Capítulo III

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     Era un amanecer extraño en aquel pueblo de refugiados, porque un ambiente denso se propagó por todo el sector y una niebla cubría gran parte de ella

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     Era un amanecer extraño en aquel pueblo de refugiados, porque un ambiente denso se propagó por todo el sector y una niebla cubría gran parte de ella. Así también lo sintió Demian, quien, al levantarse para ir a la escuela, percibió unos gritos que se escuchaban desde lejos pero que se acercaban paulatinamente. Miró por la ventana para ver qué es lo que ocurría y pudo vislumbrar que un incipiente incendio comenzaba a expandirse por los alrededores. El temor y la incertidumbre se apoderaron del muchacho quien estaba siendo testigo de un posible ataque del Kahn. 

—¡Tío Ren, Tía Annie! —llamaba nerviosamente Demian—, despierten ahora, algo está pasando y mi instinto me dice que no es nada bueno. 

—Sí, algo sentí —respondió el Tío Ren— debemos movernos en seguida si nos están invadiendo. 

—Ten cuidado Ren —decía la Tía Annie—. Dios quiera que no sea otra vez una invasión. Debo ir a levantar a Carmen. Por favor ayúdame, Demian. 

     Los tres se prepararon con rapidez, mientras la Tía Annie y Demian fueron a ver a Carmen quien yacía en su cama sobresaltada y sin saber qué es lo que sucedía. El Tío Ren miraba por la ventana para comprobar los hechos, cuando sus oídos escucharon lo que menos deseaba. 

—¡Nos están atacando! —gritaba un vecino cercano—. ¡El ejército de Daemon Kahn está arrasando con todo y secuestrando a los jóvenes! 

—¡Dios mío! —decía el Tío Ren a los suyos—. Debemos abandonar esta casa de inmediato. 

     La tensión, miedo y nerviosismo se apoderó prestamente de los cuatro, quienes no sabían cómo sobrevivir ahora ante un ataque tan furioso como el que estaba perpetrando el maligno emperador. Los rumores fueron ciertos y solo les quedaba rezar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que escaparon de una emboscada del enemigo; en este instante ignoraban si el destino iba a ser tan clemente con ellos o no. El pueblo trataba de huir con desesperación del ataque del ejército invasor, quien tomaba prisioneros a los más jóvenes y destruía al resto para no dejar nada a su paso. El fuego aumentaba cada vez más y la posibilidad de subsistir era escasa. En ese instante, un soberbio secuaz del Kahn de una larga cabellera clara sobre un rostro oculto en una máscara tenebrosa, alto y fornido, aparece en medio del pueblo atacado impartiendo órdenes y recibiendo noticias de un subordinado. 

—Hemos capturado a varios para enviárselos al Kahn como esclavos o futuros guerreros, a los otros los aniquilamos —decía el soldado. 

—Muy bien —respondió el enmascarado—. ¿Han encontrado a ese individuo? El Kahn lo quiere muerto sí o sí. 

—Aún no, mi señor. Varios batallones están frenéticamente buscándolo. 

—¡Pues entonces apresúrense! No quiero excusas y tendrás que traerme su cabeza para presentársela al Kahn. 

—¡Sí, señor! Así será tal como lo ordene. 

     Demian, mientras tanto, se ocupaba lleno de tensión en ayudar a preparar a Carmen y escapar pronto junto a sus padres adoptivos ante la inminente destrucción de su hogar. Los gritos aumentaban y el caos producido mermaba la moral de todos. En ese instante, el Tío Ren tomó su escopeta recién cargada y ordenó salir de la casa. 

LOS XERONIANOS DEL UNIVERSO - LIBRO I EL GUERRERO DEL SOLWhere stories live. Discover now