Capítulo 10: Pequeñas revelaciones.

5 1 0
                                    

—Ernesto me ha pedido que sea su novia, Andrea.

—¿Qué?

—Sí, como escuchas, en la playa, y luego me ha levantado en volandas y me ha dicho muchas cosas hermosas. —suspiro.—¿No es increíble? Y tú que decías que mi estrategia de las cartas no iba a funcionar. —me regodeo en mi pequeño triunfo. Andrea me mira con la ceja enarcada y el entrecejo fruncido, su típica expresión de desconfianza.

—¿Por eso has tardado tanto en llegar a clase? Capote ha preguntado por ti. Sabes que eres su favorita. No he sabido qué decirle cuando me ha preguntado dónde estabas. ¿Por qué te escaqueaste, Angie? Sé que tuvo que pasar algo más fuerte para que no vinieras a clase. Tú no sueles hacer esto.

—¿No vas a festejar conmigo que soy novia del chico que me encanta?

—No hasta que me cuentes que ha pasado.

Bajo la cabeza, le tomo la mano a mi mejor amiga y la guío no hasta nuestro banco, sino hasta un lugarcito apartado de todos que está en la parte lateral de la entrada trasera de nuestra escuela. No lo hago porque me guste ese lugar, que además de todo es hediondo y está lleno de bichos, sino porque necesitamos privacidad. Voy a hablarle de lo que ha sucedido hoy con mi padre.

—Papá vino esta mañana.

—¿El señor Danilo?

—Un poquito más envejecido que la última vez que lo vi, pero sí, el señor Danilo.

—Dios mío, Angie.

—Lo sé. Y lo peor de todo es que en el fondo me siento extremadamente culpable. Vamos, como si aquí la basura fuera yo.

—Tu mamá no se merecía que la abandonara cuando se quedó enferma. ¿Cuánto pasó desde la última vez que vino a visitarlas?

—Cinco meses. —me molesto.—Pareciera que le damos pena, cristo.

—No entiendo nada, Angie, con lo buen padre que era. Parecía siempre tan preocupado por ustedes. Porque está bien que dejara de amar a tu madre, pero tú y Liz no tienen nada que ver en eso.

—Supongo que no son más que las mieles de su nuevo hogar. Ya sabes, nueva mujer, nueva familia, la fórmula perfecta para que se olvide de todo lo que dejó atrás.

—¿Y cómo es que Ernesto entra en todo esto? ¿Cómo ha sabido en qué momento llegar para encontrarte en medio del conflicto?

Sonrío.

—Es que me recogió en su moto.

—¿Sí?

—¡Sí! Pero llegó justo en el momento en que lo hizo papá. Ya sabes, yo me sentí mal, él lo percibió y me llevó a la playa. ¿No es demasiado genial?

Andrea se mantuvo pensativa.

—Ese chico no me da buena espina.

—Ay, Andrea.

—¿Qué quieres? ¿Quieres que te mienta? No puedo hacer eso, Angie. Simplemente hay algo en él que no me termina de cerrar. Parece demasiado... perfecto.

—Simplemente le gusto de verdad. ¿O no crees que sea lo suficientemente bonita para gustarle a alguien de verdad?

Ella volcó los ojos.

—Cristo, no es eso. Y por favor, no comiences otra vez con lo mismo, no lo soporto. No tienes ni siquiera un motivo para sentirte insegura. Estoy hablando de qué tal vez te esté engañando para conseguir algo. Sea como sea, más le vale que no te lastime, o el lastimado terminará siendo él.

—¿Qué puede esperar conseguir de mi? ¿Tareas?

—No, no creo. Tampoco es un inútil.

Sonreí de forma infantil y comencé a hablar como si fuera una niña.

—An an, venga, celebremos esto. Nunca antes me había sentido tan especial. ¡Soy novia de mi chino!

Ella se relajó un poco y terminó por ceder.

—Está bien. Pero eso no quiere decir que me caiga bien, no me parece sincero.

—Como quieras, An an. A mi si me lo parece, y eso es lo importante. ¿No es así?

Asintió. Dejó ir una sonrisa suave.

—¿Cómo no ibas a estarlo? Estás loquita por él.

—Eso también es verdad.

En eso, sonó la campana que nos indicaba que el receso había terminado. Antes de volver al aula, Andrea me preguntó por Nico, yo sonreí y le respondí:

—Es mi nuevo mejor amigo. Lo estoy queriendo, Andrea. Se ha vuelto alguien demasiado especial para mi.

—¿A pesar de no conocerlo?

Bufé.

—Si lo conozco.

—Cierto, hace como seis años. Seguro que se ve igual que la última vez que lo viste.

—No, es más lindo. Me ha mandado algunas de sus fotos.

—Ay, amiga, eres un caso.

—Lo sé.

Antes de entrar al aula, recibí una notificación en mi celular. Era un mensaje de Nico. Sentí el corazón en la garganta.

N: Hola, ratón!!
A: ¡No me digas así otra vez! Te conté que mi mamá me dice así para quejarme, no para que me torturaras tú también con eso. ¡Se supone que eres mi amigo!
N: Y lo soy, ratón. Por eso te torturo!!
A: Te odio.
N: Mentirosa!!
A: Bueno, no te odio.
N: Lo se. ¿Tienes tiempo? Me gustaría que vieras algo!!
A:Tengo clase pero énvialo. El profesor aún no llega.
N:¿Tu nuevo novio no se molesta?
A: Qué pesado. ¿Por que se molestaría por unas fotos de paisajes?

Pasaron algunos minutos antes de que me respondiera. Lo hizo enviándome fotos de él formando parte del paisaje de una playa. Tengo que reconocer que Nico es lindo, de esos chicos que parecen tiernos pero que sabes que en el fondo no lo son tanto, vamos, que tienen un interesante toque pervertido. Su cabello es negro, y lo lleva recogido en un pequeño moño en la parte trasera de su cabeza. Intenta que se vea desordenado, pero se nota a leguas que es lacio. Tiene una barba incipiente que recientemente ha decidido dejarse crecer, porque es lo que está de moda ahora. Me gusta su estilo desenfadado, como si nunca prestara demasiada atención en su propia forma de vestir, pero a la vez no deja de verse interesante. Tiene una sonrisa preciosa, de esas que te invitan a querer contemplarla por más tiempo del que serías capaz de admitir. No soy consciente de que me estoy mordiendo el labio inferior hasta que siento dolorosa la presión de mis dientes sobre él.

Es tu mejor amigo, Ángela González.

N: ¿Tu nuevo novio te descubrió comiéndome con los ojos, ratón?
A: Es que ha llegado mi profesor, por eso me he demorado tanto en responder.
N: Mentira, seguías en línea y dentro de nuestro chat.

Los nervios me toman y bloqueo el celular y lo meto dentro del bolsillo de mi blusa de uniforme. Intento calmarme. Ernesto camina junto con sus amigos por mi lado y me hace una seña para luego seguir hasta su aula. En eso, entra la profesora de Historia, lo cual hace que yo también tenga que entrar al aula, pero no por eso que me olvide del mensaje de Nico y de mi reacción a sus fotos. La confusión me toma. Comienza la clase y no me concentro en nada más que en lo que ya les he explicado.

No puedo sentir nada más que amistad por Nicolás.
Porque no nos pertenecemos.
Porque su mundo es completamente diferente al mío.
Y sobre todo, porque vive a más de quinientos kilómetros de mi.

A través de sus ojos. Kde žijí příběhy. Začni objevovat