Capítulo 07: ya en casa.

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Ya estaban en casa, Elaine y Ban ayudaban a sacar las cosas del auto y ayudaban a Elizabeth a caminar. Sin lugar a duda fue un parto intenso y doloroso. Los gritos que daba asustaba a sus amigos y familia, pero para su suerte, estaba sana ella y su bebé. Elizabeth dejó a Tristan en la cuna y fue hacia la sala donde la esperaban Ban y Elaine. Soltó un gran suspiro y se recostó en el sillón cerrando los ojos por algunos segundos.

— ¿Te sientes bien, Eli? — Preguntó Ban — ¿Quieres algo de tomar? — siguió.

— No quiero abusar, pero un té de jengibre me vendría bien — respondió con una media sonrisa.

— Para nada, ahora te lo preparo.

Dijo el hombre dejando a las dos mujeres solas. Empezaron a hablar sobre los bebés. Ella y Ban habían tratado de tener un hijo pero no lo estaban logrando. Al parecer Elaine era infértil y lo mejor que pudieran hacer era adoptar un niño para amarlo y cuidarlo.

— Tranquila, Elaine — dijo Elizabeth — Te aseguro que si adoptas vas a hacer a un niño muy feliz — continuó — Eres una gran chica, amable, piadosa y cariñosa — la chica soltó una risa y le sonrió a la joven mamá.

De repente un llanto de un bebé sonó a lo lejos. Elizabeth fue hacia la cuna y tomó a Tristan en brazos y comenzó a mecerlo de un lado  a otro, cantándole una hermosa canción.

— Oh cuna, cuna — comenzó a cantarle — Las palomas llegaron volando y se sentaron en tu cuna. Estaban pensando en cómo alimentar al bebé. Oh, cuna, cuna; las estrellas no brillan tanto como tus pequeños ojos — siguió y se percató que Ban y Elaine estaban en la puerta escuchándola y viéndola — Oh pequeño no llores, mamá está aquí.

Y sin dejar de mecerlo, lo dejó en la cuna y siguió durmiendo.

— ¿Dónde aprendiste esa hermosa canción de cuna? — preguntó Elaine mientras salían de la habitación del bebé.

— Me la cantaba mi mamá cuando era pequeña, no tan pequeña como Tristan pero tenía al menos seis años de edad — respondió — Si quieres luego te la enseño.

— Si, por favor — dijo Elaine mirando a Ban.

Elizabeth se sentó en el sillón y tomó su té mientras hablaban sobre Tristan. También hablaban de que Meliodas era un cobarde y que se perdió el hermoso bebé que engendró Elizabeth. En su embarazo tuvo muchos antojos raros, como aceitunas con chocolate o ensalada con gomitas. Le habían dicho que cada antojo que tuviera, debía comerlo porque su hijo podría nacer con manchas en su cuerpo y/o rostro.

Luego de estar una hora y media de hablar, sus amigos se retiraron y Margaret se quedó a cuidar de ella, le preparó la cena y se quedó en el cuarto de huéspedes. Cuando ambas estaban durmiendo, Elizabeth tuvo una terrible pesadilla. Tenía a Tristan en brazos y alguien la empujó haciéndola caer y a su bebé; pero a este le sangraba la cabeza y había un charco de sangre carmesí y Elizabeth tomaba desesperadamente su cabeza haciendo presión para que no se desangrara.

— ¡AHHH! — despertó soltando un grito y en menos de diez segundos su hermana estaba en su cuarto pero Elizabeth le pasó por arriba y fue a la habitación del bebé y lo tomó en brazos llorando. Cuando se calmó volvió a la cama y ahí se encontraba Margaret.

— ¿Qué sucedió, Eli? — preguntó preocupada.

— Soñé que mi hijo se desangraba por una herida en la cabeza — lloró mientras era abrazada por su hermana.

— Tranquila, pequeña luchadora — le dijo con amor y se quedó en el cuarto hasta que se volviera a dormir.

Se despertó dos horas después, pues era hora de alimentar a su bebé, miró el reloj y eran las dos de la mañana, en otras dos horas debía hacer lo mismo. Elizabeth tomó a Tristan y se lo llevó a su cama y le dio su pecho para que bebiera leche y se alimentara. Así pasó toda la noche.

Se despertó cuando olió un rico olor a waffles dulces y a café recién hecho. Tomó a Tristan quien ya estaba despierto y limpió la orina que había en su pañal; le puso otro y cambió su ropa y fue hacia la cocina y se sentó en una silla y dejó en la sillas de bebés a Tristan, a su lado.

— Buenos días, Mar — dijo Elizabeth a su hermana.

— Buenos días, Eli — respondió — Ya tengo que irme, ¿Estas segura de que podrás con todo? Si no puedes, tal vez Verónica pueda quedarse contigo.

— No hace falta, puedo cuidar de mí y de mi bebé — dijo Elizabeth, saludó a su hermana y salió de su departamento dejando un silencio agradable.

Cuando terminó de desayunar, lavó los platos y tomó a Tristan y lo llevó a la cuna y dormía mientras Elizabeth miraba una película. De repente, llamaron al portero electrónico y apretó un botón para abrir la puerta a quien llamó. Tocaron su puerta y la abrió. Era Arthur, uno de sus mejores amigos que se fue al ejército unos años atrás.

— ¡Arthur! — gritó lanzándose encima de él.                  

— ¡Tranquila, Eli! — Rió abrazándola con fuerza — ¡Te extrañé mucho!

— Tengo mucho que contarte, entra — dijo Elizabeth tomando su mano y adentrándolo a su departamento. De repente, un llanto de bebé sonó por toda la sala. Arthur miró a la joven con extrañez y ella fue hacia el cuarto del bebé y apareció en la sala con un bebé en brazos.

Arthur miró sorprendido a su mejor amiga, se acercó lentamente y miró al pequeño y luego la miró a ella.

— Es hermoso — dijo — Es igual a ti — siguió.

— Supongo que Meliodas debe de estar súper feliz.

Elizabeth bajó la cabeza y negó.

— Cuando se enteró que estaba embarazada me dejó y se fue — explicó con la voz entrecortada. Sacudió su cabeza y respiró hondo.

— Lo lamento mucho, Eli — dijo él tomando su mano.

Ambos se sentaron en el sillón y hablaron sobre todo lo que se pudieran ocurrir, eran los mejores amigos, y se querían como hermanos. Hablaron, hablaron, y hablaron, se quedó a almorzar y se despidió de la joven diciéndole que se volverían a ver en unos días.
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Moon_

Mamá te dará el mundo enteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora