11. El tercer apagón y todos los que vinieron después

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Willow se sentó al lado de Lua y ambas permanecieron en silencio. En algún momento Willow comenzó a llorar con suavidad, de forma casi imperceptible. Lua la acercó hacia ella, permitiéndole a Willow que descanse su cabeza sobre su hombro. No le preguntó por qué lloraba ni trató de decir algo para detenerla, lo cual Willow agradeció. Todo lo que necesitaba era lo que Lua le ofrecía en ese momento: su presencia silenciosa, su confianza ciega que Willow aún no comprendía.

—Yo no quiero ser una mala persona —dijo Willow—. Pero he herido a mucha gente y no puedo hacer nada para cambiarlo.

Lua no dijo nada, pero siguió acariciando su cabello con el mismo ritmo.

—Es por eso que dejé de ir a la escuela. Porque puedo herir a la gente. Y no puedo evitarlo.

—¿No puedes evitarlo? ¿Y qué hay de esa vez en la fiesta?

—El dolor me hace estar presente. Es como si me despertara.

—Entonces sí puedes evitarlo. ¿No hay una forma más fácil?

Willow recordó el anillo y cómo la ayudaba a distraerse cuando estaba encerrada en el granero. También pensó en Eleonor, en cómo creía que Willow podía evitar un episodio con su propia fortaleza mental, sin lastimarse.

—Es difícil. Es demasiado para mí.

—¿Por cuánto tiempo has intentado hacerlo de otra forma, evitar hacerle daño a las personas sin hacerte daño a tí misma?

—¿A qué te refieres?

—Eso de lastimarte lo has hecho por mucho tiempo, ¿verdad? ¿Alguna vez has intentado dejar de hacerlo por un período largo y ver qué pasa?

—No creo que podría haberlo hecho aunque quisiera.

—Tal vez sería bueno que lo intentes. Ya sabes lo que implica para tí usar el dolor para frenarte. Pero no creo que te conozcas cuando usas una forma más amable.

—Quizá tengas razón —dijo Willow, sin energía para contradecirla. Sabía que era capaz de hacer daño, y sabía que deseaba que esa parte de ella no existiese. Había intentado dejarse llevar por su lado oscuro y dejar de resistirse, pero sentirse peligrosa no le traía ninguna satisfacción. Aún debía dominar los apagones de alguna forma, y la más efectiva era la que su madre le había enseñado.

Su madre tenía la razón. Eleonor no lo entendía, Blair no lo entendía. Pero su madre había visto lo que podía hacer el mal una vez desatado y no quería eso para Willow, para su familia. Caroline simplemente tenía miedo, dolorosamente justificado porque Willow había recibido el mal de Cecille, la mujer que atormentó a toda su familia hasta el día que desapareció. El miedo estaba justificado y el dolor también.

Y aún así, Lua no le tenía miedo. Acariciaba con suavidad la cabeza de Willow mientras reposaba en su hombro, dejaba que Willow descanse sus piernas cómodamente contra las de ella mientras ambas apoyaban sus pies descalzos sobre la mesita de café. Con su mano libre, le mostraba fotos en su teléfono y le contaba la historia detrás de ellas. Lua la trataba como si fuera un animal herido, con la gentileza reservada para alguien que merecía ser ayudado. No la trataba como un monstruo, por más que Willow insistiese en serlo. Para Lua, Willow era solo una chica.

Horas más tarde, Blair llegó con Mason, el muchacho del pueblo con quien había estado hablando desde que llegó a la ciudad. Se sentaron con Willow y Lua y las incluyeron en su conversación. Willow podía ver en sus ojos que Blair estaba nerviosa, lo cual era inusual para ella. Por lo general siempre eran los chicos quienes se ponían nerviosos a su alrededor, quienes querían impresionarla.

No mucho después apareció Eleonor, y pareció extrañada al ver a Mason, aunque él la saludó efusivamente. Mason explicó que habían sido compañeros en la escuela, aunque se perdieron el rastro luego de terminar sus estudios.

La última de su especieWhere stories live. Discover now