Ya estaban en casa, Elaine y Ban ayudaban a sacar las cosas del auto y ayudaban a Elizabeth a caminar. Sin lugar a duda fue un parto intenso y doloroso. Los gritos que daba asustaba a sus amigos y familia, pero para su suerte, estaba sana ella y su bebé. Elizabeth dejó a Tristan en la cuna y fue hacia la sala donde la esperaban Ban y Elaine. Soltó un gran suspiro y se recostó en el sillón cerrando los ojos por algunos segundos.
— ¿Te sientes bien, Eli? — Preguntó Ban — ¿Quieres algo de tomar? — siguió.
— No quiero abusar, pero un té de jengibre me vendría bien — respondió con una media sonrisa.
— Para nada, ahora te lo preparo.
Dijo el hombre dejando a las dos mujeres solas. Empezaron a hablar sobre los bebés. Ella y Ban habían tratado de tener un hijo pero no lo estaban logrando. Al parecer Elaine era infértil y lo mejor que pudieran hacer era adoptar un niño para amarlo y cuidarlo.
— Tranquila, Elaine — dijo Elizabeth — Te aseguro que si adoptas vas a hacer a un niño muy feliz — continuó — Eres una gran chica, amable, piadosa y cariñosa — la chica soltó una risa y le sonrió a la joven mamá.
De repente un llanto de un bebé sonó a lo lejos. Elizabeth fue hacia la cuna y tomó a Tristan en brazos y comenzó a mecerlo de un lado a otro, cantándole una hermosa canción.
— Oh cuna, cuna — comenzó a cantarle — Las palomas llegaron volando y se sentaron en tu cuna. Estaban pensando en cómo alimentar al bebé. Oh, cuna, cuna; las estrellas no brillan tanto como tus pequeños ojos — siguió y se percató que Ban y Elaine estaban en la puerta escuchándola y viéndola — Oh pequeño no llores, mamá está aquí.
Y sin dejar de mecerlo, lo dejó en la cuna y siguió durmiendo.
— ¿Dónde aprendiste esa hermosa canción de cuna? — preguntó Elaine mientras salían de la habitación del bebé.
— Me la cantaba mi mamá cuando era pequeña, no tan pequeña como Tristan pero tenía al menos seis años de edad — respondió — Si quieres luego te la enseño.
— Si, por favor — dijo Elaine mirando a Ban.
Elizabeth se sentó en el sillón y tomó su té mientras hablaban sobre Tristan. También hablaban de que Meliodas era un cobarde y que se perdió el hermoso bebé que engendró Elizabeth. En su embarazo tuvo muchos antojos raros, como aceitunas con chocolate o ensalada con gomitas. Le habían dicho que cada antojo que tuviera, debía comerlo porque su hijo podría nacer con manchas en su cuerpo y/o rostro.
Luego de estar una hora y media de hablar, sus amigos se retiraron y Margaret se quedó a cuidar de ella, le preparó la cena y se quedó en el cuarto de huéspedes. Cuando ambas estaban durmiendo, Elizabeth tuvo una terrible pesadilla. Tenía a Tristan en brazos y alguien la empujó haciéndola caer y a su bebé; pero a este le sangraba la cabeza y había un charco de sangre carmesí y Elizabeth tomaba desesperadamente su cabeza haciendo presión para que no se desangrara.
— ¡AHHH! — despertó soltando un grito y en menos de diez segundos su hermana estaba en su cuarto pero Elizabeth le pasó por arriba y fue a la habitación del bebé y lo tomó en brazos llorando. Cuando se calmó volvió a la cama y ahí se encontraba Margaret.
— ¿Qué sucedió, Eli? — preguntó preocupada.
— Soñé que mi hijo se desangraba por una herida en la cabeza — lloró mientras era abrazada por su hermana.
— Tranquila, pequeña luchadora — le dijo con amor y se quedó en el cuarto hasta que se volviera a dormir.
Se despertó dos horas después, pues era hora de alimentar a su bebé, miró el reloj y eran las dos de la mañana, en otras dos horas debía hacer lo mismo. Elizabeth tomó a Tristan y se lo llevó a su cama y le dio su pecho para que bebiera leche y se alimentara. Así pasó toda la noche.
Se despertó cuando olió un rico olor a waffles dulces y a café recién hecho. Tomó a Tristan quien ya estaba despierto y limpió la orina que había en su pañal; le puso otro y cambió su ropa y fue hacia la cocina y se sentó en una silla y dejó en la sillas de bebés a Tristan, a su lado.
— Buenos días, Mar — dijo Elizabeth a su hermana.
— Buenos días, Eli — respondió — Ya tengo que irme, ¿Estas segura de que podrás con todo? Si no puedes, tal vez Verónica pueda quedarse contigo.
— No hace falta, puedo cuidar de mí y de mi bebé — dijo Elizabeth, saludó a su hermana y salió de su departamento dejando un silencio agradable.
Cuando terminó de desayunar, lavó los platos y tomó a Tristan y lo llevó a la cuna y dormía mientras Elizabeth miraba una película. De repente, llamaron al portero electrónico y apretó un botón para abrir la puerta a quien llamó. Tocaron su puerta y la abrió. Era Arthur, uno de sus mejores amigos que se fue al ejército unos años atrás.
— ¡Arthur! — gritó lanzándose encima de él.
— ¡Tranquila, Eli! — Rió abrazándola con fuerza — ¡Te extrañé mucho!
— Tengo mucho que contarte, entra — dijo Elizabeth tomando su mano y adentrándolo a su departamento. De repente, un llanto de bebé sonó por toda la sala. Arthur miró a la joven con extrañez y ella fue hacia el cuarto del bebé y apareció en la sala con un bebé en brazos.
Arthur miró sorprendido a su mejor amiga, se acercó lentamente y miró al pequeño y luego la miró a ella.
— Es hermoso — dijo — Es igual a ti — siguió.
— Supongo que Meliodas debe de estar súper feliz.
Elizabeth bajó la cabeza y negó.
— Cuando se enteró que estaba embarazada me dejó y se fue — explicó con la voz entrecortada. Sacudió su cabeza y respiró hondo.
— Lo lamento mucho, Eli — dijo él tomando su mano.
Ambos se sentaron en el sillón y hablaron sobre todo lo que se pudieran ocurrir, eran los mejores amigos, y se querían como hermanos. Hablaron, hablaron, y hablaron, se quedó a almorzar y se despidió de la joven diciéndole que se volverían a ver en unos días.
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Moon_
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Mamá te dará el mundo entero
RomanceElizabeth con tan solo veinte años de edad, deberá afrontar ser una madre soltera, ya que su pareja no quería hijos. Ella le daría el mundo entero para que no le faltara nada. Años después se reencuentra con Meliodas, su ex pareja. ¿Podrá Elizabeth...