23. Buenas Noches, Dulce Príncipe

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—¿Tienes un minuto?

Charles Xavier exclamó con cálida amabilidad paternal ante la perturbada joven, quien con la vista gacha, no cesaba de derramar lágrimas muy silenciosas. Clea contemplaba cuidadosamente desde lejos, entre temerosa y reacia, mientras que Wanda Lenhsherr pensaba cómo proceder.

—Mi querida Wanda...

El profesor intentó hacer contacto visual con ella.

—Sé perfectamente lo que sientes— continuó, con voz pausada y tomando aire—. Hace muchísimos años a una jovencita como tú, a quien también he llegado a querer como una hija, le ocurrió algo muy similar. Ella se llamaba Jean, y...

La bruja sollozó, levantando ligeramente la mirada.

—Y... ¿ella está bien...?— murmuró.

El mayor negó con la cabeza muy despacio, con un dejo de melancolía.

—Lamentablemente, ya no está con nosotros. En un momento muy difícil, ella también perdió el control de una forma muy peligrosa. Pero ante una amenaza mayor, optó por sacrificarse para salvarnos a todos.

—Supongo que insinúas que termine con mi vida... —murmuró la pelirroja con inmensa tristeza sobre sus ojos.—¡Ah! Créeme que lo he intentado más veces de las que te imaginas.

—No, querida. Lo que intento decir es que de una forma u otra, todos podemos redimirnos. Esta no eres tú, sino el vehículo de una peligrosa entidad. Y lo mismo le ocurrió a Jean...

La contraparte se acercó para intentar consolarla. Al verla tan devastada, tan impotente, no pudo evitar sentir compasión a pesar del daño causado y la abrazó cálidamente pues sintió que era lo que más necesitaba en aquellos tormentosos momentos.

—Eres fuerte — la arengó—, completamente capaz de salir de esto. El poder verdadero yace en tu corazón, y mientras lo conserves intacto, prevalecerá.

Pero en una milésima de segundo en la cual ambas se separaron del reconfortante abrazo, Wanda Maximoff sintió de pronto una presión inusual sobre sus muñecas, más rápido de lo que pudo advertir.

—¿Pero... qué?—exclamaron ambas a la vez, por completo desconcertadas.

—Por Dios, ¡Clea!— reclamó el Profesor —¡¿Era necesario?!

—Lo lamento— sentenció la Hechicera, aún guardando una prudente distancia. Aquella había conjurado unas esposas inhibidoras, con intenciones de contener a la Bruja Escarlata aún más. —Pero no podemos arriesgarnos. No seremos capaces de controlar esto, así como estamos. Esperaremos a que los otros regresen, y mientras tanto, tú te quedarás en una habitación especial.

Wanda del universo alterno apretó los labios con cierta vergüenza e impotencia. Pero no podía hacer nada.

—Lo siento, Wanda... — declaró Clea, tratando de no perder la calma, aún cuando por dentro también sufría por la incertidumbre —Es por tu bien y el de todos. Las arenas de Nisanti contendrán tu magia en lo que ellos vuelven...

"Si es que lo logran", se dijo.

Charles le dirigió una mirada de desaprobación, pero de todos modos era inútil insistir.

"De acuerdo", le transmitió a la mente de su colega a través de los pensamientos. "Pero te ruego que no la trates como a Jean. Por favor, Clea.... No porque una persona tropiece y se salga un poco del camino, significa que estará perdida para siempre...".

***

Un violento torbellino revolucionó al trío de hechiceros que acababa de arribar, arrastrándolos cual hojas secas aglomeradas en la cola de un tornado. Stephen guardó el cuchillo interdimensional con cuidado, siendo este resguardado bajo la custodia de su capa. La Dimensión Oscura no era nada nuevo para el experimentado Strange, pero no se asemejaba a cualquier cosa que los dioses asgardianos hubieran presenciado en milenios de vida.

SABBRA CADABRA - (ScarletStrange)Where stories live. Discover now