después colocaron formando una espiral sobre mi coronilla, giré la cabeza a un lado y a otro para tratar de verlo mejor pero el color de mi pelo era demasiado oscuro para apreciar los detalles y solo conseguí sentirme apenada, ni siquiera los reflejos azules que despedían los mechones eran capaces de hacer notar la delicada labor que habían acometido. 

El destello extraño de mis iris captó mi atención, durante unos segundos aquella otra mujer en el espejo me devolvió esa inquietante mirada de ojos fulgurantes, ese ser que ahora tenía que llamar mío seguía llenándome de cierto temor instintivo cada vez que me atrevía a mirarla con atención por más de unos segundos. Y sin embargo yo me había sentido libre y completa al verme por primera vez dentro de mi verdadera forma, achacaba estas sensaciones inhóspitas a la responsabilidad que tan pronto se me había adjudicado al llegar a esta nueva vida, yo era mía y aun así nunca lo sería, era también de todos los seres vivientes del Reino, un individuo y un símbolo. 

Suspiré largamente y mirando el ajuste de las largas mangas recordé la primera vez que vi aquellas prendas que habían sido escogidas para mi, mi primer pensamiento fue que pasaría bastante frío si eso era todo lo que tendría y Firenze se rio de mi...

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Suspiré largamente y mirando el ajuste de las largas mangas recordé la primera vez que vi aquellas prendas que habían sido escogidas para mi, mi primer pensamiento fue que pasaría bastante frío si eso era todo lo que tendría y Firenze se rio de mi cuando lo comenté.

"No hay nada que no sea ideal en el Reino, su majestad, es la tierra de la dicha eterna, no pasará hambre, ni frío, no enfermará ni se debilitará su mente, nunca envejecerá. Solo hay un tipo de oscuridad en el Reino y es la noche eterna de las estepas crepusculares por la que aún no debe preocuparse siquiera." Eso fue lo que me dijo con una de sus dulces sonrisas, y era cierto, en parte.

Sombra y sueñoWhere stories live. Discover now