Capítulo 13: El día

134 15 4
                                    

Elizabeth se arreglaba para ir al café para ver a Meliodas. Se puso un vestido celeste, un poco de labial tono rosado, un poco de corrector de ojeras y una fragancia frutal. Se peinó con una coleta alta con un moño azul. En eso, Tristan entró a la habitación de su madre y le preguntó.

— ¿A dónde vas a ir que no puedo ir yo?

— Ya te lo dije, iré a reunirme con una persona para hablar sobre temas de adultos — le contestó — Irás con la tía Diane — El niño asintió y salió de la habitación. Ella suspiró una vez más y tomó su cabeza tratando de calmarse. Tristan y Elizabeth subieron al auto y Diane los esperaba en la puerta.

— ¡Tía Diane! — gritó el niño de diez años.

— Mi querido Tristan — dijo dándole un beso en la coronilla — Nos divertiremos mucho, miraremos una película y comeremos palomitas — agregó entusiasmada — Vamos, elijamos la película — Tristan tomó la mano de su tía y se despidió de su madre.

Mientras estaba en el auto, pensó en todas las posibilidades que podrían pasar; estaba nerviosa, muy nerviosa. Su respiración era intranquila y trataba de regularla. Apretaba el manubrio y se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar todo por lo que tuvo que pasar. Negó y se limpió las lágrimas, no lloraría por Meliodas, era Meliodas quien tenía que llorar por todo lo que había hecho.

Al llegar al café, se sentó en una de las mesas a esperar a Meliodas, ella había dejado su auto a una cuadra. Mientras esperaba, miraba su celular, Diane le deseaba suerte, al igual que Elaine. El tiempo pasó y no se percató que un chico rubio estaba frente a ella. Elizabeth levantó la cabeza encontrándose con esos ojos esmeraldas. Él se acercó para besar su mejilla pero ella tomó distancia.

— Si, entiendo, distancia — dijo sentándose frente a ella.

— Habla rápido, no pienso estar acá por más de una hora — habló fríamente.

— Elizabeth, por favor, no me trates así — suplicó — Quiero pedirte perdón por todo lo que te hice y quiero enmendar las cosas.

— ¿Acaso crees que te voy a creer? La cagaste, Meliodas, te perdiste una hermosa etapa de Tristan — dijo — ¿Crees que él te querrá?

— Si me das la oportunidad, tal vez él me querrá — dijo mirándola a los ojos.

— ¿Acaso crees que querrá a un hombre que se hace llamar padre y que no estuvo en una etapa muy importante?

Meliodas suspiró y tomó fuertemente la mano de Elizabeth, obligándola a mirarlo; cuando sus miradas se conectaron sus corazones palpitaban con fuerza, el de la albina, se retorcía de nostalgia y tristeza. Inhaló y exhaló conteniendo las lágrimas, pero estas no tardaron en aparecer en los hermosos ojos de la chica.

— Por favor, Eli — dijo Meliodas casi en un susurro — No quiero verte llorar.

Ella tomó su bolso y se levantó la mesa y fue hacia la puerta entre sollozos, para irse y no verlo nunca más, pero ¿Eso era lo que su corazón anhelaba? ¿Era lo que quería? Meliodas corrió hacia ella y la tomó del brazo y ambos se miraron.

— Ya déjame — habló Elizabeth — Me haces daño — siguió arrugando la parte superior de su vestido.

— No quiero dañarte-

— ¡Entonces vete y déjanos en paz! — le gritó y caminó rápidamente hacia su auto, pero cuando estaba por abrir la puerta, Meliodas la acorraló entre él y el auto.

— No sabes lo duro que fue dejar al amor de mi vida, de estar sin ti, sin tus abrazos, besos y caricias — dijo y se acercó a su cara.

— Dime que me odias, y me iré de tu vida — Elizabeth abrió los ojos como platos — Dime la verdad, ¿tanto me odias?

— Y-yo...

Y la besó, Meliodas la besó, fue un beso tan dulce y lento que al principio Elizabeth mantuvo resistencia pero sus ojos se cerraron y acarició su cuello. Pero se separó luego de unos segundos y lo empujó lejos de ella.

— No — habló — No está bien esto — siguió y se metió al auto.

— Por favor Elizabeth — pero antes de que pudiera decir algo, ella ya se había ido.

En el camino comenzó a llover, pasó a retirar a Tristan y cuando llegaron a casa, cada uno hizo lo que tenía que hacer. El día era lluvioso, un clima que a Elizabeth le encantaba y la motivaba para leer, cocinar algo dulce y jugar con Tristan en el patio, a saltar charcos de agua.

La noche llegó y ambos, luego de comer, Tristan se fue a ver una película en su cuarto, y Elizabeth se estaba por dar un baño. Miró el reloj y eran las doce de la noche. "un baño rápido" pensó. Llenó la tina con agua caliente y puso sales de baño y espuma. Cuando se metió, se tranquilizó y pensó en lo que había pasado ese día.

— Como pude ser tan tonta — se dijo a si misma — ¿Cómo te atreviste a besarlo? — siguió dándose unas palmaditas en sus mejillas.

Luego de diez minutos, Elizabeth se encontraba poniéndose cremas corporales y aceites para el rostro. Se secó el pelo con el secador, ya que si dormía con el pelo mojado, haciendo frío y lloviendo, se podría enfermar. Se colocó su pijama de osos panda que tanto le gustaba y fue hacia la cocina por una taza de leche caliente con un poco de miel; entró en su habitación y se sentó en el margen de la ventana.

No podía dejar de pensar en él.

La lluvia caía y aquel sonido la relajaba.

No podía, solo no podía. ¿Cómo amar al hombre que te dejó sola y embarazada y viene a reclamar a su hijo diez años más tarde?

Las lágrimas no tardaron en aparecer, dejó a un lado su taza y abrazó sus piernas y apoyó la cabeza en ellas. Cada vez que se limpiaba, más lágrimas salían. Se quedó despierta hasta las tres de la mañana llorando por un puto cobarde.

Se reincorporó y caminó hacia el cuarto de Tristan y al ver que estaba plácidamente dormido, no pudo evitar esbozar una sonrisa, volvió a su habitación y se recostó y no tardó en quedarse dormida.
___________________________
Brujitas y brujitos ¿cómo están? Espero que súper bien.

Aquí les traigo otro capítulo más de esta novela.

¿Tienen alguna duda o teoría?

Los estaré leyendo

Cariños❤️
Moon_

Mamá te dará el mundo enteroWhere stories live. Discover now