7. Algo más, algo mejor

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Blair le pasó su celular para que viera las fotos. El chico que ella llamaba Jay, el mismo que la había dejado plantada esa noche en lo de la prima de Lua, ahora sonreía del otro lado de la pantalla. Se había disculpado con ella y quería llevarla a algún lado, para redimirse. Y ahora Blair volvía a esperarlo.

Jay le recordaba a su ex novio, un chico que la invitó al baile escolar a los quince años. Él también la hacía reír sola y la mantenía horas pegada al teléfono, y también era alto y tenía el pelo negro ondulado que caía al costado de su cara. Pero a diferencia de su ex novio, ese niño inexperto que siempre parecía demasiado inseguro para ella, Jay se veía como alguien maduro y fuerte. Alguien que conocía la ciudad como si hubiera nacido ahí, que tenía más años de experiencia, que llevaba orgulloso una chaqueta de la universidad a la que ella también iba a asistir.

Pero en las fotos se lo veía sencillo, confiable. Se las había tomado en el pueblo, y a Willow eso le inspiró confianza. Sentía que ya lo conocía aunque nunca hubiera hablado con él.

Por eso no le molestó que Blair le diera la dirección del departamento de Eleonor para que la pase a buscar. Jay era uno más de ellas. Ella habría hecho lo mismo con Lua.

Además, la sensación de que el viaje se estaba acabando las comenzó a golpear fuerte. Era un sábado por la tarde, y su viaje de regreso era el lunes por la mañana.

Mientras Blair se iba para encontrarse con Jay, quien la esperaba abajo, se puso a pensar en lo que pasaría con Lua cuando ella vuelva al pueblo, si alguna vez la volvería a ver. Pero entonces Eleonor salió de su cuarto e interrumpió sus pensamientos.

—¿Cómo te sientes? ¿Diferente?

Diferente. No se había sentido como de costumbre desde que llegó a la ciudad.

—Creo que sí.

Willow no sabía si era solo su imaginación, pero cuando despertó luego del ritual, se sentía más liviana. Más tranquila y en paz. Ella no podía ponerlo en palabras, pero en casa siempre convivía con un miedo interno, un temor general ante ella misma, su futuro, su entorno. Estaba tan acostumbrada a esa sensación que no la había notado hasta ese momento en que desapareció.

Y eso era lo que le hacía pensar que algo adentro suyo había cambiado.

—Mira, te voy a ser honesta. No sé si lo que hicimos hoy sirvió de algo. Tampoco sé qué tan cierto fue el primer ritual que hizo la abuela, o si fue todo autosugestión.

—Pero...

—No, déjame terminar. Viviendo aquí me he puesto a pensar mucho en lo que te pasó y creo que lo peor de todo no es tu condición, sino lo que te hicimos por eso. Teníamos miedo y por eso te encerramos, te aislamos de todo.

—Era la única solución.

—Antes lo creía, pero ahora yo no —confesó—. Y me siento mal por eso. Willow, no quiero que vuelvas a casa. Quiero que te quedes aquí el tiempo que necesites. Pero no vuelvas al pueblo. Eso no te hace bien.

—Mamá nunca me dejaría quedarme. Ni siquiera aquí contigo. Creo que sería capaz de venir aquí para llevarme de regreso. Ya sabes lo que diría ella, que solo voy a estar a salvo en casa.

Pero por primera vez, Willow sintió que no estaba de acuerdo.

—Pero, ¿no dices que te sientes distinta? ¿No crees que lo que hicimos te ayudó en algo? Tal vez estar aquí ya no sea tan peligroso como antes.

Y una voz dentro de su cabeza le estaba dando la razón a Eleonor, esa voz que quería irse del pueblo para siempre. Pero no estaba acostumbraba a dejarla que hable.

La última de su especieWhere stories live. Discover now